Habían pasado al menos dos semanas desde ese día, pero seguía sin creérselo ella misma. No podía entender cómo fue que pasó, ni estaba segura de lo que había estado haciendo desde entonces. Lo único seguro era su inevitable miedo a que los demás supieran sobre “eso”.
Caminaba con un poco de prisa, intentando ocultar su ansiedad. La rubia a un lado de ella estaba sonriente, esa expresión alegre comenzó a mostrarla desde hace dos semanas. Samanta se preguntaba si no le dolerían las mejillas por sonreír tanto.
La morena había explicado a Andrea la razón por la cual no podían hablar sobre lo que pasó, a nadie, y aunque ésta estuvo de acuerdo con ocultar su nueva relación, no podía evitar manifestar su felicidad.
—No creo que luzcas natural si te la pasas sonriendo como boba todo el día —comentó Sam, algo brusca.
—Lo siento, sólo quería mostrar lo feliz que me siento — se justificó Andrea, volviendo a su rostro inexpresivo de siempre.
— Andrea, sé que es difícil lo que te pido, pero por ahora, no podremos andar abiertamente, sólo piensa como podrían reaccionar todos.
—A mí no me importaría…
— ¡Espera! — Sam se alarmó de pronto — Ahí viene gente — la apartó de ella por acto reflejo, como si con eso pudiera ocultar mejor su relación.
—Lo siento — de cierta forma, a la rubia le entristecía un poco.
Andrea lo había aceptado, un día después de la fiesta de Nico, cuando ambas se besaron, Samanta le puso ciertas condiciones que debía seguir si quería estar con ella.
— ¿Mantenerlo en secreto? — la rubia no entendía la petición de Sam.
—Sí, eso sería lo mejor — reafirmó la morena — No me gustaría vernos involucradas en rumores ni que comiencen a molestarnos. Ya sabes, como las lacras esas de Paola y las otras arañas, quienes de por sí decían que tú y yo teníamos algo solo porque te defendí de ellas, pero igual no les constaba. Ahora que, si les damos razón para confirmarlo, no quiero ni imaginar que harían sabiendo que pues tú y yo… — aún era difícil para ella definir la relación que tendrían.
—Bueno, sí. Entiendo tu preocupación.
—Por eso digo que dejemos las cosas como hasta ahora, de todas formas, ¿a ellos que les importa?
— ¿Y Devin?
—Bueno pues ella es mi mejor amiga, además es de mente abierta, sé que lo aceptará, pero, aun así, prefiero no decírselo aún.
Y así fue, aunque acordaron eso, para Andrea era un poco difícil seguir el rol de “sólo amiga” de Samanta. La tenía con ella, por fin sus sentimientos la habían alcanzado, y se sentía feliz, pero no estaba completamente satisfecha. Faltaba algo.
Sin embargo, suponía que quizá sólo lo estaba pensando mucho, con que ellas supieran lo que sentía una por la otra era más que suficiente, eso quería creer.
Estaban rodeadas de alumnos, la rubia debía fingir que no amaba a Sam, y esto a veces la hacía pensar que realmente no la merecía.
—Bueno, me voy a mi salón, nos vemos al rato — La morena se despidió con prisa, para tomar otro camino.
«Si así tiene que ser, no importa, siempre y cuando ella sea para mí», pensó la rubia. «Aunque quiero estar segura sobre esto, no dejo de estar preocupada, realmente me aterra que lo que ella siente vaya a cambiar. Si tan sólo ella pudiera tener un poco de valor, tan sólo un poco».
Lo que Sam sentía no era vergüenza, pero si lograba incomodarla. El hecho de que dos mujeres tuvieran un noviazgo, era claro que no sería bien visto por muchos - incluso en algún momento, ni para ella lo era -, eso la agobiaba. Aunque en el pasado había puesto su atención en otras mujeres, se reprimió a sí misma.
«No puedo creer que esté haciendo esto» Se decía, mientras perdía su atención en la clase «¿Estará bien que lo deje ser? ¿Qué pasaría si alguien se entera?, no quisiera que nos hicieran daño, temo a las burlas que es obvio que habrá, comenzarán a hablar de nosotras, seremos el centro de rumores y chismes, no creo estar preparada para eso» Todas esas cuestiones atacaban a su cabeza en ese momento.
— ¿No le entiendes? — fue entonces cuando una voz conocida la sacó de su pesar.
—Ah… — giró la cabeza, topándose con los ojos ámbar a un lado de ella —En realidad, no he puesto atención— contestó sin ánimos.
— ¿A qué vienes a la escuela entonces? — Sebastián usó un tono burlón, sabía lo fácil que era irritarla.
—No estoy de humor — chasqueó los dientes.
— ¿Tan mal está la cosa?, luces como si cargaras una enorme cruz.
— ¿Te interesa, acaso? — puso mala cara.
—No, pero hace tiempo yo estaba en las mismas condiciones y tú te entrometiste, así que estoy haciendo lo mismo.
—Lo hice porque teníamos que entregar el trabajo.
—Aun así, nadie te pidió que lo hicieras. Sé que no te soy de confianza, pero creo que soy la persona que más te puede comprender ahora.
— ¿A qué te refieres? — Sam se desconcertó.
—Andrea, mi prima, la forma insistente en la que te mira, no es muy discreta.