Un Amor En Navidad

capítulo 3

-Nada –mintió – es solo que trato de pensar en que le regalare para navidad.

-Comienza a buscar mi pipa –canturreo Eduardo.

De nuevo Emily sonrió.

-¿Y tú qué quieres, Lucy? –preguntó la muchacha.

-Lo que quiera darme estará bien –dijo Lucy con la misma sencillez y humildad de siempre.

Ojala pudiera darte lo que quiero… pero llevo cuatro años fracasando pensó triste.

-¿Están bien con las cosa con los hoteles? –Pregunto Lucy –desde hace unos días te veo un poco decaída, como si tuviera preocupada por algo. Ya sabe que puede confiar en tu padre y en mí.

Emily sonrió y asistió.

Desde hace tres años, su padre había decidido delegar la dirección del negocio a su hija. Aunque eso no significaba nada que él se hubiera retirado del todo. Junto llevaba muy bien la pequeña cadena de hoteles, pero cada día, la responsabilidades de Emily eran mayores y asimismo estaba prosperando.

-No se preocupe, el negocio va a la mil maravilla –dijo ella con orgullo y sinceridad.

No podía quejar de su vida laboral. Le iba muy bien. En los tres años que llevaba dirigiendo todo, el negocio había crecido, pues con su astucia e inteligencia había innovado para no quedarse rezagada del mundo actual.

-No esperamos meno de ti, cariño –dijo su padre sonriendo con orgullo.

-¿entonces, qué te pasa, Emily? A mí no me engaña, sé que algo te preocupa.

-No es nada –insistió ella – es solo que estoy un poco cansada.

Lo que Lucy iba a decir, quedó interrumpido por la llamada telefónica que entre en ese momento. Emily aprovechó la oportunidad para evadir la conversación y se levantó rápidamente a contesta la llamada.

-Buena tarde, ¿podría hablar con la señorita Emily Manrique?

-Soy yo –dijo la joven sin reconocer la voz.

-Habla el detective Sánchez, le tengo muy buenas noticias.

El corazón de Emily dio un salto, pero no quiso emocionarse, porque ya una vez se había ilusionado, pero había sido una confusión.

-¿En serio? –preguntó la joven.

-¿Cuándo puede venir a mi oficina para leer el informe y ver la fotos?

Estaba ansiosa. Tenía una corazonada de que esta vez sí…

-Esta misma tarde. Más bien ya mismo –dijo ansiosa. Si quería que esta navidad fuera distinta, tendría que moverse rápido.

-Aquí estaré esperándola –dijo el hombre al otro lado de la línea.

La muchacha se despidió y colgó la llamada ante de ir al comedor.

-Tengo que irme –dijo ante de tomar el vaso con su jugo y beberlo rápidamente.

-¿Pasa algo malo? –preguntó Eduardo ansioso.

-Eh… no… solo que hay un cliente muy importante que necesita unos datos que solamente tengo yo –mintió –tratare de no tardar.

No oyó lo que contestaron pues se apresuró ir al garaje a tomar su auto. En menos de tres minutos ya estaba en la carretera, volando hacia la oficina del detective.

Su corazón le dijo que por fin la había encontrado.

-Aquí está el informe –dijo el detective entregandole la carpeta.

Emily estaba sentada en la pequeña oficina del detective Sánchez.

Acaba de llegar y en breve el hombre le entregó los datos hallados. Ella tomó la carpeta con la mano temblorosa. Porque no sabía si de nuevo iba a ilusionarse, pero algo en su interior le decía que no sería así. Abrió la carpeta y lo primero que vio fue una foto.

La verdad es que era ella.

Ocho años mayor, pero inconfundiblemente era ella.

Mitchelle.

La hija de Lucy.

La mujer a la que llevaba buscando más de cuatro años.

No había duda.

¡Era ella!

Había más de diez fotografía y no había posibilidades al error. Era ella el mismo cabello pelinegra, los mismos ojos azules y penetrantes, la misma nariz femenina perforada por un pequeño pirsing y el mismo mentón. Los años habían pasado por ella de manera benévola. Ahora era mucho más elegante y más fornida de lo que había sido a los veintidós. Tenía un aura de elegancia y de poder que no había tenido en aquel entonces. Y por supuesto era absolutamente una mujer. Estaba mucho más hermosa que ante.

Sus ojos se anegaron mientras revisaba las fotografía y su corazón sentía un inmenso alivio que ella estuviera viva, de tener la oportunidad para tratar de enmendar el error que había cometido ocho años atrás.

-¿Te siente bien? –preguntó el detective al ver la reacción de Emily. Le entregó un vaso de agua, pues por experiencia conocía el desconcierto de sus clientes cuando encontraba lo que buscaba.

-Estoy bien –dijo ella recibiendo el vaso y tomando unos sorbos –por favor cuénteme todo.

-Está en el informe que tiene en sus manos.

-Pero… estoy tan… no podría leer ni una letra, por favor, cuéntamelo –insistió ella con ansia en su voz.

El detective sonrió y se sentó al frente a ella.




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