Un invierno dificil

Mi mala suerte

Días antes de la desastroza noticia, mi tía Charlotte me había ofrecido la oportunidad de escapar del pintoresco pueblo donde vivía, para irme con ella a la famosa ciudad de Nueva York. Había aceptado inmediatamente, pero no fui capaz de contarle a mi familia tan pronto volví de donde Charlotte. Me mantuve callado ese secreto por días, esperando el momento justo. Sin embargo, cuando fui a hacerlo en plena cena de domingo, mamá miró a papá y este se aclaró la garganta. 

Algo bueno no era, eso ya lo suponía.

-Leah- dijo mi padre, interrumpiedo el suave sonido de los cubiertos al chocar contra los platos de porcelana que mamá había traído de quién sabe donde-. Hay algo que debemos decirte.

-Yo también debo decirles algo.

-Muy bien, adelante- dijo mamá, retocándose el apretado moño atado a su nuca. Negué inmediatamente con la cabeza. Mejor oír lo que ellos debían decir, no podía ser tan malo, ¿o sí?

Jajaja.

Miré a papá; el parecía ser el anunciante de la situación, y sin embargo fue mamá la que habló, fuerte y claro:

-Te vas a casar- anunció antes de que papá pudiera abrir la boca. Mis hermanas y yo miramos atónitas a nuestros padres, las menores con curiosidad, y las del medio con asombro. Yo los miré.... con esperanza de que fuera un chiste de mal gusto.

-Debí hablar primero-gruñí tan bajo que nadie más me oyó

-¿Cómo así que Leah se va a casar?- Preguntó una de mis hermanas menores, arrugando la nariz- Yo me quería casar primero.

-¿ah sí? ¿Y con quién tenías pensado casarte?- Le preguntó con dulzura papá, ignorando por completo el resto de la situación.

¿Yo me iba a casar?

¿Yo?

¿Porqué yo, no podía hacerlo Tessa? Ella siempre había soñado con casarse joven.

 

La lógica me visitó como un fuerte golpe: Yo era la mayor, y ya tenía edad para casarme. Mi familia necesitaba asegurar nuestro futuro y economía y para eso la unica solución era: casar a la mayor con alguien de buena familia.

Digo, no es que vivieramos mal, de hecho eramos los más adinerados en Dutton Hill, sin embargo era una tradición conseguir más y más alianzas y con ellas dinero, asegurándonos de quién sabe qué. Nunca me interesó saber porqué hacíamos eso.

Yo era consciente de que algún día me tocaría responsabilizarme por la economía de la familia, pero no pensé que fuera a ser tan deprisa. No me quería casar. No estaba lista. Quería seguir estudiando para algún día poder asistir a la famosa UCL, o a Oxford, las universidades del momento. Era lo que más deseaba.

No quería que mi futuro fuera lavarle la ropa a mi marido, asistir a ridículos eventos con él donde no podía opinar y jugar con unos hijos que no estaba preparada para tener. Yo tenía mucho más potencial que eso.

Y sin embargo, ahí me hallaba, hablando con mis padres sobre mi matrimonio arreglado.

-y, ¿con quién se va a casar Leah?- preguntó Tessa con desconfianza, como si no se creyera del todo que me iba a casar- ¿con Hardin?

Negué la cabeza, exasperada. Hardin podría ser de buena familia, pero papá nunca me permitiría casarme con él. Solía decir que Hardin era un peligro para la sociedad, con su temperamento fuerte y sus espectáculos, sin embargo era eso lo que me gustaba de él. Que no le importara lo que decían los demás. No se comportaba como todos los demás muchachos poderosos del pueblo.

Esto estaba mal, e iba a peor. La unica persona con la que aceptaría casarme sería con él, pero no había manera de que fuera con él mi matrimonio arreglado. No tenía idea con quién más podría casarme, no había demasiados chicos en Dutton Hill, y los que había eran criados o menores que yo. 

A mí no me hubiera importado casarme con un campesino: No me importaban las reglas de la sociedad, y aún menos me interesaba ser parte de la nobleza. Estaba harta de tanta hipocresía acompañada de vestidos elegantes con encaje y adornos innecesarios.

-No, cariño. Nadie se va a casar con Hardin- dijo mamá, mirándome directamente a los ojos, como si me estuviera hablando a mí- Se va a casar con el hijo de unos viejos amigos de tu padre, ¿no es así, Nate?

Papá levantó la mirada de su plato, mirando perdidamente a mamá y luego a mis hermanas. Mamá se cubrió el rostro con las manos, decepcionada. Ese gesto pareció recordarle a papá lo que debía decir.

-Oh, sí. Los Colborn son unos viejos amigos míos, viven cruzando el valle.

-¿los conocemos?- pregunté, poco convencida.

Mamá negó con la cabeza, pero luego sonrió con  alegría fingida.

-no, pero la buena noticia es que llegan en dos días.




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