Bruno no lograba entender como ella con su sola presencia estaba causando un caos en su interior. Solo pudo responder a las palabras de ella con una retadora sonrisa.
—¿Y si no te llamo? —repitió ella intentando que él no notara su desconcierto ante su expresión.
Él continuó mirándola con esa sonrisa imperturbable que parecía un reto a pesar de la tormenta en su interior.
—Lo harás —dijo, con una seguridad que hizo que Valentina entrecerró los ojos, intrigada y, a la vez, molesta por lo confiado que parecía.
—¿Y qué te hace estar tan seguro? —Bruno inclinó la cabeza ligeramente, sus ojos brillando con diversión.
—Porque quiero pensar que eres una mujer que cumple con lo que dice —afirmó con ese tono suave, pero firme que había utilizado antes, el mismo que la había desarmado cuando estaba aterrorizada—. Y, además, me parece que no te gusta perder. ¿Me equivoco? —Sorprendida, no pudo evitar esbozar una sonrisa irónica, divertida por lo que él había insinuado.
—Quizá te sorprenda —dijo, levantando una ceja.
Él no respondió de inmediato, pero la forma en que la miró, con esos ojos oscurecidos, llenos de complicidad, le dio a entender que, en el fondo, ya se había ganado esa pequeña batalla.
—Espero esa llamada —dijo, finalmente, mientras se recostaba en su asiento, relajado, como si ya hubiera ganado.
Ella volvió a mirar por la ventana, intentando ordenar sus pensamientos. Pero lo cierto era que, aunque no lo admitiera, algo en el desafío de este hombre la había dejado intrigada. Y lo peor de todo es que no podía sacarse de la cabeza la idea de que, en algún momento, terminaría llamándolo.
Se inclinó sobre su laptop, decidida a dejar atrás el incómodo episodio con Bruno. Sus ojos recorrían rápidamente los documentos, analizando cada detalle de los informes que su padre le había enviado. La seriedad de los números y acuerdos la ayudaban a mantener la mente ocupada, alejando cualquier pensamiento que pudiera distraerla. Los minutos pasaban, pero ella no dejaba de trabajar, sumergida en cada página, calculando estrategias, revisando datos y anotando lo que necesitaba ajustar o preguntar. Quería tener todo bajo control; era su manera de mantener la compostura después del caos.
Por su parte, Bruno, en el asiento a su lado, cerró los ojos como si estuviera dispuesto a descansar, pero en realidad solo fingía dormir. Cada tanto, sus párpados se levantaban apenas lo suficiente para espiarla, su rostro iluminado por el brillo de la pantalla de la laptop. Ella estaba completamente absorta, su ceño fruncido mientras analizaba los documentos con una concentración que casi le parecía admirable. Sin embargo, él no podía evitar sonreír cada vez que la miraba. Había algo en la intensidad que ella proyectaba, que lo atraía de una manera que no podía explicar.
El silencio del avión se había vuelto casi relajante, contrastando con la turbulencia que habían vivido minutos antes. Bruno, mientras se obligaba a permanecer inmóvil, sentía una extraña calma a su lado, como si la presencia de Valentina lo anclara. Pero, al mismo tiempo, una inquietud se arremolinaba en su pecho, una mezcla de curiosidad y algo más profundo que lo descolocaba. ¿Qué era lo que esta mujer le estaba provocando? Nunca había sentido algo parecido, y el simple hecho de que Valentina lograra sacudir algo dentro de él era desconcertante. Su mirada viajaba desde sus manos, que se movían con destreza sobre el teclado, hasta el mechón de cabello que caía descuidadamente sobre su rostro mientras trabajaba.
Cada gesto, cada respiración de esta mujer parecía atraparlo. Él se preguntaba si ella sentía algo similar o si simplemente estaba completamente ajena a su presencia. Intentaba descifrarla, pero Valentina mantenía una barrera invisible, esa seriedad y frialdad que la hacía parecer inquebrantable. Y, sin embargo, Bruno no podía sacarse de la cabeza el momento de la turbulencia, cuando ella se había aferrado a él con tal desesperación, dejando al descubierto un lado vulnerable que parecía tan opuesto a la mujer que ahora se dedicaba por completo a su trabajo.
Con los ojos entrecerrados, disfrutaba observándola en silencio. No sabía si era la cercanía, la conexión inesperada durante la tormenta, o simplemente el contraste entre su actitud desafiante y su vulnerabilidad, pero había algo en ella que lo fascinaba. Su mente divagaba, recordando cómo su corazón había latido con fuerza mientras la tenía entre sus brazos, cómo su perfume lo había envuelto. ¿Por qué esta mujer, en tan poco tiempo, había logrado atravesar las murallas que él mismo se había impuesto?
Cada vez que se movía ligeramente en su asiento o cambiaba de página en sus documentos, él la observaba con una mezcla de intriga y admiración. Sentía una conexión inexplicable, aunque ella seguía concentrada en su trabajo, ajena a la confusión emocional que le provocaba. Mientras la estudiaba, intentando descifrar sus propios sentimientos, se dio cuenta de que no era solo atracción lo que sentía. Era algo más complejo, algo que lo sacudía desde lo más profundo de su ser. ¿Podría ser que, después de tanto tiempo, estaba listo para abrirse de nuevo a alguien? La sola idea lo aterraba, pero a la vez, lo emocionaba.
Valentina, por su parte, ni siquiera lo notaba. Estaba sumida en su propio mundo, en sus propios pensamientos, preocupada por los temas de la empresa que necesitaba resolver. Cada minuto que pasaba, más lejos parecía estar de Bruno, aunque él no dejaba de pensar en ella, en sus gestos, en su carácter, en cómo había logrado desestabilizarlo con tan solo un par de encuentros breves y una turbulencia que los había acercado de manera inesperada.