FIN DE UNA ETAPA
Termino de recoger las últimas cosas que me quedan en mi cuarto y cierro las maletas para llevarlas hasta el coche como puedo. Ayer me despedí de Lucía. Le conté todo y estuvimos llorando un buen rato. Ella no quería que me fuera pero entendía que necesitará tiempo para mí. Ella era una de las personas que más me dolía tener que dejar atrás.
Me subo en el coche y doy una última mirada a mi casa, esa casa que me ha visto crecer, que me ha visto llorar y reír y también la que me ha visto enamorarme y sufrir por ello. Siempre será mi hogar.
Llegamos al aeropuerto y espero hasta que me llamen para embarcar en el avión. Les he pedido a mis padres que se vayan a casa, tienen que ir a trabajar así que mato el tiempo escuchando música para evadirme de todo.
No puedo creerme como Ane me había hecho esto. Pensé que había cambiado pero lo tenía todo planeado. Ella sabía que María iba a venir a verme y lo planeó todo con Samanta para que ocurriera esto. Han esperado hasta que llegará María para que Samanta aprovechara a besarme y lo viera todo.
Que estúpido y tonto he sido. ¿Cómo no he podido darme cuenta? Ahora sí que sí la he perdido para siempre. Tengo que verla, hablar con ella. Necesito explicárselo, que me perdone y que todo vuelva a ser igual.
Así que aquí estoy. Enfrente de su casa dispuesto a contarle todo. Llamo al timbre pero nadie contesta, no hay nadie. Qué raro. Sus padres estarán trabajando pero esperaba ver a María aquí. Me siento en el descansillo a esperarla pero el tiempo pasa y no aparece, por lo que decido pasarme por casa de Lucía para ver si está allí. Es su mejor amiga y seguro que si no está sabrá dónde puedo encontrarla.
Llego a casa de Lucía y llamo a la puerta para ver la imagen de Lucía llorando. Esto no me lo esperaba. ¿Estará bien?
—¿Qué pasa Lucía? ¿Estás bien? —pregunto preocupado.
—¿Qué qué me pasa? —me dice gritando— ¿No lo sabes? —vuelve a preguntar más tranquila por mi cara de confusión— ¿Qué haces aquí? —me sigue preguntando.
—¿Saber qué? —pregunto sin entender nada—. He venido a buscar a María —digo el motivo de mi visita—. Necesito explicarle todo lo que ha ocurrido pero no hay nadie en su casa —digo esperanzado con ella sepa dónde está.
—María se ha marchado —me dice simplemente.
—¿Y cuándo va a volver? —sigo preguntando porque no me cuenta nada más.
—No va a volver Blas —me dice triste y seria.
Veo en su mirada que lo está diciendo en serio. Que se ha ido y que no va a volver más. Mi respiración se corta, siento como me falta el aire y como mi mundo se derrumba. No puede ser, no puede ser. ¿A dónde habrá ido?
—¿A dónde ha ido? —pregunto esperando que la respuesta no sea lo que creo que es.
—A Londres —me dice y mi corazón da un vuelco—, se ha ido a vivir a Londres —termina de decir.
—Pero… ¿Por qué? —no entiendo nada.
—Por ti Blas, se va por ti —me explica—, para poder olvidarte y pasar página —no puede ser.
No puede ser posible, no, no y no. La he perdido, estoy segura. Mis lágrimas amenazan con salir pero no puedo permitirlo. Soy horrible, la he cagado.
—¿A qué hora sale el vuelo? —pregunto porque las cosas no pueden quedarse así. Tengo que arreglarlo.
—A las 12 —me dice sin más.
Miro el reloj de mi muñeca y veo que son las 11:30. Tengo que irme ahora o sino no llegaré a verla y explicarle todo lo que ha pasado. Tengo que decírselo o sino no me lo perdonaré en la vida.
Dejo a Lucía en la puerta y salgo corriendo hasta el coche. Abro la puerta y enciendo el motor poniendo rumbo al aeropuerto. Tengo que llegar a tiempo e impedir que se marche. No puedo perderla, la amo y la necesito. Sin ella no soy nadie, sin ella no se vivir.
Aparco en el parking del aeropuerto a las 11:55. Tengo cinco minutos para encontrarla por toda la terminal. Así que echo a correr instintivamente. Encuentro unos asientos y me subo encima para ver si la encuentro. Busco y al final la encuentro cerca de la puerta.
—¡MARÍA! —grito desesperado porque no puedo permitir que se vaya.
No sé si me escuchó o no, lo único que sabía es que iba a traspasar la puerta y no podía dejar que lo hiciera. Me bajo de un salto de los asientos y corro hasta ella, pero justo en ese momento aparecen unos pasajeros procedentes de otro vuelo. Intento llegar hasta María pero las personas van en dirección contraria a la mía, dificultando mi llegada hasta ella.