Sabrina se encargó de su bebé, mientras que David limpiaba el apartamento: los muebles, todo; desde la comida hasta limpiar la refrigeradora, todo lo estaba limpiando, mientras que Sabrina, con su bebé dormido en la cuna que le habían puesto en la sala, lo observaba.
—Como que me estoy sintiendo mal, que hagas tanto y yo no te ayude —dijo, ella.
—No, estás en cuarentena de descanso; no puedes hacer nada —respondió el híbrido.
Ya luego que limpió hasta el más oscuro rincón de la casa, se fue a dar un baño, ya que estaba sudado y se sentía feo, quería que la humana mirara lo mejor en él. Al terminar, llegó a la cocina, ya bien vestido y oliendo a primavera. Estaba Sabrina haciéndose un café y tenía una dona de chocolate en un pequeño plato.
—Pensé que estabas haciendo dieta para bajar los kilos que te dejó el embarazo —observó David.
—¡Ay, si!, pero es que necesito esto, ¿tú crees que estoy muy gorda?
—Estás perfecta, me haces café y ¿comemos juntos?, así nos ponemos más gordos los dos.
La humana felizmente hizo más café y buscó otra dona, la puso en otro plato y así juntos se fueron a sentar a los sofás de la sala, se sentaron en el más grande para estar juntos y quedar frente al bebé.
—Espero que no se despierte —pidió Sabrina—, hay ocasiones en las que está dormido y justo cuando entro al baño o voy a hacer algo, se despierta.
El híbrido tampoco quería que el bebé se despertará porque quería hablar con ella lo suficiente como para insinuarse algo erótico, aunque si pasaba, tenía un as bajo la manga…
—¿Te acuerdas de la historia del Ángel caído, que fue sacado por una extraña criatura que jamás volvió a ver? —dijo, Daniel.
Ambos almorzaban en aquel restaurante que estaba muy cerca del hospital. Siempre se tomaban hora y media comiendo, porque solían hablar de todo, ya que a la casa llegaban a hacer otras cosas. Rápidamente Alma recordó aquello y renacieron los deseos que tenía, de que aquella criatura o mejor dicho, que el Ángel volviera a ver a aquella criatura que le salvó la vida; ella no sabía que también Solange le había salvado la vida, solo que de otra manera, una más profunda y dolorosa.
—Si, ¿ya pensaste en cómo podrían ambos reencontrarse? —preguntó de una manera muy emocionada.
—Ya se encontraron; él estaba castigado ya que no tenía permiso de sacar a nadie de la oscuridad; su castigo concluyó y se reencontraron, mejor dicho, aquel híbrido busco al Ángel que salvó y después de platicar por muchas horas, hicieron un vínculo inquebrantable.
—¡Guau, que genial, me encanta! —exclamó, pensó en que aquello lo había inspirado la llegada o mejor dicho, reencuentro que tuvo con su viejo amigo.
Siguieron hablando, mientras el Ángel hablaba, la humana escuchaba pensando en que existía la posibilidad de que detrás de su realidad hubiera un mundo mágico, seres a los que los humanos les llamaban mitológicos pero que eran meramente reales, eran reales como el centauro de los apaches que gracias a su elegida que viajó hasta el inframundo por él, nació convertido en un caballo para luego de intimar con su humana, se convirtiera en un joven pero maduro centauro; tan real como aquel omega real que espero a su elegida durante mil años; pero nada de eso, sabía la humana, sin embargo el Ángel esperaba que muy pronto se enterara de todo aquello, sin necesidad de contárselo, sino que ella lo pidiera ver con sus propios ojos.
La historia de el híbrido no estaba siendo tan linda como la de Solange que rápidamente conquistó al humano Alan; ya que el bebé de Sabrina no paraba de llorar pero recordó aquel as bajo la manga.
—Dejamelo sí —pidió el híbrido; Sabrina no tuvo más opción que dárselo y aceptar que el recién conocido tenía más experiencia que ella (claro, eso pensaba porque no sabía de que tenía poderes mágicos, esos poderes que ella estaba deseando en ese momento)—. A ver, bebé, dime ¿qué tienes? —dijo David mientras cargaba al bebé en brazos.
La criatura recién nacida comenzó a balbucear algo, así que él puso su oído cerca de la carita del niño, disque para escuchar lo que él decía, no entendía nada (porque realmente no decía nada), pero se le vino una idea a la mente.
—Dice que me des un beso en los labios y que se quedará dormido —mintió sonriendo.
—¡De verdad!, bueno, todo porque se duerma.
Sabrina encantada se acercó a él, quien cargaba al bebé que se había quedado callado y quieto; la mujer se acercó a sus labios y no dudó en meter la lengua en la boca del recién conocido, él profundizó el beso jugando con aquellos labios dulces de humana.
—Quiero follarte —dijo el híbrido entre el beso.
—No digas eso, frente al bebé —lo reprendió.
—Ya se durmió —aviso el híbrido; la mujer dejó de besarlo y observó a su bebé plácidamente dormido.
—¡Guau!, debes enseñarme a hacer eso —pidió.
—De todos modos lo cuidaré yo, tú trabajarás —le recordó.
Sabrina no quería dejarse llevar por la atracción que sentía por él, pero como Alma le comentó que Daniel decía solo cosas buenas de él, lo aceptaría como niñero, aunque tenía más que claro que aquello no terminaría bien, ya que seguro luego de follárselo, lo terminaría despidiendo, ya que ella no estaba dispuesta a dejar de ser quien era, por él (eso era lo que ella pensaba pero la realidad del híbrido era otra), ¡por Selene que no sería así! Él pensaba follarla de tal manera que en la primera vez, quedará marcada, reclamada antes todos los dioses del Olimpo.