Capítulo 20 - SE VA

SE VA

Han pasado tres días desde la comida en mi casa, tres días en los que hemos hecho un millón de cosas juntos. Han sido días inolvidables en los que no me he separado ni un momento de él.

Pero ha llegado el momento, hoy es el día. Ese día que esperas que no llegue nunca, en el que deseas que el tiempo no pase pero que al final, al final llega. Porque todo acaba llegando, nos guste o no.

Hoy Blas se marcha a Madrid. Se va.

Lo voy a echar mucho de menos pero… me alegro por él. Parece contradictorio porque no quiero que se vaya pero a la vez sí. Va a poder cumplir su sueño, vivir de la música. De corazón espero que lo consiga porque es un gran artista y se merece el mayor de los éxitos.

Aunque me va a doler verle marchar, sé que voy a sufrir con su partida pero solo espero poder sobrellevarlo, ser capaz de superar el obstáculo en el que se va a convertir la distancia.

Suspiro con pesadez y me levanto de la cama para vestirme. Cojo un pantalón vaquero corto, una camiseta blanca de manga corta básica y unas sandalias. Me miro en el espejo y al verme lista salgo de la habitación para desayunar. Entro en la cocina y me siento en la mesa de la cocina.

—Hola princesa —me dice mi padre mientras deja la taza del café en la mesa.

—Buenos días —respondo algo decaída por el día que me espera y cojo un par de galletas que hay sobre la mesa.

—Pues llegó el día ¿no? —me pregunta mi padre tranquilamente mientras abre el periódico para leerlo.

—Ya vale papá —digo algo molesta—, no hace falta que me lo digas a todas horas —vuelvo a comerme otra galleta para no decir nada de lo que pueda arrepentirme después.

—Lo siento —levanta la cabeza del periódico para mirarme comprensivo— ¿Quieres que te lleve? —me ofrece.

—No hace falta papá pero gracias —le digo con una sonrisa—, cogeré el autobús —explico para tranquilizarle.

—De acuerdo cariño —me dice para después seguir desayunando.

Termino de desayunar, cojo el móvil, las llaves y la tarjeta del bus. Abro la puerta y salgo tras despedirme de mis padres. Ando hasta la parada del autobús y me siento a esperarlo. Cuando llega entro y busco un asiento. El camino al aeropuerto se me hace eterno, no dejo de darle vueltas a las cosas, en lo que pasara a partir de ahora.

Ni siquiera me doy cuenta de cuándo empiezo a llorar, solo siento como mis lágrimas surcan mis mejillas. Miro por la ventanilla como el bus me lleva hasta el aeropuerto, como me lleva hasta la despedida más dolora de todas.

La marcha de Blas.

Ha llegado el día, ese día que no quería que llegara pero que a la vez sí. Por una parte sí, voy a cumplir mi sueño, hacer lo que quiero, pero por otra parte no quiero. No sé si voy a poder soportar despedirme de María.

Mi pequeña. La voy a echar mucho de menos. Estos tres días han sido únicos y especiales. No me he apartado de ella ni un solo instante, quería aprovechar todo el tiempo que me fuera posible con ella.

Me levanto como puedo y me visto con unos vaqueros y una camiseta básica, algo sencillo y cómodo para el viaje. Voy hasta la cocina y cojo una taza de café y unas galletas del armario. Me siento en la silla y comienzo a desayunar. Al terminar voy a mi habitación y cojo las maletas que termine de hacer ayer. Salgo de casa y voy hasta el maletero del coche y las guardo.

Abro la puerta del coche donde me esperan mis padres pero no puedo entrar. Vuelvo sobre mis pasos y entro de nuevo en mi casa. Esa casa ha sido la que me ha visto nacer, la que me ha visto crecer, llorar, reír y sobre todo la me ha visto feliz junto a María. Ha sido la casa que nos ha guardado desde pequeños todos nuestros secretos. Miro por última vez y una lágrima se me escapa por mi mejilla.

Vuelvo otra vez al coche algo triste porque este fue, es y será siempre mi hogar, mi casa.

Mi padre pone rumbo al aeropuerto. Ese lugar me va a ver dar un paso muy importante en mi vida y también va a ser el lugar que me va a ver dejar atrás algo muy importante.

Se acerca el momento, la despedida con María. Va a ser doloroso. Lo sé.

Solo espero poder afrontarlo.