Olivia
Debo decir que el rechazó del idiota de Leo si me dolió ¡nunca me había pasado algo semejante! Por regla general, era yo quien rechazaba a los hombres, no ellos a mí.
Menos por no aparecerme a un chica bien de falda rosas agita pompones, digo soy bailarina ¿eso no le basta? Esto solo me demuestra que los hombres son unos imbeciles.
Llego a casa donde, para variar, no hay nadie, no sé porque pensé que Cristobal y Diego me harían caso, dejo los cascos por ahí y me quito las converse, hoy es día de helado y comedias románticas.
(...)
—¿Hay alguien? —escucho a mi hermana Pilar y escondo los rastros de helado, casi me he acabado un bote yo sola.
—¡Aquí Pili! —sacó mi mano desde el sofá para que me vea.
—¿No deberías estar con tu conquista?
Dios, el que mis hermanos sepan sobre él lo hace más humillante.
—Me dio calabazas —admití.
—De lo que se pierde el gilipollas —Me trato de consolar, pero mi orgullo está inconsolable.
—¿Y tú qué haces aquí pequeña rebelde? —sonreí— No se me escapa el hecho de que le mentiste a los chicos sobre la supuesta pijama.
—¿Cómo lo has descubierto?
—No nací ayer Pilar, yo también fingía irme de pijamada con Gwen y Evelyn para irme con mis ligues, así que...¡desembucha! ¿Lo conozco?
Pude ver la expresión mortificada de mi hermana, eso me daba la seguridad de que, en efecto, conozco a su pretendiente.
—¿Tienes más helado? —me cambio la conversación.
—Seguro —Ya me enteraría quien es el misterioso pretendiente.
Saque más helado y ahora puse la película de "De buenas en el juego", una dosis de Vladimir Ventura es lo que nos hace falta.
Ni bien la película iba comenzando cuando tocaron el timbre y mire a mi hermana confundida.
—¿Esperas a alguien? —pregunte.
—No ¿Y tú? —negué, pero fui a abrir la puerta.
Era Leonardo.
—¿Qué haces aquí? —Ni mis películas favoritas y él helado me harían olvidar la ofensa.
—Quiero salir contigo —¿Está operado del cerebro o que?
—¡¿Pero quien te has creído?!
—Mira, quien tiene las de perder soy yo así que... —le solté una bofetada y cerré la puerta en su nariz.
Catalán idiota.
(...)
Por la noche ya habían llegado mis padres y el resto de mis hermanos, quienes se dieron cuenta de la falta de helado, pero prefirieron no decir nada, cosa que agradecí.
Como tampoco estaba de ánimos para ver a Eve, Gwen y Dan, comencé con mi ritual de belleza nocturno, estaba lavando mi cara cuando comencé a escuchar sonidos provenientes de afuera.
Eran...¿guitarras?
—¡Liv! —entró Pilar envuelta en su pijama de color rosa, pantalón y blusa— ¡Tienes que venir a ver esto! ¡Asómate por tu ventana!
La vi con gesto reprobatorio, pero le hice caso, sino jamás la iba a callar.
Era mister capullo y parecía que traía ¿una serenata? Vaya con lo que me gustan a mi esas cosas (nótese mi sarcasmo).
—¡Tienes que bajar! —chilla mi hermana emocionada— ¡Es obvio que es para ti! Ya vez que tan capullo no es —sonríe enamorada.
Bueno para una chica como Pilar tal vez, pero para mi...una mugre serenata no hará que cambie de opinión ¡me rechazo!
"Ya no tienes que cuidarme porque yo
Siempre he sabido que tus besos matan
Que tus promesas riman con dolor
Que eres experta en robarle latidos a mi corazón
Y tú nunca juraste que saldría ileso
Ya no te atrevas a pedir perdón
Yo te confieso que no me arrepiento
Y aunque estoy sufriendo podría estar peor"
¿Yo? ¿Pedir perdón? Este tío desde luego no sabe de qué van las serenatas.
—¿A quién le traen serenata? —pregunta mi madre emocionada, genial todo el barullo despertó a mi familia ¿ahora como explico esto?
—A Liv —sonríe Pilar y yo tengo ganas de matarla ¿que no sabe cerrar la boca?
—¡Pues tienes que bajar! Es de mala educación dejarlo afuera.
¿A quién le importa la educación? Vi a mi padre y pude notar su expresión divertida.
—¿No es cuando debes ponerte celoso? —pregunto con esperanza.
Él se encogió de hombros.
—Cariño, confió en tu buen juicio con los hombres, después de Lucas no puedo imaginar nadie peor y ese Leo se ve buena gente, deberías bajar.
Veo a mis hermanos y los desgraciados al parecer piensan lo mismo.
Traidores.
Me pongo una bata, ya que llevo un short y una blusa de color púrpura, bajo las escaleras y abro la puerta.
Ahí parado está Leonardo con un par de chicos con guitarras, uno es un compañero de clase que ahora mismo no recuerdo el nombre y al otro no lo conozco de nada, sabrá Dios cuanto les pago para hacer este espectáculo.