Alguien apuntó las matrículas de ese camión que me pasó encima —oh por dios— me duele la cabeza horrible, pero que suave amaneció mi cama. — Rayos, esta no es mi cama— me levanto rápidamente exaltada mirando todo a mi alrededor, cama, cuarto, closet… ropa… hombre ultra guapo dormido en un sillón. Me llevo las manos a la boca antes de gritar.
Vamos Majo repasa todo lo que hiciste ayer, recuerdo que llegué aquí y tome vino —bingo, soy muy mala copa—. Después caminé por la casa de la manera más tranquila del mundo, dando un tour. Miro debajo de la frazada que cubre mi cuerpo, ok, no llevo falda. Golpeo mi frente con fuerza, debo calmarme y salir de esta situación poco decente lo más digna posible.
—Buenos días.
Ay no, giro hacia donde esta él recostado, se pone de pie y estira su cuerpo. La camisa que cubre su torso se sube junto a sus movimientos y puedo ver todo lo que oculta ahí debajo y es maravillosamente casi exacto a como lo imagine.
—Buenos… —. Se me atoran las palabras por semejantes buenos días que estoy teniendo, él me sonríe con algo de picardía al darse cuenta de que lo estoy desnudando con la mirada —días. Termino por decir y me acomodo un poco el cabello que debe ser un desastre, reviso mi aliento disimuladamente — iiu... ¿Quién se murió? —. Me digo a mí misma, ese vino pega muy duro. El estómago se me revuelve y siento ganas de vomitar. Corro al baño importándome muy poco mi dignidad, él no dice nada, eso lo toma por sorpresa, cierro el baño y vacío todo mi estómago.
—¿Estás bien? —. Me pregunta detrás de la puerta.
Tal vez mis arcadas le contestaron, qué no, vomito incansablemente unas tres veces como la chica del exorcista, pero puede que me quede corta, he echado el bacalao de la abuela y eso fue hace ya unos años. Tomo aire intentando controlarme y controlar el esfínter de mi esófago que esta como manguera de bomberos en medio incendio sin el seguro puesto.
Pasan unos minutos y logro controlarme, miro alrededor de la taza esperando no haber hecho un desastre por todos lados y parece ser que mi vómito se comportó decentemente. Ahora debo lavarme los dientes, pero no tengo nada para poder hacerlo. Él vuelve a tocar la puerta.
—Lo peor ha pasado — digo simplemente, cerrando la tapa del baño y quedándome en el suelo, que más puedo hacer, he quedado peor ante semejante perfección de hombre. No creo que alguna mujer en su sano juicio haya vomitado antes aquí, en este hermoso y elegante baño, impecablemente blanco.
—Te traje esto, te ayudará — deja sobre el lavabo una bolsa blanca con algunas cosas dentro —Aquí está unas toallas nuevas, solo para ti, puedes tomar un baño en la tina con calma para que te sientas mejor, estos son unos analgésicos y una botella de agua. Mientras haré algo de desayunar para ambos.
—No tengo ropa… —. Suelto al aire sin dejar de verlo, se ve espectacular por las mañanas.
—Tendrás ropa afuera que podrás usar — dijo y acaricia mi cabello levemente, me sonríe y se va.
Que hice para merecer este trato tan dulce y significativo. Jalo las cosas sin ponerme de pie, me tomo las pastillas y reviso la bolsa, un cepillo de dientes nuevo, un desmaquillante y esto parece ser unas cremas para el rostro y cuidado personal, debo ir por mi bolsa necesitaré los tampones —Ah mira aquí hay unos también en la bolsa, que considerado, ¡santa carlota! —, pero es que se ha dado cuenta. Me pongo de pie como resorte para revisarme si me he manchado, tal vez manche su cama. Las sabanas carísimas, no puede ser eso posible. Parece que no me manche, entonces como supo que las necesitaba, o tal vez solo compro lo esencial para una mujer y que usara lo que ocupara. Dejo mi paranoia y abro el agua de la tina, dejo que se llene, me quito mi ropa y la dejo doblada con cuidado, entro al agua y se siente como la vida misma, me olvido de todos mis males aunque sea por cinco minutos.
Me tomo mi tiempo sintiendo el agua en mi cuerpo, es un baño bastante grande, aunque diría que es tamaño perfecto para dos personas. Él debe verse imponente en esta tina blanca. Termino de bañarme antes de que mis ideas vuelen muy lejos, tomo mi cabello en una de las toallas y salgo envuelta en otra, como dijo, hay ropa sobre la cama. Me llama la atención que hay un par de vestidos, dos faldas y un par de blusas. Será ropa de su hermana, pero estas tienen etiqueta, momento, todas tienen etiqueta. Revuelvo la ropa, y acomodada con delicadeza veo la ropa interior. Quien sea que lo haya escogido tiene muy buen gusto. Me cambio y me pongo un vestido que me hace sentir cómoda. Ahora solo faltan los tacones y si ahí están, me pongo unos negros que combinan y son más mi tipo.
Salgo del cuarto dejando que el cabello se seque al aire, traigo una pequeña bolsa con maquillaje para retocarme en mi bolso. Al salir un olor exquisito me atrae, frente a mí se construye la mejor de las imágenes, el sol entra por los ventanales adornando su estructura mientras prepara lo que parece ser un festín. Sonríe hacia mí cuando me nota espiándolo.
—Huele delicioso — digo al notarme expuesta.
—Te quedo bien el vestido — dijo mientras prepara los platos.
—Sí, son mi talla…
—Los pedí para ti, es tuya esa ropa —. Saborea una fresa mirándome fijamente.
—¿Tú los pediste? Pero como supiste mi talla.