El abogado de familia había tratado de abordarlo muchas veces, sin alcanzar el éxito, por eso recurrió a su último recurso: Buscarlo en su consultorio, así aprovechó que la secretaria no estaba en su lugar e ingresó, anunciándose con el cirujano, el mismo sujeto que lo miraba ahora mismo, enfrente suyo con el semblante agudo y serio.
—Un informe médico determinó que la criatura está desarrollándose bien y como lo deseaba mi clienta, vengo a leer su testamento. —inició autoritario. Lukyan se metió las manos en los bolsillos y se recargó en su silla, a sabiendas que la noticia de su bebé debía ser alegría porque nadie creía que iba a nacer.
Muy pocos sabían que la mujer internada y con muerte cerebral, era su esposa.
—Hágalo rápido, su silencio me retrasa y debo ir al quirófano en una hora. —apuró fríamente, sin demostrar que sentía o refugiaba sus sentimientos, esa fue la impresión que le dio al abogado, quien lo tildó como un esposo indiferente.
—¿Está seguro que no quiere esperar a su abogado? —preguntó desconfiado, proponiéndole que mejor llamara al licenciado, a pesar de que el pelinegro también es abogado, pero no era especialista en familia, sino en otra área diferente. —Es muy importante que tome con seriedad el asunto. —exigió severidad y que mantuviera su postura porque este tema definiría el futuro de un niño.
Kuznetsov congeló su mirada verdosa, intimidando al invitado sorpresa.
—Es mejor que empiece por las buenas porque no querrá hablar con mi método. —camufló su amenaza, incluso si sus ojos revelaban el estado de su alma y su interior.
El hombre no tuvo de otra y prosiguió a extraer de su maletín una serie de documentos, acomodándolos simétricamente antes de leer el primero, sintiendo la mirada pesada del otro ruso, quien no mantenía expectativas.
—”Yo, Deniska Kuznetsova, en pleno uso de mis facultades dejo por escrito mi última voluntad. En caso sucediera algo conmigo o me vea imposibilitada de alguna manera, quiero que la custodia de mi bebé, no se le sea concedida a mi esposo Lukyan Kuznetsov, por tanto, deseo que mi hijo vaya a un albergue u orfanato hasta que alguna familia lo adopte, debido a que su padre no se encuentra estable emocionalmente y temo por la vida de mi menor”. —declaró Vladimir, ofreciéndole el documento para que él comprobara con sus propios ojos lo dicho, para el cirujano era una humillación y de mala gana le arrebató el papel.
Por fuera se veía molesto y colérico, ya que su esposa lo dejaba mal parado y no quería que él se quedara con su hijo, pero por dentro, apoyaba en silencio su decisión, motivo por el cual se culpó. Una persona como él sería una carga para su hijo, sin embargo, lo quería a lado suyo, incluso si perdía la custodia en un tribunal por su egoísmo.
—No ocurrirá nada si el bebé no nace. —sentenció calculador, evaluando las posibilidades porque si eso pasaba, su corazón se partiría. El abogado asintió, afirmando su conclusión. —Pero si nace y firmo un documento donde yo específico que renuncio a mis derechos paternos, irá a un albergue. —dedujo rápidamente, cuestión que no era difícil por su sentido común e inteligencia. —Sería muy fácil y usted no tendría trabajo, así que mejor vaya preparándose porque iremos a juicio, no cederé la custodia de mi hijo y mucho menos renunciaré a él. —certificó su posición con una sonrisa arrogante y se paró, lanzándole de regreso el documento.
Esto hizo enfadar a Vladimir.
—Sabe perfectamente que perderá, este testamento no es solo un maldito papel, su esposa mostró evidencia que lo imposibilitarán ante un juez de familia como alguien adecuado para criar a un recién nacido. Creáme, acepte renunciar a su custodia y no sacaré a la luz sus oscuros secretos. —lo presionó para que aceptara su chantaje, por un minuto flaqueó y se amendrató, pero recuperó la confianza en sí mismo. —Es una persona inestable, trabaja aquí por su apellido y su historial familiar está muy manchado: asesinatos, sobornos, problemas mentales y violencia doméstica. Ningún juez fallará a su favor. —manifestó cuerdo, aplastándolo sin iniciar la batalla legal porque tenía todas las de perder y lo peor era que Lukyan lo sabía.
Ningún tribunal le daría la custodia.
De repente se visualizó en los juzgados de familia, escuchando al funcionario decir que perdía sus derechos sobre su niño, sangre de su sangre, solo por su incapacidad y trastorno límite de personalidad, además si se medicaba, igual ningún doctor podría certificar que era apto. Carajo, se enfureció ante la burla de Vladimir.
—Si es todo, l-lárguese. —tembló como un jodido maricón, sintiendo que su perfecta torre de naipe nuevamente caía porque la furia lo invadía. —¡Le dije que se vaya! ¡Fuera de mi vista, imbécil! —arremetió violentamente, exaltándose.
—Otro factor para hacerlo un incompetente: Problemas de ira. —resaltó divertido, aunque su sonrisa se borró y salió, cayéndose del consultorio cuando Lukyan amenazó con lanzarle un jarrón y se le veía muy convencido. —¡Nos veremos en los tribunales, señor Kuznetsov! —exclamó decidido a ganar este juicio por su amistad con Deniska, entonces huyó con todas sus fuerzas, topándose con una muchachita, quien lo madreó por tirarla al suelo.
—Maldita sea. Todos me ven con cara de abrillantador para pisos. —rugió ardida porque todos con quienes se topaba, la hacían terminar en el suelo. Se sacudió la ropa, maldiciendo al abogado, quien le hizo un saludo militar en la esquina y le lanzó un beso, pidiendo disculpas. —¡Acércate para que te parta las piernas y me denuncies! —bramó molesta. En especial, esa mañana se veía regia vistiendo una blusa blanca, blazer negro, una falda del mismo color, botas largas y un ushanka, que cubría su cabeza mientras el resto de sus cabellos caían hasta la altura de sus hombros.
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Editado: 05.07.2022