Ultralita

6. Amenazas

Estoy completamente segura de que la clase del señor Fisher será lo que resta de curso un suplicio. Los minutos van pasando lentamente, los trabajos que propone para el semestre, son sobre temas que ya he dado, y… Y la constante sensación de que William me vigila, y está pendiente de cada gesto que realizo me perturba.

Tomo apuntes de manera distraída, mientras el profesor sigue dando las pautas sobre como quiere que se le entreguen los ejercicios. Sin realizar movimientos bruscos, dirijo la mirada de manera furtiva hacia el asiento que ocupa Will, me doy cuenta de que no soy la única chica que lo observa, y es lógico. Tiene un aura, un magnetismo que seduciría al mismísimo demonio.

Me paso la lengua entre los labios, no he cruzado una mísera palabra con él, pero por alguna razón me altera su forma de actuar. Bombeándome el corazón con una velocidad inusual, el sonido de mis latidos en los oídos logra aturdirme. Las manos me tiemblan, y juego con el bolígrafo moviéndolo entre los dedos incapaz de quedarme quieta.

De repente suena la campana, y me llevo las manos a la cabeza. ¡Ha salido volando!

Retengo la respiración al sentir todas, y cada una de las miradas de la clase, observándome mientras me levanto para ir a recogerlo del suelo.

Sophie llega antes que yo, y me lo entrega realizando un encogimiento de hombros para quitarle importancia al hecho de que casi dejo tuerto a uno de mis compañeros. Reviso a mi alrededor, dándome cuenta de que William ya no está.

―Perdón ―me disculpo con el pobre chico. Él a su vez me responde que no ha sido nada.

Tengo que apurar para llegar a la siguiente clase debido a que me he acercado al parking para cerrar el coche con llave, una cosa es albergar la esperanza de que nadie lo robará, y otra muy distinta que eso ocurra. Llego casi sin aliento al aula.

Por suerte las dos siguientes clases son entretenidas, y se me pasa el tiempo volando. A la hora del almuerzo me veo rodeada por varias compañeras que me insisten que vaya este fin de semana con ellas a la ciudad, parece ser que la idea a surgido de Sophie, y que se lo fue a proponer a Sally.

―Di que sí… ―insiste Sophie, implorándome con la mirada.

―Es divertido ―plantea Anna, que hasta ese momento se mantuvo al margen.

―No puedes negarte ―sonríe Sally, mientras enreda el dedo índice en un mechón rubio.

―¿Y qué haríamos? Me refiero, a que no iremos de compras, ¿no? ―«Por favor, por favor que no me lleven de tiendas», suplico en silencio.

―No, tranquila ―dice con desparpajo la rubia―. Aquí no nos damos tanta prisa para encargar los vestidos del baile de otoño. Eso lo podemos hacer la próxima semana ―comenta con entusiasmo.

―Pero, pero… ¿en qué fecha se celebra el baile? ―tartamudeo, no creí que aquí se les diese importancia a estas cosas.

Avanzamos con nuestras bandejas, hasta una de las mesas alargadas, y nos sentamos.

―Este año se ha decidido que cuadre el mismo día de Halloween que por suerte es viernes. ¡Será genial! ―exclama, bajo la atenta mirada de todo el comedor que se gira al escuchar el grito que ha dado.

Lívida, tomo asiento, y con miedo a conocer la respuesta le realizo la duda que tengo.

―¿No será un fiesta de disfraces no?

―Más o menos, Sophie te podrá explicar mejor todo, ella pertenece al consejo estudiantil.

Centro mi atención en mi otra compañera, que me informa de que el baile de este año es temático, y han escogido los locos años veinte. Los chicos tendrán que vestir de mafiosos, gánsteres, o algo significativo de ese tiempo. Mientras que las chicas podrán escoger atuendos típicos, o imitar a alguna celebridad.

La idea es original, al menos no me cruzaré con el típico gracioso de turno disfrazado de Freddie Krueger. Puede que hasta me anime a acudir.

Puaj, la pasta está asquerosa ―murmura Anna dejando a un lado su plato, interrumpiendo a Sophie.

«¡La cena!», recuerdo al escucharla.

―Chicas, ¿sabéis si en la biblioteca de aquí los ordenadores les funciona bien internet? ―Necesito alguna receta para evitar intoxicar a Red.

―Puedes probar, solo disponemos de tres ordenadores, y están bastante desfasados ―me orienta, Sally.

Me sugieren que vaya cuando terminen las clases, porque es posible que ahora no esté ninguno libre. Termino de comer, y seguimos charlando un buen rato antes de que suene la campana.

Horas mas tarde, me acerco a secretaria para entregar el comprobante con las firmas de los profesores. Le pregunto si puedo ir a la biblioteca o hay algún horario especifico.

―Puedes ir, la bibliotecaria cierra a las cinco.

―Gracias ―le agradezco con amabilidad.

El pequeño edificio se encuentra en la zona norte, paso por delante de la cafetería encogiéndome de frío, quizá ir a la ciudad y comprar un par de prendas gruesas no es mala idea.

Empujo la puerta, a mi derecha se encuentra un mostrador alto de roble, y detrás, la famosa bibliotecaria. Según la placa la señora Smith. Poso los brazos, y me tengo que poner de puntillas para susurrarle:

―Disculpe, quería usar un ordenador.

―El único que funciona está ocupado, tendrás que esperar a que termine ―dice con sequedad.



#50000 en Novela romántica
#3288 en Paranormal
#1069 en Mística

En el texto hay: amorprohibido, amor eterno, secretos

Editado: 30.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.