En Montreal, dentro de una casa recién pintada y una linda cerca recién fijada, vivía el matrimonio Williams, Carl Williams y su joven esposa Sophie, tenían seis meses de casados y acababan de comprar su casa después de meses rentando. Todo era tan bello, un nuevo camino que recorrer ¿hijos? Quizá más adelante. Carl había sido predicador gran parte de su vida, creía en Dios y se sentía orgulloso de haber sacado a muchos hombres del mal camino, pero ahora se dedicaba a la carpintería para poder mantener su hogar, era joven, no pasaba de los treinta, era muy delgado pero bastante saludable, ya que todas las mañanas salía a correr a las seis en punto, contaba con fuertes antebrazos y una manzana de Adán muy visible, ojos verdes y un cabello castaño que le gustaba cortarlo tipo militar; era el típico buen vecino, querido por el vecindario. Sophie Williams, por su parte, era toda una ama de casa, capacitada por su madre desde la infancia, sabía tejer, cocinar y atender perfectamente a su marido en todos los sentidos, era muy bella, pelirroja y de suaves mejillas. Carl y Sophie se conocieron en un retiro espiritual en Aspen, fue amor a primera vista y ambos congeniaron bien con sus respectivas familias. Así que todo se les dio de maravilla.
Una noche dentro de aquel cálido hogar, se encontraba Carl mirando un partido de futbol americano, mientras Sophie preparaba la cena; un delicioso estofado de conejo, el aroma salía de la cocina llegando hasta la nariz de Carl, lo cual le abría más el apetito — umm, huele bien, cariño — dijo Carl a su hacendosa esposa.
— Gracias amor mío, pronto estará la cena — respondió ella.
— Espero con ansias.
Minutos después Sophie llamo a su marido para cenar, ambos tomaron asiento, hicieron oración agradeciendo por los alimentos y pidieron bendiciones para sus familias. Estaban por degustar el estofado cuando de pronto alguien llamo a la puerta con fuertes golpes.
— ¿Pero quién podrá ser? — dijo Carl, Sophie estaba por opinar cuando volvieron a tocar la puerta con desesperación.
— Será mejor que vaya a ver — dijo Carl.
— Ten cuidado cariño — respondió Sophie.
Carl caminó con lentitud y precaución hacia la puerta, al estar parado frente a ella preguntó — ¿quién es?
— ¡Ayúdenme por favor, he sufrido un accidente en mi auto! — se escuchó desde el exterior, era la voz de un hombre.
« ¿Y si es un ladrón? — Pensaba Carl un poco temeroso, pero su alma de predicador le respondió — ¿pero qué rayos estoy diciendo? Es una pobre alma, un débil hombre que necesita mi ayuda, y como siervo de Dios está en mí auxiliarlo, ¿Acaso no es lo que nos manda nuestro señor, ayudar al prójimo?» después de meditar unos segundos Carl abrió la puerta y lo que se encontró a fuera, fue a un hombre ensangrentado, vestía de overol, parecía granjero y sangraba de la cabeza, toda su ropa estaba manchada. En cuanto el hombre miró a Carl, se desmayó, casi se desploma en el suelo, pero el buen predicador lo acacho con agilidad, después lo llevo a la sala.
— ¿Quién era cariño? — preguntó Sophie desde la cocina.
— ¡Pronto ven ayudarme! — Dijo Carl, Sophie salió de la cocina y al toparse con aquella escena dijo — ¡o por dios! ¿Pero qué ha pasado?
— Al parecer tuvo un accidente, de prisa trae agua, alcohol y toallas.
— Si cariño, en seguida — dijo Sophie dirigiéndose al baño.
Carl recostó al hombre en el sillón y le quito sus botas de minero que llevaba puestas. Sophie llego con las cosas y Carl empezó a curarlo y a limpiarlo, le vendo la cabeza donde tenía una grabe cortada y varios rasguños en sus brazos. Después, con la ayuda de su esposa lo llevaron a la habitación para huéspedes con la que contaban, y lo dejaron dormir un rato, luego la pareja fue a la cocina; debido a la impresión se les fue el apetito, solo bebieron un café.
Dos horas después ya cerca de las diez de la noche, aquel sujeto se apareció en la cocina frente a sus dos salvadores, se recargo sobre la puerta y con una mano se palpaba la cabeza para sentir el vendaje — Al parecer el que lo haya hecho, hizo un buen trabajo — dijo aquel sujeto al matrimonio Williams, tenía una voz grabe y muy varonil.
— Por favor siéntese, aún debe estar muy débil — dijo Carl con la amabilidad que lo distinguía.
El hombre se sentó a la mesa, Sophie fue a la estufa a servir café, el sujeto miró la hermosa figura con la que ella contaba, lo hizo de tal manera como cuando se ve algo apetecible.
— ¿Y dígame buen hombre, cómo se llama? — Preguntó Carl, el tipo dirigió la mirada a su anfitrión y dijo — mi nombre es Dominic, soy Dominic Foreman.
Carl se quedó meditando unos segundos, después rompió el silencio y dijo — ¿Dominic Foreman, ha dicho? Me suena, pero bueno, quien sabe, se escuchan tantos nombres. Es un placer señor Dominic, soy Carl Williams y ella es mi esposa Sophie.
— Es un gusto — dijo Dominic.
— Muy bien señor Dominic ¿Qué es lo que le paso? — preguntó Sophie mientras le daba una taza de café y se sentaba a la mesa. El tipo que respondía al nombre de Dominic titubeó un poco y después dijo — soy comerciante, vendo sandías de ciudad en ciudad, me dirigía hacia acá en mi camioneta, pero se me atravesó un alce, gire el volante para esquivarlo, pero caí en un barranco... Sobreviví de milagro.
— ¿Un alce, dice? — preguntó Sophie un poco incrédula.
— Así es señora.
— Bueno — interrumpió Carl — debe querer asearse, aunque sea solo el cuerpo ya que el vendaje de la cabeza no le permitirá lavarse el cabello. Le mostraré el baño.
— Es una buena idea — respondió Dominic y miro a Sophie de pies a cabeza, ella se percató y le incomodó aquella mirada, después Carl lo llevo al baño, le dio una toalla y ropa limpia. Dominic miró a Carl y dijo — Muchas gracias señor Williams, ha sido muy amable conmigo, en estos días ya nadie brinda ayuda a un extraño; de verdad que no sé cómo pagárselo.
— No es nada, es deber de todos ayudar al prójimo — respondió Carl.
Después dejo a Dominic para que se bañara y regreso a la sala con su esposa, la cual le dijo — No sé Carl, pero ese sujeto no me da confianza, me mira extraño.
— Tranquila amor, solo esta desorientado por lo que le paso. Es nuestro deber como buenos cristianos, ayudarlo.
Ambos se sentaron a ver la televisión, pusieron el canal de noticias. En donde escucharon la nota del día « hoy de la penitenciaría estatal, escapó el asesino en serie Dominic Foreman, la policía lo persiguió en una agotadora persecución en carretera, después de que éste robara el auto y la ropa de un pobre vendedor de sandías y posteriormente lo matara, la policía lo seguía muy de cerca hasta que después de disparar a los neumáticos del vehículo, este callera a un barranco cerca de Montreal, al bajar a buscar el cuerpo se dieron cuenta los oficiales que el recluso había escapado. Siendo ahora prófugo de la justicia. Les recomendamos a toda la ciudadanía tomar precauciones, cerrar puertas y ventanas, ya que se trata de un hombre muy peligroso» después de escuchar esto, a Carl como a Sophie los invadió el miedo, empezaron a sudar frío; tenían en su bañera a un asesino en serie.
— ¡Dios mío Carl! ¿Qué vamos hacer? — preguntó Sophie muy asustada.
— Tranquila cariño, tu llama a la policía, diles que está aquí, que vengan rápido. Yo iré a ver qué hace.
Ambos se levantaron del sillón, Carl dio la vuelta y se vio frente a frente con Dominic, el cual le enterró un cuchillo en el abdomen, Sophie grito al ver como el asesino hería a su esposo. Dominic había salido del baño sin haberse aseado, escucho las noticias y fue a la cocina por el cuchillo.
— ¡Dios mío, Carl, no, suéltalo maldito! — gritaba Sophie. Pero aquel prófugo de la ley saco el cuchillo del abdomen de Carl y asestó contra él nuevamente, le dio seis puñaladas, el amable predicador cayó al suelo empapado de sangre. Sophie estaba petrificada, trato de correr a la puerta, pero Dominic la alcanzo y la tomo del cabello — ¡Déjame…que alguien me ayude! — gritaba Sophie mientras intentaba librarse de las manos de su atacante, pero el asesino de una fuerte bofetada la silencio, después la llevo hacia el cuarto de huéspedes, Carl trato de levantarse para ayudar a su esposa, pero se desmayó en el charco de su propia sangre. Una vez en la habitación Dominic Foreman rasgo la ropa de Sophie, ella despertó cuando éste ya la había penetrado, la señora Williams lloraba mientras aquel sucio asesino la violaba. Pero Dominic le metió un pañuelo en la boca. Después de terminar dentro de ella, la estrangulo de inmediato. Luego el asesino aseguró la casa con llave, se metió a bañar, después se cambió de ropa. Seguidamente fue a la cocina, tomo un plato de la vajilla, se sirvió un poco de estofado de conejo y se sentó a cenar, era una noche tranquila, no se escuchaba un solo ruido en la calle. Dominic se levantó y fue a la alacena donde encontró una botella de vino, la destapó y se sirvió una copa. Finalmente después de haber cenado, salió de aquella casa.
Al día siguiente una vecina que fue a la casa del matrimonio Williams por una taza de azúcar, encontró los cuerpos sin vida, inmediatamente informó a la policía, la cual llego al lugar para contemplar aquel baño de sangre, para ver el sucio acto de crueldad. Metieron los cadáveres en bolsas de plástico y los llevaron a la morgue. Dominic huyó del país y hasta la actualidad no ha sido localizado, muchos dicen haberlo visto en México, otros dicen que está en Perú, lo cierto es que; aún anda suelto, vigilando a alguna familia a través de la ventana, asesinando a muchos más inocentes y violando a toda mujer que lamentablemente se cruce en su camino. No siempre cuando se hacen cosas buenas por otros, los demás responden de la misma manera. ¿Y tú?... ¿Le abrirías la puerta a un extraño?
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Editado: 25.10.2018