Un cambio de Corazón

CAPITULO 7

El salir del naciente sol significo para el reino de Kass la simbólica llegada de un pergamino que resguardaba en su contenido el hilo del futuro. Desde el anuncio de su entrada, el rey Sebastián le otorgó el carácter de urgencia y máxima prioridad, reuniendo a todos los miembros de su corte para examinar su contenido con demasía y escrutinio. Después del transcurrir de numerosas horas y lo que parecía una noche sin descanso alguno, el rey y sus discípulos habían concluido que, pese a la gramática autoritaria utilizada en el pergamino sin ningún tipo de censura, la contestación era aceptable y carente de cualquier objeción o perjurio en su contra. Y las condiciones plasmadas no eran la excepción, incluso el rey Sebastián habría elegido exactamente las mismas si los roles estuvieran invertidos. Así la decisión estaba tomada; viajaría a Moniac custodiado por una sutil guardia real y acompañado de algunos miembros de su corte. El rey Teodor ya había sido avisado de esto con anterioridad por medio de otra minuta, a la que respondió con gran rapidez afirmativamente. Y el día fijado para la audiencia había llegado, el rey de Kass trataba de mantenerse igual de firme e inmutable como siempre, sin embargo, en sus ojos azules se delataba un lábil destello de nerviosismo y preocupación que cualquiera a una distancia limitada de estos, podía apreciar con facilidad. Colocándose sus finos y enaltecidos ropajes, glorificados por una larga capa del mismo color azul de sus ojos y una corona de oro y piedras preciosas que ornamentaba con gracia el blanquecino cabello que caía bellamente sobre sus hombros, dotes que le daban un aura de majestuosidad y divinidad. El rey se dirigía hacia la habitación de su hijo, quien se encontraba limitado en cama debido al demandante reposo que le exigía su condición luego del ataque propiciado en la frontera de Quemet. El médico real le había impuesto al menos dos semanas de reposo absoluto y, aunque el príncipe Benjamín se negó fervientemente a eso, no tuvo más opción que aceptar cuando el rey y princesa Emilia insistieron demandantemente a que obedeciera. El rey Sebastián no se ausentaría por dos días sin despedirse de sus hijos, en especial de su querido Ben, quien en tan delicado estado dominaba sus más profundos pensamientos, como su prioridad principal.

Al llegar finalmente hasta la amplia puerta de la habitación del príncipe, toco levemente la misma y procedió a entrar con lentitud y preocupación marcada en su rostro. Dentro de la habitación y, como era habitual desde que Ben quedó postrado en cama, Emilia se encontraba sentada a un lado de este leyéndole con entusiasmo fragmentos de uno de sus muchos libros predilectos, mientras Ben escuchaba atentamente cada palabra con una amplia sonrisa en su rostro. Ante tal familiar escena y debido a las actuales circunstancias en las que se encontraba, el rey no pudo evitar dejar escapar una leve sonrisa bañada únicamente por la melancolía.

-“Entonces al final del laberinto, la joven campesina descubrió algo más valioso que el oro, descubrió la enorme ventura que un alma con el corazón dispuesto a ser compartido proveía…….”-. Leía con ímpetu y pasión Emilia, sin apartar sus esplendorosos ojos azules del libro entre sus manos.

-Debo admitir que esa es mi parte favorita. Y también la más mimosa-. Le dice el príncipe, haciendo una mueca de desagrado.

-Y es ese derrochante amor lo que lo hace tan especial, Ben-.

-Según tu parecer, Lia……-.

-Podríamos seguir el resto del día manteniendo una vigorosa e infinitamente interesante discusión, pero me temo que aún me quedan innumerables libros que compartirte-.

-ahhh en tales situaciones creo que prefiero mis tediosos deberes reales…….-.

-jaja ¿Es así? Por ello no te preocupes demasiado, pronto podrás ser libre del obligatorio reposo-.

-En verdad……eso espero-. Dice el príncipe en un tono bañado en tristeza, bajando su mirar hacia sus manos.

-Ben, tienes que ser paciente-. Le dice la princesa, tomando sus manos entre las suyas.

-Lo sé, pero ¿Cuánto más Lia? ¡Llevo en cama más de 3 semanas sin señales de un alta posible! -. Dice con desespero el príncipe, mirando esta vez a Emilia con la misma exasperación marcada en sus celestes ojos.

-Soy muy consciente de eso y te comprendo totalmente. Pero cree en mi cuando te digo que este tormento pronto se terminará. Debes…ser paciente Ben-.




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