DEAN ©
Capítulo 16
Aparto la pesada puerta con cuidado, tratando de hacer el mínimo ruido posible la cierro tras de mi y dejo que la oscuridad me rodee. Todo está sumido en un profundo silencio que no me agrada para nada, ahora mismo necesito su voz, su risa... necesito sentir que está conmigo y que nada ha pasado.
Camino a ciegas hasta que mis rodillas golpean el colchón, con cansancio y necesidad me dejo caer sobre él; me arrastro y palpo la superficie logrando, únicamente, que mi corazón se acelere cuando descubro que no está aquí. Todo dentro de mí estalla en preocupación, me levanto desesperado, pero antes de poder dar un paso la puerta que da al baño se abre.
Ahí, bajo el umbral, aparece su diminuto cuerpo cubierto, nada más, con una pequeña toalla. Su mirada está gacha y su mueca contraída, pero en cuanto me ve, sonríe. Me acerco a ella, atrapando sus mejillas y besándola con desespero. Parece sorprenderse ya que al principio se mantiene estática, pero finalmente cede a mis toques y se entrega con necesidad a mis labios.
Con cuidado la tomo entre mis brazos y la arrastro a la cama, la dejo sobre mi y no la suelto. Solo hundo mi cara en su cuello inspirando con fuerza, embriagándome de ese jodido olor que me tiene tan loco, ese que hoy parecía mezclarse con el mío.
—¿Estás bien? —susurra, sus pequeñas manos acarician mi cabeza —. ¿Recuerdas que estoy desnuda? —sonrío, por primera vez en tres jodidas horas lo hago de verdad. Me alejo ligeramente y la enfoco, su dulce rostro a pocos centímetros, sus profundos orbes taladrando los míos y su hermosa sonrisa iluminándolo todo.
—Tu sonrisa me hace sentir vivo —divago, perdido en ella —. Eres la luz al final de ese jodido pozo en el que me encuentro, cada vez más cerca, iluminando mi vida.
—¿Hay alcohol en tu organismo? —cuestiona ceñuda, aunque es incapaz de ocultar el sonrojo de sus mejillas y el brillo feliz de su verde.
—¿Crees que necesito estar borracho para decirte lo que siento?
—Creo que es muy probable que eso tenga que ser así.
—Contigo no, niña —sin preguntar vuelvo a besarla, joder como me gustaba sentir la suavidad de sus gruesos labios. Notar como, poco a poco, aprendía, se lanzaba y con ello, llegaba a jugar.
—Dean... —pega su frente a la mía, respirando pesadamente sobre mis húmedos labios.
—Niña... —digo del mismo modo, acaricio desde sus hombros hasta sus muslos, sintiendo como mis yemas parecen quemar al hacer contacto con su piel aun mojada.
—Creo que será mejor que me vista —dice finalmente, apoya sus manos a cada lado de mi cabeza y se alza. Sin embargo, que se aleje y se vista no entraba en mis planes.
—Me gustas desnuda —ejerzo presión en su espalda, volviendo a pegarla en mi pecho. Con diversión comienzo un baile sobre sus muslos, quizás subiendo más de la cuenta, consiguiendo únicamente que su labio sea atrapado con fuerza y su respiración se vuelva pesada —. ¿No te gusta estar desnuda para mí?
—Me gustaría más que tu lo estuvieseis —musita atrevida. Una sonrisa se expande por mis labios sin permiso a la vez que demasiadas cosas pasan por mi cabeza ante su comentario. Las alejo con dificultad, centrándome en como sus finos dedos se pasean por mi cuello.
—¿Sí? —con intención doblo mis rodillas, golpeando su trasero con mi creciente erección. —. ¿Qué más te gustaría?
—No, no, no... —convencida se aleja, quedando sentada sobre mí, consiguiendo únicamente que, en esta postura, desee arrancarle esa estúpida tela que me impide ver su hermosa piel —. Dijiste que no te ibas a acostar conmigo —elevo la mano, acariciando su mejilla, arrastrando mis dedos por su piel hasta alcanzar su cuello, clavícula, hombro... y no me detengo hasta que mis dedos toman el inicio de la toalla.
—Así es, no me pienso acostar contigo —informo sereno —. Pero eso no quiere decir que no podamos jugar... No te imaginas lo mucho que deseo hundirme en ti niña, cada vez que te veo te imagino en cuatro mientras entro y salgo de tu rosado y húmedo coño. ¿Entiendes lo loco que me vuelves? Si fueses otra me importaría una mierda hacerlo de cualquier manera, pero contigo, contigo todo va a ser diferente, todo va a estar bien hecho —de un rápido movimiento la alejo, acostándola a mi lado. Me giro hacia ella y aprecio lo nerviosa que parece haberse puesto; justo como a un jodido enfermo como a mi le gusta. Me observa tras sus largas y espesas pestañas con tanta intensidad que, controlarme, se vuelve tarea difícil.
—¿Qué vas a hacerme? —inquiere tímida, pero sin borrar la sonrisa de sus labios.
—Voy a conocer tu cuerpo... —comienzo acunando su teñida mejilla con mi mano derecha —. Pienso dejarte bien claro que, lo que vas a sentir esta noche, es solo una pequeña parte de todo lo que puedo hacerte sentir. Y que, una vez que lo haga, no querrás ni siquiera pensarás en que otro pueda dártelo —traga con dificultad, asintiendo quedamente. Atrapa su labio y no necesito más para comenzar a arrastrar mis dedos por su cálida piel hasta el inicio de la toalla, enfoco sus ojos, antes de nada, y en cuanto aprecio la aprobación en su mirada, tiro del pequeño nudo.
La suave tela resbala por ambos lados de su cuerpo hasta caer sobre el colchón, respiro con fuerza ante la imagen que queda frente a mis ojos y parece adherirse con tanta fuerza que quema. Escruto su cuerpo sin pudor, aprecio sus pequeñas y redondeadas montañas, barro su plano y pálido vientre y me pierdo en ese pequeño y apretado coño que parece gritar mi nombre con desespero.
—Eres preciosa, una jodida obra de arte —suelto sin pensar, ni siquiera soy capaz de pestañear; su virginal cuerpo se aprecia como el más hermoso y formado que haya podido tener frente a mí.
—Gracias —enfoco sus ojos ante su suave susurro, ladeo una pequeña sonrisa y me acerco hasta atrapar sus labios. La beso con suavidad, me tomo el tiempo de saborear y disfrutar de sus pequeños movimientos mientras lucha por complacerme, porque lo noto, noto como quiere hacerlo bien.
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Editado: 21.09.2021