Un Dulce Engaño

2. DOLOROSOS ACONTECIMIENTOS

IAN

Reía frente a mis primos Henry y Nate, cuando en realidad, por dentro sentía las heridas arder.

No sabía por qué era tan difícil para mí confesar la manera en que Zazil rompió mi corazón, como me sigo sintiendo tan humillado. Ellos son como mis hermanos, sé que tendría su apoyo, pero, aun así, me avergüenza expresar lo tonto que fui.

Ellos parecían tan plenos, si bien, la esposa de Henry no era de mi agrado, ella parecía ser su ancla después de verlo devastado tras la muerte de María. Tenían un matrimonio largo y sólido. Nate, por su parte, después de vivir una etapa incluso más desatada que la mía, encontró a la mujer que lo hizo redimirse. Nunca pensé verlo tan enamorado y feliz, aunque fuese de una mujer casada. Ahora le tocaba reconquistar a Ariadna después de que ella se enterara de que mi primo, hizo una de sus pequeñas travesuras; Ary era casada, el esposo un infiel en potencia, y Nate hizo el plan perfecto para separarlos desde las sombras y él convertirse en el paño de lágrimas.

—Tengo que irme —Nate se puso de pie, dejó un par de billetes sobre la mesa—, no quiero llegar tarde a mi cita con Ariadna.

—Voy contigo —lo seguí, dejé dos billetes más—, quiero tomar la fotografía de tu cara cuando te deje plantado —Nate me miró mal y me mostró su dedo malo—. Me harás llorar. —Ironicé con burla.

—¿Envidia por qué conmigo si van a regresar? —devolvió el golpe y me noqueó sin contemplación.

El muy hijo de mi tía, había ganado el encuentro por knockout.

—Ya dejen de pelar —Henry se puso de pie, dejó un par de billetes más para la cuenta—, parecen un par de niños. Ahora suban al coche, les daré un aventón.

—Gracias papá —pestañeé con fingida inocencia—, temía perderme de camino a la oficina.

Los tres salimos del restaurante, el sol estaba en pleno apogeo, así que nos colocamos las gafas de sol antes de seguir avanzando hacia el coche. Noté las miradas que captamos de cada chica que se atravesaba en nuestro camino.

Mis primos, que eran como mis hermanos, estaban tomados, pero yo no, y quizás más de un par de clavos me ayuden a superar esta tristeza.

Subimos al auto de Henry, yo tomé asiento en la parte trasera, él y Nate viajaban en la delantera. Henry, aunque era el más serio, sabía molestar, e iba a una velocidad bastante baja solo para estresar a Nate y lo logró.

—¡Bájame aquí, no quiero llegar mañana! —Nate estalló.

—Oye, papá —dejé mis manos caer en los hombros de mi primo, el mayor—, ¿por qué no nos llevas por un helado?

—Eso suena bastante bien —me siguió la corriente—, me daré la vuelta —giró un poco el volante e iremos a esa heladería que…

—¡No vamos por ningún maldito helado! —Nate tomó el volante y giró con brusquedad para seguir por el camino que él quería.

Henry yo nos echamos a reír incontrolablemente, ver a Nate rojo del coraje me mejoraba mucho el ánimo.

—¡Vamos a chocar, moriremos y no llegarás con Ariadna!

Después de ver a Nate refunfuñar, supimos que era momento de parar si no queríamos ser asfixiados en la noche por el loquito de la familia.

Henry comenzó a manejar de manera correcta, aumentó la velocidad y dejó el juego.

Nate le pidió que se detuviera en una florería cercana al restaurante donde sería su cita, y ahí mismo bajé yo, ya que el edificio donde estaba mi oficina no estaba muy lejos.

Nos despedimos de Henry con un movimiento de mano, prometimos mantenernos en contacto y entré a la florería con Nate.

Mi primo pidió un ramo de flores, pero estas eran específicas.

—¿Por qué no pides rosas y ya? —pregunté cuando la florista desapareció para ir a pedir las flores en otra sucursal.

—Porque no son sus favoritas, ¿por qué le llevaría algo que no le gusta?

Me quedé pensativo, nunca supe cuáles eran las flores favoritas de Zazil, yo iba compraba y era todo.

¿Para qué complicarme la vida?

Esperamos un tiempo dentro de la florería, cuando el teléfono de Nate timbró anunciando una llamada.

—Es Henry. —Negó con la cabeza—. Debería de ignorarlo. —Pero, no lo hizo, nunca lo haríamos. Somos incondicionales sin importar qué.

Nate respondió la llamada colocando el altavoz.

—Diles a mis padres que los amo. —La sonrisa desapareció de rostro al escuchar aquellas palabras de mi primo. Nate me miró con la misma preocupación.

—Henry —Nate logró articular—, ¿qué sucede?

—Me he quedado sin frenos, no puedo controlar el coche —las flores que Nate me dio a cuidar cayeron de mis manos—, voy a morir, quiero que le digas a mi mamá que la amo, y que no quiero que llore mucho por mí.

Sentí que perdí el aliento, mi cuerpo se heló al mismo tiempo que sentía como si sangre se acumulara en mi cabeza.

El llanto de Henry llenaba todo a nuestro alrededor. El teléfono resbaló de las manos de Nate, así que me apresuré a tomarlo.

—¿Qué está pasando, Henry, dónde estás? —pregunté con desespero e impotencia, frustrado ante la situación.

—Nunca se los dije con todas las letras, pero los amo —pasé saliva y sentí como si tragara clavos—. Fueron siempre mis hermanos de otra madre, cuídense mucho…

Henry era como el hermano mayor que no tuve nunca, no podía pasarle nada, no podía.

Y entonces un sonido estrepitoso estalló en el teléfono; al instante la llamada se cortó.

—¡Noooooooooo! —grité casi desgarrándome la garganta— ¡Nooooo, Henry!

—Ian —la voz quebrada de Nate me llamó, pero no podía responderle—, Ian, tenemos que ir a buscarlo.

—¡No, no, no, Henry no! —negaba una y otra vez.

—¡Ian, tenemos que ir a buscarlo! —Nate tomó mis mejillas con fuerza, me obligó a mirarlo, después a seguir sus pasos.

Después de un viaje por el camino que nuestro primo siempre solía tomar, logramos encontrarlo, sin vida.

✦࿔࿓࿓࿔✦

Le mandé un mensaje de texto a Zazil para informarle la pérdida que sufrí. Si bien, ella no conocía a Henry, sabía el profundo cariño que yo le guardaba, que le seguía guardando.




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