DEAN ©
Capítulo 6
Miro mi reflejo en el espejo, los balazos comienzan a cicatrizar, pronto no quedará más rastro que un pequeño relieve sobre la piel. Uno más que acompañará a mi abdomen y espalda. Será cuestión de días lo que tardaré en conseguir el alta, eso que llevo ansiando desde que llegué y que ahora se siente tan amargo el alcanzarlo.
Aparto la vista y me concentro en vestirme; nuevamente un chándal y una sencilla camiseta. Al menos he conseguido librarme de ese horrible bata de hospital, y aunque a la niña no le haya gustado nada la idea, estoy mejor así.
El frío me golpea cuando abandono el cuarto de baño, el silencio en el que la habitación se encuentra sumergido me hace arrugar el ceño y buscar con velocidad a la niña; no está. ¿Dónde demonios se ha metido? La molestia no tarda en aparecer, quiero saber dónde coño está.
—Buenos días Señor Kellerman —enfoco al doctor. Ingresa en la habitación con calma, como siempre, sostiene una libreta entre sus manos y la hojea antes de observarme —. ¿Cómo se encuentra hoy?
—¿Dónde está la niña? —cuestiono ronco.
—Amor está realizando unas pruebas —responde simple, analizando mi rostro.
—¿Qué pruebas? —siseo, aproximándome lo suficiente como para sentir como su respiración se acelera.
—Como sabrá, Amor tiene un grave problema estomacal al que no somos capaces de poner nombre. Si bien desde que llegó aquí ha mejorado, según pasan las semanas el medicamento comienza a tener menos efecto sobre ella.
Rabioso lo tomo del cuello, estampándolo contra la pared —. Escúcheme bien, doctor. Quiero que esa niña se recupere y salga de aquí de una jodida vez, sino, ¿es consciente de las consecuencias que usted y su familia sufrirán?
Asiente efusivamente, luchando por alejarse de mi. El miedo en sus ojos me hace sonreír, disfruto por pocos segundos antes de dejarle ir. Exageradamente se deja caer hacia delante, busca oxígeno como un loco y tose al no encontrarlo con regularidad.
—Nos entendemos bien doctor, muy bien —golpeo su hombro varias veces antes de alejarme y caminar hasta la cama de la niña. Está deshecha, como siempre, la tablet descansa sobre ella y una pequeña bolsa de gominolas también, ¿quién le dará todo eso?
—Venía a hablar con usted Señor Kellerman, esta semana es la última que pasará en este hospital —volteo a verle, pretende mostrarse serio más la alegría en su mirada le delata —. Ya es un hombre sano, solo debemos esperar que los puntos cedan y para ello solo necesitaremos unos cinco-seis días.
—Usted encárguese de cumplir con lo que le ordené y olvídese de mi —asiente antes de abandonar la habitación y dejarme con un silencio que detesto.
Quería salir de aquí, joder, lo único que ocupaba mi cabeza desde que llegué era encontrar el día en el que todo esto quedase atrás. Sin embargo, ahora todo era diferente. La niña tenía la culpa de todo.
No quería alejarme de ella y volver a sentir ese jodido vacío que me consumía a cada segundo. No quería salir ahí afuera y darme cuenta de la soledad que me abrazaba, jodida mierda que no podía ni quería dejar de apreciar su maldita sonrisa. Esa sonrisa que me llenaba de paz y me hacía olvidar, durante el tiempo que la contemplaba, la mierda de realidad que es mi vida.
Me prometí a mí mismo que esto no me iba a pasar jamás, que no iba a cruzarme con ninguna persona que se volviese importante para mi. Me daba igual el esfuerzo que empeñase en conseguirlo, me he negado durante toda la vida. Y resulta, que encerrado en un asqueroso hospital, una niña indefensa, sin proponérselo, se ha convertido en todo por lo que quiero vivir.
—¡Felicidades, hermano! —no me inmuto ante su intrusión, me mantengo acostado, mis ojos cerrados y su olor por todo mi cuerpo.
—¿Qué coño haces aquí, López?
—¡Una semana! Joder Dean, ¡vuelves a casa! —sin ningún cuidado se tira sobre mi.
—Mierda Iván —lo empujo sin cuidado, cae a mi lado.
—González ha aceptado atrasar la reunión, la mercancía se quedará donde está hasta que salgas —informa, y parece orgulloso de ello —. Pienso montar la jodida mejor fiesta de la ciudad; putas, alcohol, droga, presas... ¿Qué te parece hermano? ¿Cómo en los viejos tiempos?
—Encárgate de distraer a González hasta entonces, lo demás olvídate.
De un rápido movimiento se incorpora, abro los ojos y le enfoco. La molestia marca su cara, y la indignación baña su mirada.
—Me estás cansado Dean.
—Lo mismo te digo —respondo sin interés.
—Dijiste que esa mocosa no tenía nada que ver —masculle, y no tarda en golpear la cama.
Me incorporo de golpe, encarándole —. Olvídate de la niña de una jodida vez, ella es asunto mío.
—¿Asunto tuyo? —pregunta incrédulo —. Si quieres un coño virgen solo tienes que hablar con Charles, ¿una menor asustadiza? Él te la conseguirá.
—La niña no es ningún jodido coño para mi —mascullo.
—¿Entonces qué es Dean? ¿Qué mierda es ese ser escuálido y feo del que no te separas ni un jodido segundo? —brama, tomando varios mechones de su pelo y propinándoles un fuerte tirón —. Ríes con ella, hablas con ella, dejas que te toque Dean, ese bicho ha puesto sus manos sobre ti como si fuese tu dueña. ¿Recuerdas lo que juramos allí encerrados? ¡Nadie nunca más iba a tener el placer de tocarnos! ¡Nadie se iba a convertir en nuestros dueños porque nosotros somos los dueños de todos! ¿Lo has olvidado Dean?
—No quiero que de tu asquerosa boca vuelva a salir su nombre, jamás te atrevas a mencionarla —amenazo, aprieto mis puños, pero nada me controla —. Ahora esa niña es mía, ¿recuerdas también eso López? ¿Tú jodida cabeza llena de droga recuerda aquella promesa? Lo que proclamemos nuestro es intocable, innombrable para bocas como la tuya, y la jodida niña es completamente mía.
—Te has vuelto loco —ladra, lanzándome un empujón antes de salir dando un fuerte portazo.
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Editado: 21.09.2021