SABINA
Pasé todo el día metida en el estudio, pintando, sentía que volvía a ser yo misma y hasta era más feliz de tener mi manos manchadas de pintura.
—Miladi, lord McDonall vino a verla. —anunció una de las sirvientas. Dejé la paleta de colores y el pincel a un lado, mi vestido estaba un poco manchando y siendo honesta tenía pereza de ir a cambiarme.
“Es Kaidan, me conoce y no creo que le importe mi vestido”.
Con eso en mente fui al salón a recibirlo. Se levantó apenas me vio entrar a la estancia y sonrió.
—Estas preciosa. —dijo nada más verme.
—Tengo pintura en mi vestido.
—Igual te ves preciosa —enfatizó con una voz cariñosa, sonreí.
“Es lindo que te digan palabras de bonitas aunque estés desarreglada”.
—Gracias por decirlo. —tome asiento en el mueble y él se sentó junto a mí. Noté la gran caja que había en la mesita.
—Antes que todo, ¿no tienes anda preparado para mí cierto? ¿Ningún golpe o broma? —reí.
—¿Tienes miedo?
—No. Solo para estar seguro —respondió con tranquilidad. —Te traje esto, creo que es ideal para hoy.
Señalo la bella caja de madera tallada con bordes pintados de dorados, con curiosidad la agarre para ponerla en mi regazo y abrirla. En la tapa tenía un espejo mientras que su fondo habían frascos de pinturas y dos pinceles nuevos.
—¿Te gusta? —preguntó con cierto tono nervioso.
—Me encanta. Gracias Kaidan. —agradecí enternecida.
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ELIANA
Estaba sentada en la mesa de mi pastelería favorita disfrutando de unos dulces, ni siquiera molestaba a la mosquita muerta que vino por su propia voluntad a mi mesa. Lady Emory fue la que se sentó.
—¿Miladi la puedo ayudar en algo? —pregunté con una ceja levantada.
—¿Por qué esta tan sola aquí lady Berfor?
—Me gusta la soledad, ¿y usted? —esto era a un más incómodo que aquella vez que me vio encima de Adam y me confundió con mi hermana.
—¿Usted es Eliana, no? Debo admitir que usted y lady Romina son tan parecidas que es imposible saber quién es quién. —la verdad no tenía mucho que decir o argumentar.
—¿Entonces que es lo que desea miladi? Por algo debió tomarse la molestia de venir a mi mesa.
—Oh, no. No es ninguna molestia —su tono melodioso y dulce sonaba muy falso. —Solo…
—¿Solo qué? —pregunté para que terminara de decir lo que quería. Esto comenzaba tornarse cada vez más molesto.
—Quería saber qué es lo que ve Robert Bonet en usted, solo eso. —reí.
“La santita que no rompía un plato parece que es un perrita doble cara” –pensé divertida.
—Espere todo menos eso, miladi —mi voz fue burlona. Apoyo mis codos en la mesa, el apetito se me había ido —Voy a preguntarle algo y aunque no espero que responda con sinceridad, lo agradecería. ¿Qué tan lejos piensa llegar con Adam solo para llamar la atención de Robert? ¿Vale la pena siquiera que lo haga? Adam la quiere, se casaría con usted sin dudarlo.
—Si. Pero él no es Robert, solo es un reemplazo temporal ¿cómo estar con uno cuando al que quieres es al otro? —respondió con seriedad. —Adam… me aburre tanto que llega a ser un fastidio. —sentí una cólera inmensa recorrer por todo mi cuerpo, quería en serio golpearla.
—Si piensa así de él… ¡¿por qué mierdas lo ilusionas infeliz?! —espete furiosa.
—¿Y a usted que le importa? —la agarre de la muñeca con rabia. Al diablo los modeles con esa arpía.
—No debería de importarme pero lo hace. No voy a permitir que juegues con Adam solo porque buscas captar la atención de Robert.
—¿Qué? ¿Acaso le gusta Adam? —preguntó divertida.
—Si me gusta o no es algo que a ti no debería importarte, pero te vas arrepentir por estar jugando con él.
—Veremos a quien le cree. —se burló.
—Hare que me crea. Una reina siempre está para proteger a su rey…
—¿Y quién es el rey de tu tablero? ¿Adam o Robert? — Ambas nos levantamos de la mesa, llamando la atención de los comensales, me impuse sobre ella dejándola en desventaja por la diferencia de altura.
—Escucha pequeña mierda: si quisieras a Adam estaría perfecto, pero como lo que haces es una artimaña para ir detrás de Robert y en proceso burlarte de Adam, voy a hundirte y derribar cada una de tus defensas ¿me entendiste suripanta?
Apreté con fuerza mi agarre en su muñeca.
—¡¿Qué haces?! ¡Suéltala! —espetó un furioso Adam, quien había entrado al local sin que lo notara por estar tan concentrada en la perra que tenía bien agarrada de la muñeca, la solté y vi como había dejado una marca roja en la pálida muñeca de Emory.
—Lord Bonet. —murmuro con un tono y ojos llorosos. Quise reírme por su buena actuación de víctima, adama me miró furioso, sabía que dijera lo que dijera iba a quedar mal porque él no me creería.
Lo miré y sin decir nada lo empuje por el hombro, a un lado para que me dejara ir. Emory tenía una mirada victoriosa.
“Quieres jugar contra mí. Dulzura, no debes jugar cerca de la dama, porque ella siempre es despiadada”.-pensé mientras subía a mi carruaje.
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ROMINA
Estar con Franz me hacía sentir siempre tan cómoda, es un hombre inteligente con el cual no me aburría cada vez que conversábamos. Ahora estábamos besándonos escondidos de la vista de todos en el parque. Yo siempre decía que para saber que es el indicado solo falta pensar en todo lo que sientes cuando lo besas y cada vez que beso a Franz mi corazón se agitaba.
Separamos nuestras bocas y juntamos nuestras frentes.
—¿Si confieso que comienzo a enamorarme de ti, que dirías? —preguntó mirándome a los ojos.
—Diría que yo también comienzo hacerlo. —rodee su cuello con mis brazos para volver a besarlo.
Toda mi vida he sido la metódica la seria, la que piensa antes de actuar pero con Franz deseaba arriesgarme tanto como lo hacía siempre Eliana. Con él deseaba dejarme llevar por esa sensación de amor que iba creciendo poco a poco en mi pecho.
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Editado: 02.04.2022