A veces los sueños suelen ser bastante interpretativos, revelando michas cosas que nosotros no podemos entender. Pero otras son muy explícitas, mostrándonos cosas que si entendemos y que no tienen la mínima decencia de ser algo sutiles. Recuerdo este último sueño en el cual yo estaba rodeado de estos horribles seres de otro mundo. Yo me encontraba en el baño, realizando necesidades que hasta en los sueños son necesarias. Tranquilidad, calma y relajación son palabras simples comparadas con la paz que yo sentía en ese momento. Como si pensase que no había nadie más en el mundo. Como si este momento fuera tuyo y solo tuyo. Una calma comparada con estar en los grandiosos jardines del Edén, disfrutando de la maravilla de recargarse en un árbol al lado de un tranquilo y constante rio, comiendo una deliciosa pera que no se atora en los dientes ni esta amarga. Esta era la paz que recorría mi cuerpo dormido. Era una tranquilidad incluso angustiante a cierto grado. Pasaban los segundos y yo comencé a sentirme… Diferente.
Cada vez que exhalaba el ambiente empeoraba, hasta el grado de que podría predecir que ya no era un sueño, sino que, lo que vivía era una futura pesadilla. Quisiera con toda mi alma nunca haber acertado, pero lo hice. Yo sentado en una taza de porcelana pura, brillante y algo cálida, y por detrás mío se acercaría aquel ser que yo tanto detestaba. Se acerco a mi sin avisar, a mi pie estático, su asqueroso exoesqueleto color café obscuro y brillante a la vez casi rosa mi talón. Yo lo quite rápidamente, y me levante de aquel haciendo reconfortante, los grandiosos jardines del Edén se desvanecieron en un viento frio y repentino. En el baño las paredes obscurecieron y parecían volverse más ásperas incluso a simple vista, poco a poco se notaba como se movían como un montón de personas que se mueven sin orden alguno en una ciudad vista desde arriba, así era el asqueroso mover de las paredes, como si se hubieran transformado en algo que lamentablemente yo ya sabía. La taza ya no estaba, ni siquiera el recuerdo de lo que alguna vez fue. Mi cuerpo se sacudía a cada segundo con un escalofrió diferente. Yo no dejaba de temblar como las ramas y hojas de los árboles que se mueven bruscamente al soplar de un viento tal, que pareciera obra de alguna deidad. Mis pies parecían tocar lo que alguna vez fue el suelo, pero ahora solo estaba cubierto por estos pequeños seres, destrozados, como si alguien los hubiera aplastado y molido como en un molcajete, todavía podía sentir su crujir inquietante. Estas comenzaron a acercarse a mí a un ritmo lento, y siendo que ellas son más rápidas que un humano, sabía que lo hacían a propósito. Yo me arrinconé en posición fetal, abrasando mis rodillas, pero ellas no paraban de acercarse, yo solo cerré mis ojos esperando despertar, no me quedaba ninguna otra opción, más que la de compórtame como como un pobre perro que es perseguido por un gigantesco león hambriento, ese miedo tenía yo, un miedo que ahora no puedo describir. Pronto mis ojos se llenaron de lagrima, comencé a llorar como el que pierde a un hijo, como el que quiere que su vida simplemente acabe. Y luego desperté.
Esa es la historia, y es reciente, fue hace poco, unos días. Esta porquería me atormenta desde pequeño. Ya me estoy cansando, por eso vine a qui, porque necesito ayuda antes de que las pesadillas empeoren. Estoy desesperado, ustedes son mi última opción.
Director del centro de ayuda (Sr. Thomson): No te preocupes, para eso estamos nosotros, estamos aquí para ayudarte. Pero ahora dinos, ¿a qué le temes?
Nuestro protagonista Carl, solo miraba fijamente al director, no quería decir cuál era su miedo, contesto con una voz suave y temblorosa:
Carl: No.
Sr. Thomson: Mira aquí no debes de tener miedo, esta es una zona segura tanto para ti como para todos nosotros. Por ejemplo, yo le tengo miedo a las enfermedades terminales, pero aquí yo estoy a salvo, este es un sitio en contra de todo lo que nos aterra en este mundo. No temas, solo cuéntanos.
Carl solo quedo callado, y por un momento hubo un profundo silencio, comparado con el que hay en el desierto, cuando lo único que se escucha es el soplar del viento. Uno de los miembros del centro de ayuda se compadeció de nuestro querido amigo que miraba hacia el suelo, este dijo una pequeña frase:
Un miembro: yo le tengo miedo a los payasos.
La habitación entro en silencio de nuevo, no fue hasta que otro miembro participo con su propio pavor, que el silencio termino.
Otro miembro: yo le temo a los temblores.
En cuando este sujeto hablo, los demás comenzaron a alardear en un conjunto de “yo le tengo miedo a”. Parecía como el público vidente de una pelea, que alardean a que se levante y luche por su vida. Ratas, rayos, camioneros, espinas, pinturas, gritos y suegras son algunas de las palabras que se escuchaban acompañadas de las frases “yo le temo a” o “a mí me aterra”. Después de unos segundos cuando paro la bulla, el señor Thomson volteo a ver a Carl mencionándole:
Sr. Thomson: ¿Lo vez Carl?, aquí todo estamos a salvo.
Carl tomo un profundo y largo aliento, preparándose para lo que iba a hacer a continuación. Se preparo bajando los hombros y sacando el pecho, ya no tenía miedo de decir su miedo., ¿o sí? Su cuerpo temblaba y sus ojos dilatados decían más de lo que realmente se sabía. Carl murmuro un apañaba rápida que aun así logro escucharse en toda la habitación: Yo…
Carl tomo un poco más de aire y termino la oración con un, “le temo a las cucarachas”.
Todos guardaron silencio un par de segundos, todos estaban atónitos, mas no paralizados, pues los presentes en la sala si sabían cómo reaccionar a situaciones como estas.
Diez segundos fue lo que duro ese silencio apacible hasta que los que se encontraban dentro de la habitación hicieran lo que debe hacerse…