Hoy es un día soleado, perfecto para tomar decisiones apresuradas y arrepentirse después. Me lo he estado pensando todo el día, y ya me cansé de ser un cobarde. Ya casi acaban las clases de hoy, por lo que esta vez sí me acercaré a Amanda. O como quiera que se llame.
«Un momento», pensé.
Una gota de sudor fría recorrió mi rostro. Mis manos empezaron a temblar y mi pulso se salió de control sin que yo me hubiera movido de mi asiento. Esto ya lo había vivido. Esto ya ocurrió antes. ¿Qué es esto? ¿Por qué estoy viviendo este momento? No… No es cualquier momento.
La campana de salida sonó con más potencia de la que estaba acostumbrado.
Tomé apresuradamente mis cosas y me dirigí a la puerta del salón. Como me lo esperaba, el director Tabarosa me esperaba justo en el camino para irme de ahí. ¿Por qué se está repitiendo todo lo que ocurrió el primer día que conocí a Ada?
¿A dónde tan rápido, joven David? -expresó tranquilamente el director Tabarosa.
Si me va a dar un reporte, hágalo ahora -dije, exasperado, casi sin poder hablar. No podía ser cierto lo que estaba pasando.
¿Reporte? -soltó una ligera risa- Para nada, David. Te quiero entregar esto -extendió su mano con un folder canela-. Es una carta de felicitación. Sé que es pronto, pero tienes el puntaje más alto de tu generación por creces, ya es imposible que alguien te quite el puesto del mejor promedio. Tómalo como una felicitación preliminar, nos volveremos a ver en tu ceremonia de graduación.
G...Gracias -dije, sorprendido. Esto ya había pasado, pero lo que me había entregado fue un reporte por no quitarme los piercings. Como sea, no tengo tiempo de procesar esto,
Pórtese bien -expresó el director Tabarosa al alejarse. Yo salí disparado a la salida del colegio.
Algunos alumnos de primer grado estaban jugando con una pelota en el patio principal mientras esperaban a que sus padres vinieran por ellos. Cruzando el patio principal para llegar a la salida del colegio, escuché un «¡Cuidado!» a pocos metros de mi espalda. Al voltear, pude tener los reflejos suficientes para detener el balón que venía a toda velocidad hacia mi dirección. Mi corazón palpitó un poco más fuerte de lo normal, no podía evitar sentirme emocionado por tener un balón en las manos.
No… Mi corazón palpitó más fuerte porque esto ya lo había vivido. Los hechos se repiten.
¡Oye! -dijo la voz de un chico de primer grado que se acercaba trotando- Perdón, no calculé bien…
N...no pasa nada -contesté, tratando de no titubear de los nervios-. Me di cuenta a tiempo y pude interceptar el balón. Toma, aquí tienes… -quise formular algo, pero la mirada del chico me dejó sin palabras. Era una mirada de terror.
E...e….e…. Eres el d...d…de.... ¡DEMONIO DE TERCERO! -gritó al alejarse rápidamente y reunirse con sus amigos. Todos se veían aterrados ante mi mera presencia.
Les arrojé el balón, pero ellos lo evitaron como si estuviese en llamas; justo como lo habían hecho en mis recuerdos. Decidí ignorarlos, pero algo me detuvo antes de volver a correr hacia la salida del instituto. Detrás de mí se encontraba la figura de una chica con comida en las manos que, si no fuera por mí, hubiera recibido el impacto directo. Lo que me sorprendió fue la identidad de la chica.
Gracias por evitar que me golpeara ese balón -expresó Ana con una mirada dulce.
Ana… -dije por instinto. Ella se estremeció un poco, como si el hecho de que yo la llamara así le causara confusión- Te… Te veo después -expresé al retomar mi camino hacia la salida.
No entiendo, no sé qué está pasando. Todo lo que viví está volviendo a ocurrir, pero de manera diferente. El encuentro con Tabarosa terminó en la entrega de un reconocimiento en vez de un reporte, la intercepción del balón protegió a Ana de un impacto fuerte y seguro, ahora solamente falta el…
Al salir del instituto Terabi, sentí un movimiento extraño en mi pierna derecha que llamó mi atención. Al bajar la mirada, vi cómo un pequeño cachorrito me estaba pidiendo algo de comer. Las puertas del instituto Gleo apenas estaban abriéndose, por lo que no pude evitar ayudar al pequeño animal. Recordé al instante que el sándwich que me preparé en la mañana seguía intacto, por lo que rápidamente lo saqué de mi mochila y se lo ofrecí a la pequeña criatura.