Tu Vida en la Mía

CAPÍTULO 17

Sololá, Guatemala

1963

Patrick

La camioneta sigue en su camino, no frena, no hace ruido y nadie habla. Es como si fuese una camioneta fantasma, traída del futuro por lo moderno en que es todo.

Mi vista está borrosa, y no recuerdo el porqué. Todo es oscuro. Escucho una risa ronca que proviene de adelante. Trato de moverme, pero estoy amarrado de pies y manos.

— ¡Agh! ¿Es en serio? —susurro.

—No te muevas niño —gritan.

Me quedo helado, observo a mi derecha y siento una mirada fija en mí.

— ¿A dónde me llevan? —pregunto.

—Te esperan en el aeropuerto, niño —bufo.

Me pongo en posición fetal y las lágrimas salen sim motivo. Lloro silenciosamente, ¿Por qué me hicieron esto? ¿Por qué? Mis padres lo hicieron.

True.

—No chilles, niño tonto —un traqueteo me paraliza y siento un golpe en mi espalda.

— ¡No! ¡No me golpee! —exclamo.

—No chilles —grita.

Trago grueso. El ambiente es tenso, el hombre mantiene la vista fija en mí. Lo ignoro y juego con mi mente.

Una niña, un avión, siendo sedada en pleno vuelo. La niña pide una explicación del porqué la esperaban. La misma explicación que quiero yo.

Annabelle, una joven chica que vivió en 1950, encerrada, confundida y sin saber nada. La casa en llamas, mis padres muertos, no creo en nada. Tal vez mi destino sea un lugar genial.

Tal vez...

Siento que la mejilla me arde, observo al hombre y me da otra bofetada.

— ¡¿Por qué me pega?!

—A mí no me grites, mocoso —se acerca a mí y agarra mi cabello sin piedad.

Mis muecas y súplicas son en vano, el hombre me ignora y me golpea. Otro traqueteo resuena en el lugar, trago grueso y sus pantalones caen al suelo junto con su ropa interior.

— ¡No! Por favor no —ruego entre llantos.

— ¡Cállate! —me tira al suelo, baja mi pantaloneta y mi ropa interior.

—No señor, por favor no —ruego.

Ríe. Disfruta verme sufrir. Me daña, provoca que llore sin parar, siento algo caliente dentro de mí. El hombre ríe sin parar mientras mi llanto no acaba.

Los odio, odio a mis padres. ¿Por qué a mí? ¿Por qué? ¿Qué les hice?

—Mocoso infeliz —se abrocha el pantalón y me tira a un lado.

Me hago un ovillo y me hundo en el llanto, el dolor sigue y el hombre ríe. Si tan sólo tuviera la fuerza necesaria para golpearlo.

Si tan sólo tuviera una oportunidad para dar a demostrar que puedo ser fuerte; sin embargo, debo esperar a que pare el trayecto.



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En el texto hay: misterio, enfermedad, olvido

Editado: 14.08.2019

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