Ultralita

19. Rivales

Durante la hora del almuerzo, cuando entro en la cafetería, continúo devanándome los sesos con el asunto de las visiones, y he llegado a la conclusión de que mamá tuvo que pasarlo fatal durante su vida en Arlington, dado que si ella también era una bruja no pudo compartir lo que le ocurría con nadie.

Mi caso es distinto, puedo contar con la ayuda de Lincoln, y también con la de William. Dirijo la mirada al fondo de la cafetería buscándolo, él, como si hubiese invocado una respuesta por su parte, me corresponde observándome desde la lejanía. Sophie, y Sally charlan entre ellas sobre que quieren llevarme a las termas antes de que el pueblo se llene de turistas por la temporada de invierno, comentan que Hot Springs es conocida en el mundo entero por sus aguas curativas, casi mágicas, y que es algo que debo experimentar. Sin embargo, no les estoy prestando mucha atención, los ojos verdes de Will me cautivan de tal manera que no soy capaz de comportarme con naturalidad.

La primera vez que nuestras miradas se cruzaron sentí como el corazón se me aceleraba, y el resto de mis sentidos dejaban de funcionar para centrarlos en una única persona, William Green.

―Des, qué dices. ¿Te apuntas a venir el jueves? ―Sally me da un codazo, y me sonríe de manera cómplice, al darse cuenta de que estaba prestando atención a William.

―Perdona. ¿qué ocurre el jueves? ―Me centro en ella.

―Las termas, el jueves… ―pone los ojos en blanco.

―No creo que pueda, tengo que estudiar para el examen de francés ―realizo un gesto de fastidio.

―Vaya ―comenta con decepción―, si quieres puedo ayudarte yo.

Negando con la cabeza declino su oferta, es posible que Sally sea una buena estudiante, y que se le dé bien esa asignatura, pero sé que quedar con ella terminaría siendo todo menos una tarde de estudio.

En ese instante, me acuerdo de que el otro día en la biblioteca me pareció ver que tenían los libros de algunas de las clases que me faltan por tener hoy. Agarro un sándwich de la barra, y me despido con rapidez de mis amigas.

Los compañeros de las primeras horas han sido muy amables, y compartieron tanto sus apuntes como su libro conmigo, debido a que los míos están encerraos en el Buick, pero si es posible no molestar al resto con mis asuntos mejor.

Le doy un morisco al sabroso almuerzo que he escogido con tanta prisa mientras avanzo dirección a la biblioteca. Como no quiero que la empleada me vuelva a echar una mirada asesina, decido terminarlo delante de la puerta. Y cuando lo acabo, entro masticando el ultimo bocado que le he dado. Lanzo de soslayo una sonrisa sarcástica a la mujer, que me fulmina por encima de sus gafas, y luego continúo avanzando entre las estanterías repletas de libros.

Presto atención a los títulos, acercándome peligrosamente a la zona roja, ese lugar donde me habló por primera vez William. Cierro los ojos un segundo, y al abrirlos expulso el aire de los pulmones con lentitud. Reparo en una portada con el mismo tono del libro que usamos en francés, me pongo de puntillas intentando alcanzarlo, pero me está en una balda demasiado alta.

Las yemas de dedos rozan el borde del lomo, estiro todo el cuerpo, cuando de repente siento el tacto de una persona. Alzo la mirada, y lo sé, es él. Y de nuevo mi corazón late con fuerza, tanta que no crédito, y todo por culpa de que su cuerpo acaricia mi espalda, y eso me exalta.

―¿Necesitas ayuda? ―susurra en mi oído.

―¿Me estas siguiendo, William?

―Desde el primer día.

Giro sobre los pies, y nuestras miradas se cruzan. Inquieta, el pecho me sube y baja con brusquedad, y aumenta en el momento en el que él se acerca a mi rostro…

―Aquí lo tienes ―me pasa el libro, y abro los ojos al agarrarlo. Los he cerrado sin darme cuenta, y siento como mis mejillas se encienden debido a la vergüenza.

―Gra…

Nuestros labios se juntan, William me besa de manera fogosa, y ahogo un jadeo en su boca no solo por la sorpresa, que también, si no por el ansía con lo que lo hace. Una mano en mi nuca, la otra en la cintura, y yo dejo caer el libro de entre mis manos porque prefiero usarlas para tocarle.

Un carraspeo, nos interrumpe. William se aleja y mira por encima de su hombro, no hay que ser vidente para saber quién nos ha interrumpido. Sin mirar al frente, me agacho para recoger el libro, pero cuando me levanto el rostro de Will me preocupa.

―¿Ocurre algo? ―miro detrás de él por si es culpa de la bibliotecaria, pero ella ha vuelto a su puesto.

―Lo siento ―me dice en tono bajo―, no debí besarte. Es peligroso…

―Estarás de broma ―le suelto―. ¿Peligroso para quién?

No puedo creer que me este diciendo esto, que me bese y justo después me pida disculpas. Frunzo el ceño, esperando una respuesta.

―Para ambos ―comenta apretando los dientes, y sin decir nada más se aleja entre los pasillos dándome la espalda.

Me debato entre ir detrás de él y darle un bofetón, o olvidarme por completo del sabor de sus labios y continuar con mi vida. Se como sea, William ha desaparecido en los segundos que he tardado en reaccionar.

Aturdida, arrastro los pies hasta el mostrador, y le pido a la señora antipática que me anote el libro, ella me recuerda que el préstamo dura quince días. Espero que para ese momento ya tenga de regreso mis cosas, y mi coche.



#50018 en Novela romántica
#3288 en Paranormal
#1067 en Mística

En el texto hay: amorprohibido, amor eterno, secretos

Editado: 30.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.