-Listo.
Terminamos de limpiar la biblioteca.
Estuve dos largas horas acomodando esos libros.
-Aún nos queda una hora de castigo -dijo Emilio.
¿Una hora?
¡Mi cita es en treinta minutos!
¡¿Por qué en mi primera cita tiene que pasarme esto?!
-Creo que debes cancelarle a Dylan -comentó Emilio.
-No le voy a cancelar.
-Entonces ¿como saldras de aquí?
-¡Eso estoy pensando, idiota!
-Ay pero que amargada, uno queriendo ayudar.
-Me ayudas guardando silencio.
-Gruñona.
-Idiota.
-¡Ya deja de decirme idiota!
-¿Dejaras de llamarme gruñona? -pregunté sabiendo la respuesta.
-No.
-Entonces yo tampoco.
Bien, ahora Kenzie debes pensar en como escaparte de aquí.
Debo llamar a Laura y Gabriela.
-Kenize.
Tengo que decirles que me ayuden a salir.
-Kenzie.
Debo ir a mi cita.
-Kenzie.
-¡¿Que quieres?!
-La puerta está cerrada con llave.
-No inventes co . . . ¡Mierda!
¡¿Por qué diablos cerraron la puerta con llave?!
El director está loco.
Ahora ¡¿como carajos salgo de aquí?!
Debo buscar la salida.
-Kenzie.
Puedo empujar la puerta.
-Kenzie.
Puedo decirle a Emilio que empuje la puerta.
-Kenzie.
-¡¿Y ahora qué?!
-Nada, solo quería molestarte.
-¡Estúpido!
Empecé a inspeccionar el lugar y . . .
¡Bingo!
¡Hay una ventana!
-Emilio.
-Dime.
-Mira -señalé la ventana.
-Oh si, tú si que estás loca.
-No digas estupideces y ayúdame a salir de aqui.
-¿Por qué debería ayudarte?
-¡Solo has lo que te digo!
-¿Y si no quiero?
-¡Emilio!
-Esta bien, te ayudaré pero a cambio quiero algo.
-¿Que cosa?
-Quiero que me compres un bote de Nutella.
¿Enserio?
-Claro -acepté y vi como se puso a festejar.
Emilio me ayudó a abrir la ventana, estaba muy pesado para alguien como yo.
-¿Y ahora que?
-Ahora ayúdame a trepar y saltar.
-¡¿Qué?!
-¿Quieres tu Nutella si o no?
-¡Kenzie, está muy alto!
-¡Ay vamos! ¡no está tan alto! Aparte yo soy la que va a saltar.
-¡Yo también!
-¿Qué?
-¿Que pensaste? ¿que me iba a quedar aquí?
-Bueno . . .
Subimos a la ventana y no estaba tan alto como decía Emilio.
-¡Está altísimo! -gritó este.
-Exagerado.
-¡Yo no bajo por aquí!
-Emilio ¿le tienes miedo a las alturas?
-¡¿Qué?! ¡Claro que no!
-¿Seguro?
-¡Si, le tengo miedo a las alturas! ¡Ayúdame Kenzie!
Oh, por eso no quería subirse a la montaña rusa aquella vez.
Que mala fui al obligarlo subise a ese juego.
-Bien, lo que debemos hacer es . . . ¡no sé! ¡¿como se trata a una persona que tiene miedo a las alturas?!
-¡Yo que sé!
-¿Sabes qué? Lo que vas a hacer es saltar cerrando los ojos.
-¿Saltar cerrando los ojos? -preguntó confundido.
-¡¿Acaso eres sordo?!
-¡Solo te estoy preguntando!
-¡Entonces no preguntes!
-¿Y bien? ¿Entonces salto?
-Salta cerrando los ojos, por favor.
-Si muero en esto, Kenzie quiero que sepas que no he odiado a alguien tanto como te odio a ti, considerate afortunada.
-¡Salta de una maldita vez, imbécil!
Y saltó.
Así chicos perdimos a Emilio, mañana será su velorio.
Nah mentira, sigue bien vivo.
-¡¡AHHHH!! -gritaba mientras saltaba.
Dramático.
-¡Ahora te toca a ti! -gritó desde abajo.
-¡Allá voy!
Me lancé y ¡Mierda!
¡Fue la peor caída del mundo entero!
-¡Ay pesas mucho, estas gorda!
Sip, caí encima de Emilio.
-¡Callate idiota!
-Ahora que ya no estás encerrada puedes ir con ese Dylan -dijo Emilio.
-Nunca entenderé por qué Daniel y tú lo odian tanto.
-Pronto lo sabrás -dijo y se fue.
-¡Oye! ¿donde vas?
-Tengo cosas que hacer, tú ve con ese, adiós.
Nunca entenderé a los hombres.
Son tan misteriosos. . .
¡Ahora sí!
¡Debo llamar a las chicas!
♡♡♡
-Perfecta.
Estaba en mi casa con Laura y Gabriela.
Ya estaba lista para la cita con Dylan.
-Te ves hermosa -me dijo Gaby.
Sólo llevaba puesto una falda negra con una blusa roja de manga corta.
Ah si, y los infaltables zapatos deportivos.
¡Amo esos zapatos!
-Ahora si, ¡ve con tu galán!
-¡Nos vemos chicas!
Las chicas se fueron y yo me dirigí a lugar acordado de la cita.
Me fijé la hora en el reloj que llevaba en mi muñeca y vi . . . ¡¿4:10?!
¡Maldición!
Llevaba atrasada diez minutos.
Llegué al sitio donde nos encontrariamos y pude localizar a Dylan sentado en una de las mesas del restaurante.
-Hola -saludé.
-Oh, hola, pensé que no vendrías.
-Lo siento, es que tuve algunos problemas en el instituto.
-No te preocupes.
-¿Esperaste demasiado?
-No mucho.
Me senté y la mesera vino por nuestras órdenes.
-Pide lo que desees -me dijo Dylan.
Agarré la lista del menú y ¡diablos!
¡Todo aquí cuesta más de 100 dolares!
-Ehh, yo quiero . . . ¡esto!
-¿Una ensalada?
-¿Eh?
¡¿Una ensalada?!
Mierda.
Ahora va a pensar que soy una de esas rubias que se cuidan y comen bien para parecerse Barbies.
-Kenzie, eres libre de pedir lo que quieras, no creo que con una ensalda quedes satisfecha.
-Bueno, entonces quiero esto.
-Bien, unos spaghettis y una lasagna, ahora regreso con sus pedidos -dijo la mesera y se fue.
El entorno se convirtió en un silencio incómodo.