— !Hola, abuela! ¿Cómo estás?
Irrumpo en la casa de la persona más importante para mí, quien ha sido mi ancla a pesar de todos los rechazos de ayuda que he recibido.
Sus ojos se iluminan al verme, y abre sus brazos, en los que nos envolvemos en un abrazo reconfortante. Hacía mucho que no venía a visitarla; no se imaginan cuánto la extrañé.
—Estoy bien, mi niño. ¿Y tú cómo has estado?—responde finalmente cuando nos separamos.
—Me alegro. Te extrañé, abue.
Coloca su mano en mi rostro, dedicándome una mirada llena de amor y tristeza. Suspiro, pensando que tal vez mis padres tienen razón y que lo único que hago es causarle preocupación, por eso prohíben que me acerque a ella.
—No te preocupes por mí, estaré bien —la tranquilizo acariciando su mano.
—¿Has pensado en lo que te dije? —pregunta esperanzada de que tome en consideración su propuesta. Bajo la mirada, queriendo evitar el tema. Creí que ya había quedado claro, pero veo que ella aún mantiene la esperanza de que cambie de opinión.
—Abue... ese no es un lugar para mí —intento decir lo más suavemente posible.
—Diego...
—No voy a ir a un 'loquero', fin del tema —interrumpo, decidido.
Ella suspira cansada.
—No es un 'loquero', mi amor, es un lugar para que estés bien, para que mejores...
—Lo sé, pero no quiero. Estaré bien —le sonrío, apretando su mano —Tranquila.
—Sé que no importa cuántas veces te lo diga, porque no vas a cambiar de opinión, pero tenlo en cuenta, mi vida. Tú no quieres verlo y tienes un mal concepto de esos lugares, pero piénsalo...
No importa cuántas veces me lo diga, sé que no entenderá que no quiero estar en un sitio así. Opto por dar por terminado el tema.
—Está bien, abuela, lo tendré en cuenta por ti, pero no creo que yo vaya a un lugar así.
—Quisiera hacer más por ti —murmura.
Sonrío y la abrazo fuertemente, como si fuera la última vez que lo haré. Sus brazos son mi refugio cuando mi mundo se vuelve un tormento. Mi abuela es la persona más incondicional, con quien puedo hablar en confianza sobre lo que siento sin temor a ser juzgado.
—Haces mucho por mí, más de lo que imaginas —le aseguro.
—Sé que el tema de Cloe es delicado para ti, más en estos días que han pasado cinco años de su partida. Por eso quiero que busques ayuda si ves que la necesitas. Tengo miedo de que recaigas, Diego —confiesa, con los ojos llenos de lágrimas, estrujando mi corazón.
Un nudo se forma en mi pecho al escucharla decir eso.
—Desde la pérdida de Cloe, tú eres lo único que me queda —murmura, con los ojos brillando de emoción.
—Lo sé, y aquí seguiré
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Editado: 12.07.2024