Ella corría veloz por las calles casi desoladas. De un gran salto subió al techo de una casa. Al voltearse podía verlos siguiéndola. 《¿Éstos nunca se cansan?》 Ella estaba al límite, había corrido casi todo un día completo, sin descanso y sin haber dormido nada. Esperaba que se hiciera de noche y su poder aumentara, así no podrían alcanzarla.
Aumentó su velocidad tanto que los perdió de vista y aprovechó para entrar por una ventana de un apartamento.《Pasaron de largo, ¡genial!, no me vieron》 Observó a su alrededor, era una habitación de un chico, no muy ordenado. Su ropa sucia estaba amontonada en una esquina y para su sensible olfato era asfixiante.
Un olor humano se acercaba, 《¡Rayos! tengo que esconderme》 Era una habitación pequeña así que el único lugar donde podría esconderme era lo típico... bajo la cama.
Pudo escuchar unos pasos recorriendo la habitación. Mientras tanto ella bajo la cama pensaba en lo que iba a hacer.
Tenía que encontrar refugio en un lugar donde nadie pudiera encontrarla. No podría ir a ninguna de sus casas, estarían vigiladas, esperando a que se acercara para matarla.
Tampoco podría estar donde podrían verla, ni buscar habitación en un hotel, ellos tienen espías por todas partes. Lo más seguro es que su rostro estaría en rondando por todos los miembros del clan Asha, con una gran cantidad de dinero por su cabeza. Conocía muy bien cómo se movía ese mundo.
Los pasos del chico se alejaron y se escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. Su olor había desaparecido. Con el pasar de los años se había acostumbrado a confiar más en su olfato que en sus oídos.
Salió y se estiró. Trató de usar su olfato para saber la posición de sus perseguidores, pero le fue inútil. Algo interfería 《¡Es verdad!, ninguno de ellos pudo olfatearme cuando entré en el apartamento y eso que pasaron en frente》Algo había en este edificio que inutilizaba el olfato, si era así es el mejor escondite que pudiera haber encontrado. En el clan Asha había muchos de su misma raza que podrían localizarla por su olfato.
Entonces estaba decidido se quedaría allí hasta que encontrara algo mejor. Pero existía un pequeño gran problema... El chico.
Decidió enfrentar lo inevitable y salió de la habitación a la pequeña sala-comedor.
—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? -preguntó el chico que tendría como unos 24 años, de cabello castaño oscuro y ojos azul muy claro.
En su apartamento apareció una chica de 22 años, cabello castaño claro y ojos grises que poseía una mirada intimidante.
—Ese no es tu problema -responde ella con molestia.
—¿No es mi problema? Entras a mi apartamento sin ningún permiso y tampoco se como, y dices que no puedo ni saber quién eres o que haces aquí.
—Afirmativo.
—¿Sabes qué? No me importa que tan buena estés, no pienso dejar que estés aquí.
—Cállate humano -le dice con un tono de amenaza- No estoy aquí porque yo quiera. Necesito esconderme y este parece un lugar apropiado.
—¿Humano? Estás loca. Llamaré a la policía -él va a donde su celular que se encontraba sobre una mesa, pero ella fue más rápida y se colocó en su camino.
—Ni se te ocurra hacer eso.
Ella llegó hasta él con una velocidad que repasaba a la humanamente posible, tomó su celular y lo hizo trizas con una sola mano.
—¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo llegaste aquí? ¡NOOO, MI CELULAR! -gritaba mientras se jalaba los cabellos.
Ese celular que compró hace sólo 2 meses con sus ahorros personales que le tomó mucho esfuerzo en reunir y ahora... sólo trozos inútiles. Y lo peor de todo es que le sería imposible comprarse otro, quedaría incomunicado por un muy largo tiempo.
—Es un simple objeto material, no es para tanto -comenta ella sin preocuparse.
—¿Qué no es para tanto?, en ese celular agoté cada uno de mis ahorros de muchos meses de trabajo duro.
Respiró con cansancio sin darle mucha importancia al chico que se lamentaba histérico.
—Yo te lo pagaré, no tienes que preocuparte por eso.
—Claro que lo pagarás.
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Editado: 21.04.2022