La ironía de pensar en no pensar
- ¿Qué sueles hacer los domingos?
- Recostarme en mi cama y ver el techo.
- ¿No sales o algo?
- Normalmente no.
Su balancea sus pies de atrás hacia adelante mientras sus manos parecieran sostener su peso completo en la banca, ve el cielo nocturno y parece disfrutar de la noche. Yo aclaro mi garganta y la veo por un instante.
- No has traído tu violín hoy.
- Tiene una cuerda rota.
- ¿Tienes la cuerda?
- Sí.
- ¿Por qué no la cambias?
- Flojera, tal vez.
Sonrío un poco y evito responder mientras ella pareciera buscar algo en el cielo, algo que no es una estrella. La mayoría de las veces que vengo a verla es porque ella me lo pide y casi siempre pasamos en silencio la mayor parte del tiempo, pero no es incómodo, al contrario, es como que hace que el silencio sea agradable y no ese típico silencio que hay en mi cuarto que me hace sentir… solo.
- ¿Has pensado que cuando vemos el cielo, en verdad estamos viendo al pasado?
- ¿Por?
- La luz que emiten todos los astros tarda en llegar a nosotros. La luz del sol se demora ocho minutos en llegar, por lo que estamos viendo como era el sol hace ocho minutos. No quiero imaginar cuánto se demora en llegar la luz de las otras estrellas… quizá ya están muertas.
- Es algo macabro pensar que estamos viendo estrellas muertas.
Inevitablemente alzo la cabeza y veo las pocas estrellas que adornan el cielo nocturno que, acompañado del aire frío, le dan un toque un poco relajante. Sumi vuelve la cabeza para verme a los ojos y sonríe un poco, pareciera que duda por un segundo y luego aclara su garganta.
- ¿Cómo es que tocas tan bien el violín?
- Tuve un excelente maestro.
- ¿Quién?
Volteo para verla y respiro hondo, me quedo en silencio por un momento y bostezo, ella también lo hace como si la hubiera contagiado.
- Mi padre.
- Y él…
- Murió hace un año.
- Lo… lamento.
- Él era músico, tocaba en diversas sinfónicas y todos los fines de semana tenía trabajo. A veces tocaba en cafeterías o en restaurantes importantes.
- ¿Qué instrumento tocaba?
- De todo. Lo que le dieras, él podía tocarlo con tal pasión que parecía hacer suyo cada sonido.
Estoy sonriendo sin darme cuenta, recordar a mi padre siempre hace que lo haga, pero más por la música que acompaña cada recuerdo. Es extraño que hable abiertamente de él con Su, pero me siento cómodo haciéndolo. Ella se queda en silencio, quiere que prosiga.
- Me enseñó todo lo que sé, aunque yo solo pude aprender a tocar el violín y el piano, los instrumentos de aire no se me dan.
- Una vez intenté tocar una trompeta y sonó horrible, menos mal que aún no la había comprado.
- ¿Tocaste una trompeta de una tienda?
- Era de exhibición.
- No voy a decir nada respecto a eso.
Su se ríe mientras yo intento no hacerlo.
- Él siempre tenía tiempo para ensayar. Mi madre solía pintar mientras mi padre tocaba a su lado y yo estaba a un costado haciendo mis tareas del colegio.
Ella parece fascinada.
- Suena a algo digno de retratar, pero no era tan agradable como parecía. Las únicas veces que hablaba con él era cuando me daba las clases y solía molestarse porque no era tan bueno como él. Por algún motivo me cerré tanto en la idea de tener que superarlo que practiqué con el violín y el piano hasta que mis dedos dejaron de responder mis órdenes, estaban entumecidos.
Su no responde, pero tampoco deja de observarme atenta.
- Cuando finalmente sentí que lo había superado, lo internaron en el hospital y a los pocos días falleció sin haberme escuchado.
Trago saliva, esta parte siempre hace que algo se retuerza en mi estómago.
- Después de eso, cada vez que tocaba sentía que no era lo suficientemente bueno, que solo era un está bien de esos que se dicen por compromiso y no un está bien que nace del corazón. No estoy satisfecho nunca con lo que sea que interprete.
Sumi posa su mano sobre la mía y siento una especie de calidez recorriendo mi cuerpo, la veo a los ojos y ella me observa con una sonrisa que pareciera denotar compasión, pero al mismo tiempo algo que no puedo explicar que me hace sentir tranquilo. Su mirada me invita a abrazarla, pero mi ser no puede hacerlo.
- ¿Alguna vez te he dicho que eres lindo?
Vaya forma de cambiar de tema.
- No lo soy.
- Sí lo eres, además de que tienes muchos talentos.
Ella sonríe, de verdad cree lo que está diciendo, pero yo no le creo… no sé por qué. Su ríe un poco y respira profundo antes de ver el cielo otra vez.
- ¿Ves esas tres estrellas que están cerca?
Volteo para ver lo que Sumi señala.
- Sí.
- Son las Tres Marías. La última se encuentra a novecientos quince años luz de la tierra y están alineadas con las pirámides de Egipto, se cree que aquí reposa el alma de Osiris.
- No lo sabía.
- Me gusta la astronomía, me da ciertas ideas para presentar platillos. Yo replicaría como se ven las Tres Marías en un postre, tres pasteles de diferente sabor separados simétricamente que yacen encima de unos triángulos de chocolate amargo. La imagen en mi cabeza se ve muy bien.
Su pareciera estar imaginando mucho más que solo un platillo, pues hasta pareciera estar saboreándolo en este momento. Mi celular vibra llamando mi atención, así que lo saco de mi bolsillo y me percato de que Ginebra me ha enviado un mensaje… después de tres días sin responder, aún así me emociona, así que abro su chat mientras que Su pareciera observar a otro lugar adrede en cuanto me ve sacar mi celular.
- A mi novio no le gusta que hable contigo, así que por eso he estado un poco ausente estos días, pero él volverá pronto a su casa y volveré a responderte como antes. No contestes este mensaje, espera a que te hable, ¿sí?