Un Amor Singular

Capítulo 10 º La Lenteja Y El Coreano

Fue una ocasión a finales de noviembre en que el pelirrojo, Sebastián y sus amigos, decidieron reunirse en la casa de Alejandro, para ver el futbol. La hora indicada había llegado, Ale tenía todo preparado: las botanas, los refrescos, la decoración y las camisetas del equipo al que apoyaban.

—Bien, ya sólo queda esperar a los chicos — Alejandro terminó de colocar los tazones de papas y nachos.

El timbre sonó y el anfitrión fue hacia la puerta, energético.

— ¡Lenteja! — Gritó como saludo, el de ojos rasgados.

— ¡Ah!, ¿sabes que puedo correrte en cualquier momento? — Refunfuñó Ale.

Manuel entró, omitiendo la queja, tomó una papa y la mordió.

—¿Aún no llega nadie?

—Nop — Contestó Alejandro mientras se ponía cómodo en el sofá grande de la sala — Sebas me mandó un mensaje, fue a recoger al pecas.

—No pues…Era de suponerse — Manuel se echó a un lado de él, en el mismo sofá.

Estuvieron un rato en silencio, comiendo del tazón de papas que Alejandro había alcanzado, hasta que a Manuel se le ocurrió mencionar algo que había estado dando vueltas en su cabeza.

— ¿Cómo crees que se sienta Ricardo?

— ¿Qué?, ¿de qué? — Ale quitó su atención de las frituras para pasarla hacia Manuel, confundido.

—Digo, él se le confesó a Sebastián e incluso por lo que escuchamos intentó besarlo — Recapituló el de ojos rasgados — Y Sebas en cambio anda muy despreocupado… ¿Cómo traerá eso a Ricardo?

— Quien sabe — Encogiéndose de hombros — Pero ahora que lo pienso, nunca imaginé que Ricardo fuera de “esos” … Pero pues, es nuestro cuate, al fin y al cabo.

—Mhm, me pregunto, ¿cómo será eso?

— ¿A qué te refieres? — Ale arrugó el entrecejo, desconcertado.

—Eso de que te guste otro hombre… — Manuel no sabía cómo explicarlo — Ya sabes, abrazarlo y…besarlo…

—Este…pues…— Titubeó, incómodo, el chaparrito — Siempre me he preguntado lo mismo, al menos besar a una chava ya es otra cosa, pero a un wey…Como que se ha de sentir raro…

— ¿Crees?

—Pues yo digo.

—¿Y cómo sabes sino lo has intentado? — Manuel intentó aligerar el bochorno bromeando — ¿Qué tal si hasta te gusta?

—Tsh, chales, se me hace que eres tú quien se emocionaría si besara a un vato — Alejandro respondió con un golpe en el hombro.

—Ajá, sí tú…

El ambiente se había tensado, cada uno parecía meditar sobre aquella incógnita, y ninguno creía lo que por sus cabezas estaba pasando.

—Y ehm… ¿Tú qué crees que se sienta? — Alejandro vaciló — Y sí…

—No estarás proponiendo que… — El de ojos rasgados giró a verlo, con algo de incredulidad.

—No pues, no creo que sea malo, digo, mientras a ninguno le guste — Soltó una risita nerviosa.

—Y mientras nadie se entere… — Concordó el más alto.

Ambos, un poco indecisos, pero guiados por la curiosidad, se miraron de frente y comenzaron a acercarse para intentar resolver aquel misterio. Naturalmente, estaban nerviosos, podían sentir las gotas gordas de sudor recorriendo sus sienes, pero eso no los detuvo, sino algo más.

— ¡Ale! — Alguien abrió la puerta.

 Tan sólo un segundo fue suficiente para que ambos se separaran unos ocho metros, incluso, el tazón de papas tardó más tiempo en caer que Manuel en llegar a la cocina y Alejandro en recibir a Adrián, Sebastián y Ricardo.

—Ch-ch-chavos — Tartamudeó Ale —Los estábamos esperando.

—Tienes las orejas rojas— Señaló Adrián — ¿Te pasó algo?

Aunque por el tono de piel oscuro de Ale, era difícil ver el sonrojo de sus mejillas, sus orejas eran más notorias.

—N-no nada — Negó Alejandro, notablemente nervioso — Es sólo que ¡uff!, hace un buen de calor — Comenzó a ventilarse agitando las manos.

—Pero si estamos a nueve grados — Rechistó Sebastián.

La incomodidad del anfitrión era obvia, pero los chicos lo dejaron pasar. Manuel, por su parte, intentaba tranquilizarse bebiendo un vaso con agua de la cocina. El timbre de la puerta sonó de nuevo, y los chicos voltearon extrañados, pues se suponía que ya habían llegado todos.

—Ah, es cierto — Alejandro recordó a su último invitado — Invité a la chica del equipo, es que neta que sabe más de fut que nosotros — Fue hacia la puerta.

— ¿Qué hay Ale? — Saludó Devin.

— ¡Deviana! — Alzó la mano para chocarlas.

—Es Devin, wey — Corrigió ella.

Ella entró y saludó a los demás, tan natural y confianzuda.

— ¿Que hay chicos?, espero no ser una molestia.

Adrián estaba un poco sorprendido, no esperaba encontrarse con ella.

— A-ah, hola prima, no eres ninguna molestia — Sonrió amable.

—Qué bueno verte, primo — Respondió ella.




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