SABINA
Cada vez que llegábamos de la reunión en hacienda de los Genco, iba directo a mi dormitorio para guardar mis dibujos de Kaidan con los demás que ya tenía hechos. Mi madre dice que heredé su pasión por el arte y el dibujo, es verdad, siempre me ha gustado pintar y dibujar.
Tenía varios libros cuyas hojas se encontraban repletas de dibujos hechos por mí. Algunos eran flores, arboles, figuras sin forma pero había uno en especial lleno de mis intentos por retratar a Kaidan. El último que había hecho fue mi favorito, logré plasmar sus rasgos casi a la perfección, aunque mis trazos aún eran nerviosos. Mejoraría con el tiempo, estaba segura de eso….
Pasaron los días y mis hermanas y yo teníamos maneras diferentes de pasar nuestro tiempo. Romina le gustaba estar horas en la biblioteca, Eliana siempre convencía a nuestra madre para salir y que le comprara alguna frivolidad, mientras que el estudio de arte era mi espacio. Toda la estancia estaba llena de luz, el aroma de óleo y pintura no me desagradaban. Ni siquiera prestaba atención a la pintura que podía manchar y arruinar mi vestido, estaba más concentrada en darle color a mi obra.
—¿Qué haces mi princesa hermosa? —preguntó mi padre a mis espaldas.
—Un regalo para Kaidan. —respondí con una sonrisa. Mi padre se acercó y miró con detenimiento el cuadro.
—¿Ese es Kaidan? —asentí, sintiendo mis mejillas calientes.
—¡Aun no está listo! Sé que los trazos no son perfectos, pero estoy poniendo todo mi esfuerzo en ello —los ojos verdes de mi padre me miraron enternecidos y se inclinó para besar mi frente.
—Sé que sí. Eres igual a tu madre en muchos sentidos.
—¿Crees que a Kai le gustará? —pregunté insegura. “Sería muy doloroso que no le gustara mi regalo”.
—¡Le encantará, princesa! Y si no, ya me imagino dándole una zurra por despreciarte un regalo.
—¡Padre no vas a darle ninguna zurra a Kaidan!
—¡Soy muy capaz! Si te hace sentir mal no me va a picar la mano, así que avísale. —me empiezo a reír casi a carcajadas.
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KAIDAN
Mi madre no había vuelto a tocar el tema del matrimonio arreglado, por lo menos no en mi presencia. Pasaron las semanas y cuando llegó el veinte de noviembre, fue el día de décimo tercer cumpleaños y estaba emocionado. Adoraba celebrar mi cumpleaños, mi círculo de amigos era reducido, Alejandro es mi mejor amigo pero también consideraba muy cercanos a los gemelos Robert y Adam Bonet. Quienes también tenían una hermana menor, Felicite de once años.
—¡Kaidan feliz cumpleaños! —Felicite me abrazó con efusividad, sonreí. La pequeña niña rubia siempre se había mostrado muy cariñosa conmigo.
—Felicite compórtate —le dijeron los gemelos y ella se separó de mi con las mejillas sonrojadas. Era una niña bastante linda, con ojos marrones y bucles rubios igual que sus hermanos, aunque me resultaba muy melosa.
Nos encontrábamos en uno de los saloncitos de mi madre.
—¿Felicite por qué no vas a jugar con las hermanas de Kaidan y las otras niñas? —sugirió Adam cansado de que su hermana menor estuviera encima de nosotros.
—¡Pero estoy muy a gusto con ustedes! Y ellas no parecen que quieran que me una a sus juegos. —reprochó la niña con una mueca.
Diana y Cokkie estaban con las hermanas McFarlan en la salita continua, jugando y riendo muy a gusto, sabía que no se negarían a incluir a Felicite pero la niña rubia era la empecinada en estar con nosotros.
Pronto llegaron las trillizas y mi atención casi de inmediato fue hacia Sabina. Ella a diferencia de sus hermanas que vestían de azul, usaba un bonito vestido color violeta, ese color la hacía ver más bonita. Eliana y Romina me felicitaron pero cuando fue el turno de Sabina, ella traía un pequeño retrato en manos.
—Soy yo. —dije sorprendido al sostener el cuadro entre mis manos.
—Lo pinte para ti, ¿te gusta? —preguntó tímida, no diría que se parecía mucho a mí pero Sabina seguramente puso mucho esfuerzo en esa pintura, me enterneció. Podía imaginármela sentada frente al cuadro, sosteniendo los pinceles y haciendo trazos con paciencia, tratando de hacerlo lo más perfecto posible.
“Todo el esfuerzo que puso en ello por mí era un gran regalo”.
—Sí, me encanta Sabina.
SABINA.
“Él lucia feliz con mi regalo” –pensaba con el corazón acelerado de la emoción.
—Lo guardaré en mi dormitorio, ¿me acompañas? —asentí y lo seguí con una sonrisa, ignorando a los demás.
Pocas veces había entrado al dormitorio de Kaidan. Él tenía muchos libros y novelas, toda la habitación se encontraba ordenada seguramente porque los sirvientes se encargaban de ello. Sabía que Kaidan podía ser muy desordenado. Me senté en su cama mientras veía como Kaidan dejaba el retrato que le regalé en su escritorio.
—¿Entonces si te gustó?
—¿Por qué dudas de mí? —preguntó divertido situándose frente a mí.
—Es que… —él me abrazó y sentí como los colores se subían a mi rostro mientras lo abrazaba de vuelta.
—Gracias por hacer eso para mí, Sabina. Puedo suponer el esfuerzo que pusiste en ello y por te adoro. —el corazón podía casi salirse de mi pecho en este momento, no cabía de la felicidad en este momento.
—Y yo a ti te quiero muchísimo Kaidan. —confesé en un susurro.
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Editado: 02.04.2022