Creo que ser amistosa no va conmigo, desgraciadamente para las demás soy como una enemiga, no entiendo el porqué. Hago mi trabajo me esfuerzo cada día, pero no se cansan de hacerme la vida imposible, no he comentado nada con el Doctor Manríquez lo que menos quiero es tener problemas. Solo enfocarme con lo mío y salir a mi departamento para encerrarme, se que la paranoia no es buena consejera, pero aun mientras él no esté muerto no podre tener una vida tranquila y recuperar la poca libertad que tuve.
Hace algunos dos años intente buscar a mi padre, sé que la última vez que lo vi, estaba dormido en aquel sofá, ahora puedo entender que estoy sola. Murió de una cirrosis hepática, nunca se trató, cayó en una se las calles sin que nadie hiciera nada.
Necesito buscar el informe semanal, sé que lo había dejado en la recepción, solo fueron dos minutos que atendí aun padre solicitando información sobre su hijo, pero al regresar no estaba, pregunte a Moni, pero ella nunca vio nada, sé que algo tuvieron que ver, era el trabajo de toda la semana. Solo las veo murmuran entre risas.
Mi bíper suena aquel aparato eléctrico que es solo para emergencias, para indicarme que entrara en cirugía larga, suelto un suspiro tengo tiempo para buscarlo.
—¿Segura que no lo has visto? —Pregunto aun esperanzada.
Moni amplia una sonrisa negando que tal vez no lo deje aquí, que debería buscar en otra parte, sé que puedo jurar que no fue así. El cansancio mental me está matando.
—Puedo jurar que lo deje aquí, a lado de los lapiceros Moni —vuelto a insistir
—Deberías cambiar esa forma de hablarme parece que me estas acusando Zoila, busca alguien más a quien culpar –dice con molestia y no le creo.
—Es raro porque estaba anotando justo aquí y tú estabas, usando el teléfono para llamadas personales y solo fueron dos minutos que me gire a tender a un padre y al volver no estaba. ¿Qué quieres que piense?, sé que no les caigo bien, pero mi pregunta es ¿Por qué?
—Creo que el cansancio te está haciendo ver cosas que no son, deberías hacer lo tuyo y dejarme en paz Zoila, en vez de estarme acusando.
Vuelve a lo suyo, pero mi garganta quiere gritarle, me voy molesta, enfurecida, trato de llevarme bien con todos pero que me odian que hay de malo, no tengo la culpa realmente que sea la asistente, no saben el trabajo cargado que tengo bajo mis hombros, el doctor confía en mí, y cualquier cosa que haga mal, no van conmigo sino con El.
Entro al baño necesito refrescar mi rostro, me observo en el espejo soy un asco, y no entiendo por qué tengo esa necesita de llorar, mis labios tiemblan, limpio mis lágrimas y trato de respirar profundo, tomo una de las servilletas para limpiar la humedad de mi rostro, antes de tirar la servilleta veo la carpeta en el cesto de basura.
—No puede ser.
Esta mojada, escurrida la tinta, como es que… no hay necesidad ni de decirlo sé que fue ella. O si no lo fue Sara, no tengo dudas. Ambas estaban mirándome entre risas.
Empuño mis manos con fuerza, ni hace el coraje va arremedar su actitud contra mí, debo volver hacerlo y me tardare casi todo el día.
¿Acaso no saben todo lo que he pasado?, claro que no. Creen que tengo una vida fácil, pero dentro de mi tengo las cicatrices del dolor, y no quiero ser como esas mujeres siempre victimizándose por los golpes de la vida, quiero ser fuerte y resistir.
Salgo de ahí con las hojas escurridas, pasando por la recepción ambas están y me miran solo de reojo para cuando entre dando un pie a la oficina suelta una risa burlesca no lo disimulan si así son ellas no quiero imaginarme esa tal Maggie.
—Perras –mascullo con enojo.
Estoy tan concentrada que no me doy cuenta, que la puerta es abierta y aquella mujer rubia me mira confundida.
—Hola, ¿No está el Joshua?
La veo y ella entra sin ser invitada, tomando lugar, me mira con una sonrisa en sus labios, cruza sus piernas esperando mi respuesta.
—Te hice una pregunta.
—Disculpa, no está, el doctor está en una cirugía que se alargó un poco.
—Ya veo. –resopla los labios ante mi contestación.
—¿Quiere que le deje un mensaje?—dijo tratando de ser amable
Al verla trae una bata y parece apurada, es claro debe ser una doctora, ella saca su móvil, escribe algo y se pone de pie.
—No, ya que lo que hablo con el doctor es personal. –dice analizándome, pone sus manos en sus bolsillos
—Entiendo.
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Editado: 26.04.2021