Un Destino Prometido

*33*

Las excusas que habían planeado sus amigas fueron en vano, Isabelle bajaba las escalas como si nada hubiera pasado, es más cualquiera habría pensado que había desaparecido solo para colocarse más bella.

—¿Como estás? Y William no estaba contigo. — al ver a Carlos alejarse de ellas supo que el les había contado, hubiera preferido que no supieran, no quería preocuparlas.

—Estaba, creo que no demora en bajar.

—¿Estás bien? — la mirada inquisidora de Christine no la doblegó a decir la verdad de lo que había sucedido con William minutos antes. —¿Que sucedió?

—Isabelle por favor abre la puerta.

—¡Vete! — Grito ella nuevamente, con esa ya eran cinco las veces que le había pedido, más bien, exigido que se fuera.

—O abres o entro a la fuerza — era su última opción

—Entra entonces — lo reto, no era difícil saber que no sería capaz de derribar la gruesa puerta de madera con tres pasadores de hierro fundido.

William no pudo evitar sonreír ante las ocurrencias de ella, iluso él que pensó que la convenceria así de fácil

—Perdóname por favor, yo sé que fui un canalla, un vil y asqueroso canalla, no debí nunca menospreciarte y humillarte como lo hize, sé que merezco tu enfado y quizás tú odio, pero las cosas han cambiado, por favor tienes que creerme — William apoyo su frente sobre la puerta mientras que Isabelle se apoyaba de espaldas a la misma —¡Pídeme lo que quieras pero no me odies por favor! eso no lo soportaría.

No hubo respuesta

Isabelle sintió que su alma se partía en dos, no podía creer que William había caído a sus pies, pero a diferencia de lo que pensó no le causó placer verlo derrotado, no pudo sentir otra cosa que no fuera lástima por él en ese momento y sentimientos confusos para ella, pero no sé doblegaria, si, era una idiota por enojarse por algo tan simple para muchos, pero para ella era como otra traición más, aunque en el fondo ella fuese igual de traidora que él.

—Levántate que ya asearon los pisos — replicó ella al abrir la puerta minutos más tarde pensando que él ya se había ido, pero para su sorpresa se encontraba tirado en el suelo como un mendigo —Además el matrimonio sigue en pie, no voy a arriesgar mi reputación.

—Eso quiere decir que me perdonas

—Eso quiere decir que tenemos que bajar.

William se levantó como un resorte y dió un fugaz beso, un beso donde a los dos les pareció eterno y se alejó de ella saliendo del pasillo.

—Te espero en el salón

Estaba herida pero ya se había desahogado lo suficiente como para continuar lamentándose, además si el objetivo del conde era ese, había fracasado, ella continuaría con su matrimonio, recibirían la herencia y se iría a Surrey con su padre.

Fácil, ¿No?

—Supongo que no me vas a contar — Isabelle asintió. —¿quieres ponche al menos?

—Lo nesecito urgente — de inmediato llegó Dayanne con un sirviente y tres copas con ponche.

—Te he visto muy poco con tu prometido Christine — pregunto curiosa Dayanne, ya que los había visto muy alejados y a Christine huirle — a la gente le gusta hablar de más.

—No es que no quiera estar con él, solo que habla poco y me aburro.

—Pero tienes que cuidarte de las habladurías, eso es más peligroso que una bala al corazón

—Dayanne tiene razón Christine, pero, no te preocupes él te gano de mano. — señaló con sus ojos que él venía.

—Damas un placer, Lady Chaney felicidades por su futuro enlace — saludo cordialmente el prometido de su amiga, de cerca era aún mas apuesto, sus rasgos eran completamente hermosos y al lado de Christine hacían una hermosísima y envidiable pareja. — ¿y su prometido?

—Milord muchas gracias, él está solucionado un inconveniente, nada grave.

—Tendré que felicitarlo luego, con permiso me llevo a mi prometida.

—Hasta luego Milord — respondieron las dos jóvenes a unisono.

—¿No se ven divinos juntos? — pregunto Dayanne a Isabelle quien asintió con una sonrisa que se le desvaneció al ver a William acercarse.

Tenía que amarrar su corazón para que no latiera tan fuerte.

—Isabelle me iré a sentar, ya viene Lord William y no creo que para que nos quedemos conversando los tres — Bufo Dayanne

—Nos vemos Dayanne — su amiga se alejó pero a pocos metros fue abarcada por un hombre que le pedía una pieza de baile y él al ver su cartón no le quedó de otra que aceptar a regañadientes.

—¿Me permites está pieza? — Isabelle asintió y se adentro a la pista con William delante de ella.

Bailaron cuatro piezas seguidas, a William no le pareció molestarle aunque se le notaba incómodo, pero la maldad de su pareja de baile le prohibió que parase hasta que ella se cansará.

William no era de bailes, sabía bailar y muy bien, pero si estaba en sus manos prefería quedarse entablando conversación con alguien y en sus tiempos de soltero coquetear con alguna dama, a estar bailando pero no podía decirle no a ella, por ella haría gustoso mil sacrificios.

 

 

*****
 

El sol no salía cuando William despertó, la ansiedad de saber quién era ese maldito hombre no lo dejo conciliar el sueño, Isabelle sería su esposa y nadie absolutamente nadie la tocaría.
 

Reviso nuevamente la nota y repetía el nombre del conde, pero no le generaba nada, absolutamente nada, era como si no existiese, cuando su ayuda de cámara entro a la habitación lo escucho hablando solo, fingió que no lo había visto y siguió hablando como si fuera normal.
 

—¿Que haces cuando no sabes algo?
 

—Indagar Milord — respondio con seriedad continuando su labor de vestir a su amo
 

—Lógico, y cuando no sabes a quién preguntar — se sentía idiota al preguntarle algo evidente a su sirviente.
 

—Milord, siempre va a existir alguien que sepa lo que usted quiere saber, solo hay que fijarse que tan reciente es. — William frunció el ceño, no supo que quería decir con reciente.
 




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