Último deseo: Venganza

Visitas desagradables

 

Salí del baño envuelta en una toalla y con el pelo suelto, dejando un camino de agua con cada paso. El demonio me esperaba sentado en el sofá que había a los pies de mi nueva cama. En el pasado, si alguien me hubiera visto así (sobre todo un chico), habría salido corriendo y armado un escándalo, pero como esas no eran circunstancias normales me dio igual. Él era un demonio, no tenía nada que él no hubiese visto antes ya en otras mujeres. A saber lo que ese tipo ocultaba… Además, me habían visto tantos hombres (si es que a esos monstruos se les puede llamar así) desnuda en ese maldito zulo, que me importaba poco que uno más me viera. Por supuesto tenía en mente que Demon no podía lastimarme, así que me sentía “segura”.

— ¿Hiciste lo que te pedí? —le pregunté mirándolo directamente.

— Cogerá frío si permanece así, no creo que quiera volver a estar en una cama.

—Entonces dame algo para cubrirme, idiota. No pensarás que use la misma ropa sucia.

—Disculpe, tiene usted razón. Dígame qué piensa usar y yo lo sacaré de su armario—respondió con una sonrisa.

—Mejor ve a prepararme algo para comer. Yo puedo escoger mi propia ropa.

— ¿No le gustaría que la vista? — Mee preguntó con una sonrisa torcida.

—Si te acercas a mí, te capo. ¿Entendiste? —Le di la peor mirada que pude.

— ¡Pero qué agresiva! Yo soy su fiel sirviente, solo trato de evitarle un trabajo extra. —Fingió estar ofendido.

—Solo haz lo que te dije. —El demonio realizó una reverencia y se fue.

Cuando él regreso poco después, yo ya estaba vestida. Había decidido ponerme unas mallas negras con una camiseta ancha azul de futbol americano.

—Pensé que iba a dormir, no a salir a correr. —Me miró con desaprobación.

—Yo duermo así. ¿Y la comida? —Iba a girarme, pero él se adelantó y fue hacia a mí.

— ¿Y su pelo? Debe secarlo para no enfermarse. Si me permite yo puedo ayudarla.

—No soy una inútil.

—Pero soy su sirviente y es mi trabajo hacer estas cosas. Estoy para servirle. —Suspiré.

—Solo si te callas. —Él sonrió y asintió. Fue al baño y regresó con un secador. A los quince minutos mi pelo estaba seco y cepillado.

—Sin duda tiene un hermoso cabello, por favor no lo corte.

—Que mal, mañana iré a la peluquería. —Él no dijo nada, sin embargo me miró enfadado. Suspiré. —Es broma.

—Disculpe, con esa cara de perro no lo noté.

— ¿Qué dijiste? —Me levanté de golpe para encararlo.

—Que ya está lista su comida. —Él colocó una bandeja de plata sobre la mesa de café, yo me senté y vi el plato—. Me hubiera gustado hacer algo mejor, pero era lo único que tenía.

— ¿Es una broma? —pregunté asombrada.

— ¿Cómo? No me diga que no le gusta. —Miré el plato de nuevo. ¿En serio había hecho eso en tan poco tiempo? —. Filetes de pescado con nata y pasas, sin duda es un plato delicioso y que además posee cierto toque dulce. Espero que sea de su agrado, querida ama. —El plato estaba muy bien hecho, la presentación era excelente. No tengo palabras para describirlo, pero digamos que me daba hasta pena comerlo, era demasiado bonito—. Lo lamento, pero aún no conozco sus gustos y es lo único que pude hacer en el poco tiempo que le llevó vestirse. — ¿Acaso ese demonio trataba de alardear de su trabajo? Maldito demonio…pues no le iba a dar el placer.

—Lo probaré, pero que sepas que no me gusta el pescado, ni las pasas.

—Lo tendré en cuenta para la próxima. —Sonrió. El muy imbécil seguramente sabía que me gustaba, al menos la presentación. Yo me acerqué y probé un trozo del pescado.

¡Mierda! —Me encanó— ¿Seguro que es un demonio? Esto parece hecho por ángeles. — Pero no le daría el gusto de que lo supiera.

— ¿Y bien? ¿Qué opina? —Parecía esperar ansioso mi aprobación, como un niño cuando le muestra un dibujo a su madre.

—Solo porque tengo hambre me lo comeré—respondí sin mirarlo.

— ¿Entonces no le agrada? —Pareció sorprenderse.

—Bueno, no es horrible—contesté y seguí comiendo.

—Me alegra que le guste.

— ¡Yo no dije tal cosa! —grité. El estúpido ese se estaba riendo. ¡Riendo en mi cara! —. Llévatelo, no quiero más.

— ¿Por qué? —preguntó desanimado.

—Ya te dije que no me gusta y no tengo tanta hambre. —Mentira. Moría de hambre y por comer de nuevo ese plato.

—Como guste. Preparé su cama para dormir. No olvide que su tía vendrá mañana.

— ¿Querrá hablar de la empresa?

—No creo que venga hasta aquí para una simple visita de cortesía.

—Bien. Escucha, quiero que hagas algo por mí.

—Sabe que estoy a su disposición en todo. —Se inclinó una vez más.

—Verás, hay una persona… Era un viejo amigo de mi padre, su más fiel sirviente. Quiero que lo traigas de regreso, quiero que trabaje para mí.

— ¿Un sirviente para la mansión?

—Algo así. Él fue quien crio a mi padre desde que nació, era su hombre de confianza. También cuido de mí y mis hermanos. Quiero que trabaje aquí de nuevo. Imagino que estará jubilado, pero no me interesa, el trabajo que le daré no es para nada sacrificado. Quiero que lo traigas como sea, ¿me entendiste? Haz lo que tengas que hacer, pero tráelo. No recuerdo su nombre, tendrás que averiguarlo.

— ¿Es una orden?

— ¿Tu qué crees? —Puse los ojos en blanco.

—Pues dígalo.

— ¿El qué? No creo que sea necesario.

—Lo es, debe aprender. Cuando quiera darme una orden importante, dígalo. Si no lo hago, el contrato se encargara de hacer su parte.

—El castigo… Bueno, no es que no quiera verte sufrir, pero vale, haré lo que me pides. Demon trae aquí a ese hombre. Es una orden.

—Sí, ama. ¿Dígame para cuándo lo quiere aquí?

—Para lo antes posible. —Ya que la mayoría de mis memorias habían regresado, recordaba bien a aquel hombre que había sido como un abuelo para mí. Tenía que volver al servicio, tenía que pagarle por todos los años de fidelidad a mi familia.




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