Se arrastró de dolor, tocándose el vientre protegiéndolo con todas sus fuerzas, su verdugo jalo su cabello y volvió arremeter en su rostro hinchado, dejándola en mal estado, no conforme patio con furia y coraje aquel vientre abultado, soltado un grito de su boca. Un grito que jamás olvidara la vida se le estaba hiendo de sus manos.
Aquel llanto de ese bebe jamás lo escucharía, jamás vería su rostro, jamás sentiría su piel cálida sobre su pecho. Volviendo todo oscuridad.
Alguna vez has tomado la peor decisión de tu vida, tal vez el amor y el corazón te hace creer que aquella persona en la cual depositas tus esperanzas hasta tu misma vida, puede defraudarte de tantas maneras y hacerte mierda y te empeñas en que cambiara, porque de eso se trata el amor, o eso creí.
No justifico mi vida y el cual termine casi al punto de morir. El llego como un susurro erizando cada poro de mi piel, cada fibra en mí, fue amor a primera vista, lo fue y yo solo contaba con la mayoría de edad cumplida.
Crecí en un suburbio de mala muerte donde el más fuerte debe sobrevivir, mi madre murió en un asalto en aquella tienda, lo curioso fue que ese día me discutí en ir por las compras de la casa, solo para quedar bien con el borracho de mi padre debía estar la cena lista. Ante mi necedad tomo su cartera y salió jamás regreso. Tal vez escape a la muerte y esa fue la primera vez. Mi padre recayó en el alcohol hasta el mismo abismo nunca mostro sentimientos de apoyo ante nuestra perdida, se justificaba en abrigarse y olvidarse de todo, peor duelen más sus palabras que debí ser yo quien debió morir ese día, aun así, e incluso ante sus malos tratos limpié las mierdas cuando no podía ponerse de pie... odiaba mi vida odiaba ser hija de él.
Pero el destino y mi vida dependía ahora de aquel hombre de ojos negros, su loción aturdió todo mi sistema, no pude evitar dejar de verlo. El representaba el peligro, un dulce y pecaminoso peligro. Tome la salida fácil, mi vida estaría resuelta y eso fue entregándome a mi propio verdugo.
Adalberto Hamburgo era un hombre del cual me enamore, no importo el hecho en que se dedicaba turbiamente, la vida fácil es un gran espejo de que deslumbra y te hace subir hasta las nubes, hasta el primer golpe que me hizo caer. Perdí dos embarazos por sus fuertes golpes, el último fue el que me hizo reaccionar, mientras sus hombres custodiaban aquel pasillo del hospital.
—Te vez del asco, Telma mírate —su mirada es oscura mientras yace fumando cercas de mí.
Duele mi abdomen después del gran golpe sacándome sangre por la boca, no debí negarme en dejar que me tocara, pero cada vez era más violento que las anteriores. Mi embarazo era de cinco meses. Donde perdí una pequeña. Mi hija, las lágrimas salen por mis mejillas el dolor es más grande y nunca supera el primero los dos son tan coléricos tan llenos de rabia en no defender la pequeña vida que crecía en mi vientre solo por el miedo. El sueño de ser madre nunca se realizará. Tengo miedo que vuelva a pasar.
—No debiste hacerme enojar, mírate estas hechas mierda ahora, has perdido a mi hija, ni para eso sirves en sostener mi legado. Por tu estúpida torpeza estoy retraso con el encargo
—Adalberto no me hables así… yo… — odio ser débil, odio quebrarme ante su mirada.
—Déjate de estupideces —se pone de pie acomodándose el saco, para sé que n tiene sentimientos pro nuestra beba.
—¿Estupideces? Perdí a mi hija, y tu solo me culpas a mí, yo deseaba, más que tu este embarazo, me has vuelto a quitar la ilusión de nuevo. Hace ocho meses perdi a mi bebe y de nuevo me has quitado todo Adalberto, TODO!!!.
—Ya…ya… maldita sea puras quejas contigo, nunca debí sacarte de ese lugar, mírate ya ni te me antojas, solo lloras de todo, vives del miedo y eso no va conmigo.
Muerdo mis labios con fuerza, tal vez tenga razón nunca debió sacarme de ahí, o tal vez nunca debí poner mis ojos en él. Callo y guardo mi dolor solo para mí, sé que él nunca cambiara hasta que acabe con mi vida, hasta que este totalmente muerta por sus manos llenas de sangre.
No dejo de ver la puerta, que da a la única salida de esta habitación, necesito escapar, no puedo más, necesito salir del mismo hoyo donde yo misma me hundí.
Las gotas de la lluvia caen haciendo ruido por la ventana, tal vez es una señal, del cual debe escapar, con cuidado trato de ponerme de piel, el dolor es insoportable, pero lo puedo tolerar, busco la ropa en la cual saldré esta tarde que me dan de alta. El no vendrá por mi mandara a sus hombres me llevaran a esa jaula de oro. Debo darme prisa antes que la enfermera entre todo el personal está bajo sus órdenes.
—Señora Hamburgo — la voz detrás de mi espalda me paraliza.
La enfermera me ve curiosa, el miedo me invade por todo el cuerpo y la esperanza de salir es esfumada en segundos,
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Editado: 26.04.2021