Reflexiones

Se abre la persiana, Carl aun con media sonrisa dibujada en su rostro anhela cada segundo que paso bajo las gotas de agua ni tan caliente ni tan fría, toda su repetitiva vida se ve mejora por tan solo esos pocos minutos que paso sobre aquel piso regularmente resbaladizo. Carl se seca con su toalla previamente preparada, se coloco una playera de color verde y unos pantalones cortos de color azul. Se ve al espejo solo para observar que la hermosa y pura sonrisa que antes yacía en su rostro se ha desvanecido, ha sido aplastada por la tremenda presión que lo atormenta, en un corto pero potente ataque de pánico él se empieza a disgustar por lo que ve en el espejo, se comienza a decir cosas insólitas, la mayoría en forma de pregunta como: ¿Quién eres Carl? ¿Por qué estás aquí? ¿Qué estoy haciendo con mi vida?, eres un inútil. Así se la paso durante tres minutos llenos de ofensas hacia el mismo, la luz comienza a parpadear, Carl tiene un mal presentimiento sobre eso, no le gusta en lo absoluto., toma la pasta dental y su cepillo de dientes para colocar sobre el mismo una porción aceptable de algo que no le disgusta. Comienza a cepillarse con la calma y apatía que tendría una persona que se ha lavado los dientes mas de quinientas veces ese mismo día, se mira una sola vez mas para repetir lo que hace unos momentos el mismo día se dijo: ¿Por qué a mí? 

Acerca su mano al picaporte para posterior mente girarlo, al hacerlo se retira un poco para atrás permitiendo que la puerta abra libremente, Carl estaba mas que listo para dar el primer paso, él no es nada seguro de si mismo, acostumbra a ver por dónde está caminando antes de poner su pie sobre esa parte del suelo, Carl ya tenia una cierta sospecha, pero nunca pensó que dicha sospecha era tan evidente y preocupante. El logro divisar que justo un paso más delante del que el daría había uno de aquellos animales que tanto detestaba, no pudo dar el paso, simplemente se congelo en un ataque de ira, agonía, desesperación, pesadez, tristeza, escalofríos. Una hoja no sería suficiente para describir todos los sentimientos negativos que Carl sintió en ese preciso segundo -oh dios mío- se dijo a el mismo con una voz silenciosa. El lugar en el que se encontraba este animal era justo en la entrada el pórtico, esperando pacientemente mientras miraba haber si Carl hacia algo, Carl retrocedió un paso corto para tomar aliento y pensar muy atentamente que era lo que procedería de aquella espantosa situación. Su baño, antes un lugar de sauna, un lugar en el cual se podía relajar y dejar de pensar sobre todo el mundo se había convertido en una especie de prisión, en un manicomio en el cual era el único internado. De pronto se sintió acorralado, por tres paredes y un simple animalito que podrías pisar incluso. Carl se sentía como si aquel animalito fuese un payaso macabro y lleno de sangre, como si fuera un hombre lleno de enfermedades terminales que se transmiten por el aire, como si les temiera a los rayos y estuviera en la sima de una torre de metal de mas de cien metros durante una tormenta eléctrica. Ese era el miedo que sentía Carl, un temor incomparable si es que jamás has estado en su situación. ¿Qué puedo hacer? se preguntó con voz temblorosa. Para empezar ya su miedo lo limitaba más que cualquier circunstancia. Su primera opción, la de salir caminando con un paso muy largo, quedaría descartada inmediatamente, no podía hacer eso. Otra opción: la de apoyarse en el lavamanos como el que hace parkour para esquivar de un salto el peligro, esta opción sonaba bien para cualquier persona normal, pero no para Carl, para el era como hacer el mismo salto hacia una piscina llena de tiburones que a la más mínima perturbación atacarían. ¿Qué tal si me resbalo?, ¿Qué tal si se cambia de lugar y la termino aplastando?, ¿y si la termino aplastando? Todas son preguntas que él se hacía, no estaba seguro de eso, y Carl siempre a sido de esas personas que si no esta seguro de algo… No lo hace. 

Tenía temor de aplastarla incluso, el nunca a matado nada, no lo comenzaría a hacer ahora. Además, el horrible crujir de su asqueroso exoesqueleto lo aterraba como si de un antílope que protege a su cría estuviera rodeada por una jauría de lobos feroces y hambrientos, tal era el miedo de Carl que casi no presto atención a la cucaracha, no se percató rápidamente de lo ocurría en el presente.  

Aquel monstruo se movió un poco hacia él. Cuando Carl se percato de esto no le quedo mas remedio que poner en acción su última opción: cerrar la puerta sellarla con su toalla por la parte de abajo y pasar allí la noche. Hiso exactamente lo que pensaba, tapo de forma vertical la parte inferior de la puerta, y espero a que el sueño lo invadiera. Mientras esperaba sentado en su propia ropa sucia, se le vinieron a la mente aquellas preguntas que hace un momento se había preguntado ya que, aunque se la hacia a diario, realmente jamás se había tomado el debido tiempo de pensar en ellas. Dicen que meditar le hace bien a cualquiera, y Carl no era una excepción, cuando pensó alrededor de unas tres horas en esas preguntas, se dijo a el mismo: ¿Yo de verdad merezco esto? 
El mismo contestaría esa pregunta unos momentos después: 
-No. 

Después de unos minutos de un silencio que casi atemorizaba se dio una respuesta un poco más larga: 
-Yo no merezco esto… Nunca lo eh merecido. Siempre eh sido bueno con la gente, soy muy respetuoso y reservado, no merezco esto… Nadie lo merece. 

Carl se levanto con la luz encendida, ya la penumbra no nublaba su vista, ya había asado el suficiente tiempo como para acostumbrarse a la oscuridad. Al reflexionar sobre su presente se dio cuenta de lo que se iba a convertir en un futuro. Como era de esperarse eso no le gusto así que se decidió a cambiar de una forma u otra, entonándose estas palabras a su persona: 
-Yo no merezco esto, y va a cambiar… No lo merezco y… no lo tendré.