Ana lo esperaba afuera de su habitación en Nordem, conversaba con el médico y Arturo, sonrió viéndola de lejos, le encantaba que ella se ocupara de sus cosas y lo atendiera como su esposa. Se acercó con cautela y la abrazó.
—Buenos días campeón, ya vienen por ti—le dijo el médico.
—Gracias amor.
—Ya todo está bien—confirmó Ana.
—Genial, ya podré volver a correr—rio.
Ana rodó los ojos.
—¿A qué edad se jubilan los motociclistas? Ya deseo que llegue ese día.
—¿Y si salgo como esos pilotos que casi a los 40 años quieren seguir corriendo?
—Entonces estaremos divorciados—le dijo con media sonrisa, él besó sus labios y negó.
—¿Qué es el motociclismo?
Los dos rieron y se abrazaron.
Salieron juntos y al subirse el auto Mateo vio sentada en la parte de atrás a Mariana, la pequeña Mariana, sonrió al verla y le lanzó un beso al aire, le recordaba tanto a él, siempre tímida y callada, la adoraba.
—Mateo te tomé una foto saliendo de la clínica la estoy subiendo pero ya a las redes ¡Eh!—bromeó Mariana.
—Graciosa, gracias Mariana, lo has hecho muy bien hasta ahora, arreglaré lo del pago con mi asistente.
—Gracioso—lo remedó Ana. Mateo y Mariana rieron a carcajadas.
Al llegar a casa Mariana subió a su habitación y Ana suspiró con dramatismo en su dirección.
—¿Qué amor?
—Nada, Mariana insiste en venir con nosotros, le dijo a mis padres que venía con nosotros.
—¿Y?
—Se han puesto como una fiera, la corrieron, la insultaron, estuvo llorando dos días seguidos, ahora está un poco más animada porque fuimos a buscarte.
—Dios, ¿Por qué son así?
Ana se encogió de hombros y comenzó a llorar, Mateo la abrazó y la besó en los cabellos, la consoló.
—No quería que ella pasara por eso, pero por estar detrás de mí.
—A diferencia de ti, ella no va ir a tener a un cuartucho sucio y sola, nos tiene a nosotros, a Alberto, ahí tiene su cuarto, yo pagaré sus estudios, tiene casa y familia, no te pongas así.
Ana afirmó con un gesto.
—¿Y Biel?
—Hermoso y bello ¿viste las fotos del eco?
—Sí, me hubiese gustado estar contigo. Ya no llores, voy a hablar con Mariana.
Mateo subió al cuarto de Mariana, ella le abrió, secó sus lágrimas y le sonrió, lo dejó pasar y se echó en la cama de nuevo.
—Mariana, me dijo Ana.
Ella se echó a llorar de nuevo y se abrazó a él.
—No estás sola, nos tienes a nosotros, a Alberto, a Biel, cuando nazca te vas a volver loca detrás de él, eres muy buena, no merecías que te trataran así, pero ellos son los que están mal, no tú. ¿Sí? Está es tu casa, aquí debes estar, sé que quieres a tus padres, pero a veces es necesario alejarse de ellos cuando son algo tóxicos, duele pero duele menos verlos hacerte daño.
Ella afirmó con la cabeza y secó sus lágrimas.
—¿Lo dices por ti también?
—No porque sean familia debes soportar sus humillaciones, eres un ser independiente y único, si te hacen sufrir, debes alejarte, nunca haría nada en contra de mi hijo que lo hiciera alejarse de mí. No podría.
—Te aman seguramente, pero no saben cómo amarte sin herirte.
—Sí, nuestros padres no son los típicos padres, pero Ana y yo no seremos así, amamos a Biel con todo, es nuestra prioridad, nuestro mayor orgullo.
—También el mío—sonrió ella.
El afirmó con un gesto y le sonrió.
Al día siguiente despertó temprano, iría a las prácticas, Ana se revolvía en las sabanas junto a él, besó su barriga y la sobó, besó sus labios y la abrazó.
—Me voy.
—Te haré desayuno.
—Ya Mariana anda como un fantasma por ahí, preparó algo la señora Olivia y desayunamos hace rato—rio.
—¿Yo soy la vaga?
—Estás embarazada amor, duerme, descansa.
Salió y Mariana le tomó fotos en la salida para subirla a redes sociales. Se subieron al auto, ella lo acompañaría para registrar su regreso en redes sociales. Al llegar la ubico con los técnicos y comenzó su día.
—Mateo, bienvenido de nuevo, no le temas a nada no campeón—le dijo uno de los ingenieros.
—Hay que trabajar.
—¿La chica?—preguntó uno de los pilotos con sonrisa pícara.
—Si alguien se le acerca a siquiera decirle buenos días, lo arrollo con la moto.
—Bien—dijo y alzó las manos mostrando las palmas, los demás chicos rieron.
Se le acercó uno de los asistentes de su equipo.
—Mateo, hay un señor y un chico que preguntan por ti.