Un Amor Singular

Capítulo 12º Él, Sólo Él

La chica de ojos color miel y cabello achocolatado, corrió hasta alcanzarlo, estaba dispuesta a conseguir aquello que había deseado desde que lo conoció. Con un valor feroz, característico de ella, lo llamó firme y sin vacilar.

— ¡Sebastián! — El joven volteó y miró a la decidida chica que lo había llamado— Yo...yo... ¡Quiero salir contigo!

Sebastián no mostró asombro, por el contrario, aunque su ceño fruncido apenas y se suavizó, sus ojos reflejaron su desdicha latente al escuchar aquellas palabras viniendo de ella.

— Si quieres, está bien Respondió carente de ímpetu, con un intento de sonrisa.

Los ojos de la chica se iluminaron de alegría y una encandilada sonrisa se dibujó en su rostro, había obtenido una buena respuesta y estaba ilusionada con el futuro que les esperaba.

«Tengo que hacerlo por él...todo sea por él...él...sólo él...lo amo tanto...» Ese tipo de pensamientos giraban siempre en su mente. Para ella, él era su todo, su mundo...Sólo él, Sebastián Aguirre Crespo.

Necesitaba verse linda, necesitaba ser delgada, necesitaba estar perfecta. Se obsesionó con su apariencia. Se sometía a dietas rigurosas, no comía lo que quería, pasó por largas horas de ejercicio, todos los días sin perder uno sólo. Usaba todo tipo de tratamientos faciales, su rostro debía ser perfecto, sin manchas, ninguna imperfección debía tener. Incluso su cabello sufrió aquellos cambios drásticos, pues lo tiñó de rojo, porque él dijo «me gusta el cabello rojo», y ella no pasaría por alto aquel comentario.

Sin embargo, aún después de haber sacrificado tanto, aunque se veía hermosa, aunque todos la llenaban de halagos...Para él no era suficiente, no mostraba el interés que ella esperaba. De vez en cuando la rodeaba con sus brazos o dejaba que ella lo abrazara, le hacía algún mimo o cariño ocasional, le obsequiaba pequeñas sonrisas o tomaba su mano...Pero todo aquello se sentía "vacío", además de que siempre parecía dudar antes de hacer cualquiera de esas cosas.

Él solía poner pretextos para evitar besarse, y cuando se dejaba, sus besos eran fríos... Él era frío. Desde el principio fue así, pero ella trataba de no desanimarse, al fin y al cabo, lo tenía a él, era sólo suyo...

Entonces llegó ese día. Sebastián fue a recogerla a la escuela, lo cual era suficiente para volverla inmensamente feliz, más aún al escuchar los comentarios de las personas: «¡Qué bien se ven!... ¡Hacen una linda pareja!... ¡Qué bonitos! ... ¡Duren mucho! ...» Desde la perspectiva de la chica, todos creían que eran la pareja perfecta. Ella lo creía también. El único y gran problema era que él no lo veía así...

La ilusa chica no podía dejar de sonreír, pero al ver la expresión en el rostro de Sebastián... ¿Qué era?, ¿irritabilidad?, ¿ansiedad?... Comenzó a tener un mal presentimiento. Él la llevó al parque, la miró a los ojos, con el entrecejo arrugado, y sin rodeos se lo dijo. Los ojos de la muchacha se inundaron de lágrimas... ¡No! No podía dejarlo ir, se aferró a él, lo abrazó, no lo quería soltar, pero él se zafó de ella bruscamente y se lo expuso.

— ¿Qué clase de idiota eres? te he dicho que no quiero nada contigo.

— Pero amor, he hecho todo por ti, intenté verme hermosa para ti

— ¿Hermosa? — Él le respondió con una sonrisa socarrona — Piernas y brazos huesudos... ¿Eso es hermoso? Eres un asco, ¿qué acaso no lo entiendes? Nunca significaste algo para mí, sólo servías para matar el tiempo, y ya me aburriste.

Esas palabras la destrozaron, todos sus esfuerzos habían sido en vano, todo inútil.

El recuerdo de aquel doloroso desamor seguía afectándola más de lo que ella creía. «Ivonne, que patética te has vuelto» Se dijo a sí misma, mientras caminaba con un ritmo imperioso pero indeciso.

— Creo recordar en donde vive — Mordisqueó una de sus uñas, por la ansiedad que le provocaba.

Desde que había roto con Sebastián no había vuelto a tener contacto con él o con alguno de sus amigos, a excepción de Ricardo, con quien en ocasiones se reunía. Él le contó lo mucho que Sebastián había cambiado últimamente, más omitió decirle la razón de ese cambio.

Aunque se sintiera curiosa al respecto, siguió manteniéndose lejos de su Adonis, hasta que, un par de días atrás, lo vio cuando regresaba de su colegio. El joven iba acompañado de una persona que ella desconocía, de quien lo único que podía recordar era su cabello pelirrojo.

Volver a verlo fue demasiado impacto para ella, aunque no tuvo el valor de acercarse a él, la obsesión que tuvo en el pasado regresó, con la misma intensidad que en ese entonces.

Se detuvo enfrente de la barda con portón blanco, y visualizó aquella casa en la cual nunca había entrado.

—Okay, ahora sólo queda tocar el timbre —Su mano temblaba — Tranquila Ivonne, debes hablar con él, si es verdad que ha cambiado hay oportunidad de una reconciliación— Trataba de animarse a sí misma, pero no fue suficiente.

Su mano se detuvo, el pánico la dominó, obligándola a huir, corriendo hasta el otro extremo de la cuadra, para ocultarse detrás de los ficus de la jardinera. No estaba lista aún.

— No puedo, no puedo hacer esto— Tenía los nervios a tope.

En ese momento, alguien salió del hogar de la familia Aguirre Crespo, y caminó hasta el portón.

— ¿Se-s-s-se-Sebastián? — Verlo nuevamente resultó peligroso para su corazón, que daba brincos.

Sebastián cerró el portón y tomó el rumbo contrario de donde estaba la chica. Ella comenzó a seguirlo en silencio.

— ¿A dónde irá?

El chico se colocó los audífonos, ignorando que alguien lo seguía. Ella fue detrás suyo, sigilosamente, incluso tomó el mismo transporte público cuidando no ser vista por él, lo cual no le fue difícil, pues el chico no parecía prestar atención a las caras a su alrededor.




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