El viaje hasta la sede de mi empresa, que se hallaba en el centro de la ciudad, duró media hora aproximadamente. A pesar del poco tiempo transcurrido, el trayecto fue largo por la tensión generada en el coche. Ninguno de los dos había dicho algo y seguramente Ramón deseaba tanto como yo llegar a nuestro destino. Una vez estuvimos frente a la puerta del imponente edificio, bajé del coche como una bala.
—Aquí me quedo. Vuelve a la mansión.
— ¿Y cómo piensa volver a casa?
— Eso es asunto mío, haz lo que te he dicho. — En ese mismo instante cerré la puerta con un fuerte y sonoro golpe. Una vez cerrada, Ramón pisó a fondo el acelerador y se fue, dejándome al pie de las escaleras que me llevarían al primer paso para alcanzar la venganza que tanto anhelaba.
Me puse un par de gafas de sol que había tomado antes de salir de mi habitación, tenía por costumbre hacerlo. Miré hacia al edificio de quince plantas que se alzaba frente a mí. Tenía vagos recuerdos de haber estado allí, en especial porque estaba bastante cambiado, lo único que conservaba intacto era su poco práctica y segura estructura, pues en lugar de paredes había ventanas. Vale, era muy bonito al dar la sensación de estar hecho de cristal, pero sin duda era todo un peligro.
Recordé por un instante cómo fue la primera vez que mi padre me llevó a ese lugar. Yo fui pensando que habría un montón de chocolate, pero me llevé una buena desilusión al darme cuenta de que aquel lugar era una de las empresas, no de las fábricas. Desde entonces ese lugar se convirtió en algo aburrido y desagradable para mí, después de todo solo era una niña.
Poco a poco fui subiendo los escalones que me llevaban hacia la gran puerta giratoria transparente. Muchas personas entraban y salían con prisa, todas sin mirarme, solo concentrados en sus teléfonos, relojes, agendas o incluso sus primeros cafés del día.
Tomé aire y después lo solté de golpe. Estaba lista para enfrentar lo que me esperaba al otro lado de la puerta. Cuando entré me percaté de que interior era lo más modificado, cosa totalmente normal, los años pasan para todos, sin embargo lo que seguía intacto era el logo de la empresa; un enorme círculo hecho con baldosas negras que en su interior contenía un búho.
— ¿Un búho? Pues sí que es casualidad. —Dejé de mirar el mosaico y avancé hasta la recepción. Allí, una chica joven hablaba por un micrófono conectado al teléfono.
—Disculpe, señorita— dijo ella, luego siguió hablando con alguien al otro lado de la línea —. Perdón, tardaré un poco. ¿Por qué no toma asiento o vuelve más tarde? Como prefiera —continuó hablándome con una sonrisa forzada. La muchacha dejó de mirarme y prosiguió con su inútil conversación. De haber sido algo importante habría esperado, mas fue todo lo contrario —. Sí, anoche lo pasé de maravilla…—Ella hablaba como si yo no estuviera allí.
— ¿No piensa que tiene mejores cosas que hacer que hablar con su novio? — Obviamente no me iba a quedar callada, por no mencionar que esa llamada la estaba pagando mi empresa.
— ¿Disculpe? —La chica me miró furiosa —. Te llamo en cinco. — Cortó la llamada y se quito el auricular para hablar conmigo — .Mire no sé quien se piensa que es, pero no es nadie para venir a decirme lo que hago o dejo de hacer, para su información hablaba con un cliente muy importante de esta empresa.
— ¿Se acuesta con él? —pregunté con una sonrisa torcida.
— ¡¿Cómo se atreve?! ¡Lárguese de aquí ahora mismo o llamo a seguridad! — Decidí seguir molestándola.
— ¿De verdad no se trata de un novio o un amante? Es decir, parece que anoche lo pasó muy bien con la persona en cuestión. Oh… ¡Esa sonrisa soñadora al hablar! Y no olvidemos su jugueteo con el cabello. Esta mal eso de hacer llamadas personales en horario laboral y con el teléfono de la empresa, ¿sabes?
— ¡Ya colmaste mi paciencia, niña! ¡Llamare a seguridad!
—Lo único harás será indicarme el camino hasta el despacho del presidente.
— ¿Cómo? Tú estás loca, mocosa. Mejor vete. —Soltó una carcajada.
— Deberías tratar con más respeto a la persona de quien pende tu puesto.
— Se acabo. —La joven cogió el teléfono, dispuesta a llamar a seguridad. Yo con mi dedo pulse el botón para evitarlo.
— O me enseñas el camino al despacho u otra chica en tu lugar lo hará. Tú decides.
— Muy bien. Te echaré yo misma a patadas. —Ella salió del mostrador y me cogió del brazo. Yo la aparté de un golpe.
—No vuelvas a tocar a la única dueña de esta empresa, ¿entendiste?
— ¿Dueña? ¿Tú? Por favor, no me hagas reír. Aquí el único dueño es el señor Rogers.
—Mi nombre es Jessica. Jessica Breakmount. —La muchacha entró en shock.
—Eso es mentira, ella murió hace varios años. —Me quité las gafas de sol y le mostré mis ojos. Ella se llevó una mano a la boca.
— Yo no me veo tan pálida. —Ella al fin reaccionó, junto sus manos y agachó la cabeza.
— ¡Dios mío! ¡Señorita, perdóneme! ¡Siento mucho todo esto, siento haberla llamado mocosa y agarrado de esa forma! Por favor, no me despida tengo una madre enferma y…
—No me interesan tus problemas. Llévame al despacho del presidente.
—Sí, señorita. — Se movió rápidamente hacia el ascensor, yo la seguí con paso tranquilo. Tal vez me pasé un poco con la pobre chica, pero fue divertido. Además tenían que respetarme —. Mi nombre es Ann, señorita. Estoy para servirle en lo que usted quiera.
—Ya te dije lo que quiero. Hazlo.
—Sí. Su despacho está en la última planta. —Ella pulsó el botón y en pocos segundos ya habíamos llegado.
Las puertas se abrieron poco después y ella salió primero, para mostrarme el camino. Anduvimos todo recto hasta llegar a una gran puerta. Junto a esta había un escritorio y detrás de él otra chica que masticaba un chicle de forma compulsiva. Miraba la pantalla de un ordenador y pulsaba las teclas velozmente.
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Editado: 29.06.2021