No podía saber dónde me encontraba a causa de la oscuridad que me rodeaba. La única luz de que allí podía vislumbrar era un pequeño rayo que se colaba por alguna rendija, por lo tanto debía de encontrarme en algún tipo de habitación. Tenía frío, bastante en realidad, incluso estaba temblando y tenía que abrazarme a mí misma para darme un poco de calor. El aire frío que acariciaba mi cuerpo no me daba un segundo de paz. Por lo que mis dedos podían percibir, estaba desnuda. Una imagen del pasado llegó a mi cabeza y me hizo entrar en pánico. ¿Me habían vuelto a secuestrar?
— ¿Dónde estás Demon? —pensé.
Traté de levantarme, pero me di cuenta de que estaba encadenada a una pared de piedra. Me sentía débil, por lo que no intenté luchar contra aquellas cadenas. Decidí confiar en el demonio al que le había vendido mi alma. ¿Por qué eso era lo que había sucedido, verdad? ¿Damon era real o solo parte de mi atormentada mente? Quizás llevaba tanto tiempo encerrada que mi cabeza había perdido en norte y tenía alucinaciones.
Mis ojos se cerraron poco a poco, cada vez me iba sintiendo más cansada. A pesar de temer morir congelada, me dejé llevar por el sueño. De un momento a otro mis ojos se abrieron nuevamente, había oído algo muy particular; risas. ¿Realmente eran risas o estaba verdaderamente mal? No eran voces adultas y masculinas, sino infantiles.
—Me estoy volviendo loca…—Las risas pasaron a voces de golpe, son tenebrosas y parecen querer atormentarme.
—Jessica—dijo un niño.
—Jessica—repitió una niña.
— ¡Jessica! —exclamaron al unísono—. ¡Jessica, despierta!
—No puedes dormirte sin haber jugado con nosotros—habló la niña entre risas.
— ¿Piensas dejarnos solos otra vez? — Volvieron a hablar a la vez.
— ¿Otra vez? — ¿De qué estaban hablando?
—Lo harás, nos dejarás de nuevo con él. —No lograba entender de quién hablaba la niña.
—Él… ¿Quién es él? —Ambos comenzaron a llorar.
— ¡Ya viene, ya viene! —gritó asustada la pobre niña.
— ¿Quién viene? ¿De quién estáis hablando? — Si me hubiera encontrado menos cansada mi pregunta abría sido más enérgica, pero apenas me quedaban fuerzas para mantener los ojos abiertos.
—Ya llegó. —El niño parecía muy asustado— En ese instante una fuerte presencia se hizo presente.
— ¿Demon? —pregunte en una apenas audible voz. En ese mismo momento un gruñido estruendoso surgió de aquella oscuridad— Tú no eres Demon—dije casi sin aliento.
El frío se hizo más fuerte y las voces de aquellos niños parecieron apagarse lentamente, como una vela consumiéndose en medio de la oscuridad. ¿Qué era todo aquello? ¿Quién era él?
— ¡Maldita sea! —exclamé. Una fuerte luz proveniente de algún lugar me haba echo abrir los ojos de golpe.
— ¡Al fin! Llevo llamándola media hora y nada, no ha habido forma de despertarla, comenzaba a preocuparme.
—Tenías que ser tú… ¡Maldito demonio!
—No tiene buena cara, ¿durmió mal? La verdad es que la noté un poco agitada mientras descansaba. ¿Una pesadilla tal vez?
—Eso a ti no te importa. Más te vale no volver a despertarme de esta manera. — Al parecer de donde provenía aquella luz era del exterior. El idiota había corrido las cortinas.
—Me disculpo. — Se acercó a un carrito con una bandeja de comida—. Su desayuno. Espero que sea de su agrado. —En la bandeja había varios platos. En uno de ellos había unas cuantas tostadas, en otro dos croissant y en unos pequeños platitos mermelada de fresa y mantequilla. En la bandeja pude ver también varias piezas de fruta: un racimo de uvas, una naranja en trozos, rodajas de kiwi y un par de fresas. También había un vaso lleno de zumo de naranja y a su lado una humeante taza de café—. Esta mañana pensé en traerle un delicioso desayuna francés. ¡Que lo disfrute! —Hizo una reverencia con una sonrisa, luego dejó la bandeja sobre mis piernas y fue hacia mi armario.
— ¿Qué haces? — pregunté mientras cogía el tenedor para comer una fresa.
—Busco algo que le sirva para la reunión de hoy.
— ¿Reunión? —Mi mente se encontraba presa de aquel extraño sueño, no recordaba lo que estaba programado para esa mañana.
—Hoy debe ir a la empresa. No me diga que no se acurda. —Él suspiró—. ¿Tomó anoche su medicina?
—No, pero tampoco la necesito. Claro que recuerdo muy bien la reunión de hoy, solo que apenas estoy levantándome, imbécil. —Él volvió a suspirar.
—Por favor, termine de comer y luego tome su pastilla. No pude dejar de tomarlas porque sí.
— ¿Desde cuándo me dices lo que tengo que hacer? Soy yo quien da las órdenes.
—No si se trata de su salud—respondió de forma seria y fría, incluso logró que un escalofrió recorriera mi cuerpo. A veces olvidaba lo importante que era para él conservarme con vida. Aquella sensación me regresó por un breve instante a la pesadilla en la que me encontré presa. Aquello había sido demasiado real, ¿debería de darle importancia?
— ¿Liberaste a todos los niños? —pregunté de forma inconsciente al demonio. Él dejó el vestido que había sacado para verlo mejor de nuevo en el armario y me miró extrañado.
—Sí. A excepción de los cadáveres liberé a todos. ¿Por qué la pregunta?
—No es nada—respondí tomando un sorbo de zumo de naranja.
En mi sueño aquellos niños dijeron que los había dejado con “él”. ¿Quién era “él”? ¿Quiénes eran esos niños? ¿La niña podría haber sido Emily? No, ella estaba muerta.
— ¿Me está escuchando? —El demonio me miró molesto, al parecer llevaba un rato hablándome, pero yo estaba en mis mundos.
—No. Pensaba en otra cosa. ¿Qué decías?
—Está rara. —Se acercó a mi cama—. ¿Tiene fiebre? —Hizo ademán de tocarme la frente, pero como un acto reflejo mi mano impidió que lo hiciera, apartando la suya de un golpe.
—Creí haberte dicho que no me tocaras—le dije con un siseo.
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Editado: 29.06.2021