Un mundo paralelo

BRUNO: UN PERRO FUERA DE SERIE.- Lu Carmona

Spin-off de Tu eres mi destino

Alejandra y Sebastián son los protagonistas de la bilogía “Tu eres mi destino” Bruno también. Si quieres saber más de ellos, puedes ir a mi perfil y leerlas. Gracias.Lu Carmona.

 

BRUNO: UN PERRO FUERA DE SERIE

Hola me llamo Bruno.

Cuando era pequeño no conocía a Sebastián, vivía con mi madre y mis seis hermanos. Nací una mañana nublada, mi madre, una perra Beagle de 7 años de edad, que estaba agotada después del parto, nos lamió y nos limpió, para después empujarnos con su hocico y alentarnos a que nos alimentáramos. Después de eso, mis hermanos y yo dormimos calientitos y arropados por la panza de mi mamá.

Todavía, a pesar del tiempo, recuerdo a mi madre. Ella nos cuidaba y nos mantenía protegidos, nos alimentaba con su leche que era dulce y calientita. Todas las mañanas nos despertaba con besos. Me gustaba mucho acostarme sobre su panza, su pelo blanco y café, era suavecito y oloroso. También me gustaba morder sus orejas grandotas y su cola cuando quería jugar con ella. Recuerdo su mirada, sus ojos cafés, confiados y llenos de amor, cuando su dueña la acariciaba, sin embargo, había cierta tristeza en ellos.

Al despertar, invariablemente nos contaba a todos, como si tuviera miedo de que alguno de mis hermanos o yo no estuviéramos, y al darse cuenta que de que no faltaba ninguno, ladraba de alegría. Después, nos decía que nos amaba, que si algún día no estábamos juntos, nunca la olvidáramos.

En ese momento no comprendía la razón de sus palabras. Ahora entiendo que ella si sabía, que un día, despertaría y ya no nos tendría a su lado.

Recuerdo que siempre nos decía que a donde quiera que estuviéramos, fuéramos buenos perritos, que no hiciéramos travesuras y que fuéramos educados, para que nos quisieran y nos cuidaran. No me gustaba que nos dijera eso, porque… ¿Por qué alguien nos tendría que querer y cuidar si teníamos a nuestra mamá para que lo hiciera?

Todo lo que mi madre nos explicaba diario, cobró sentido tres meses después.

Una mañana, mientras mi madre dormía, su dueña nos tomó a mis hermanos y a mí, y nos colocó en una caja. Mis hermanos estaban dormidos, no se dieron cuenta de esto, pero yo sí. La señora nos estaba separando. En ese momento las palabras y las acciones de mi madre cobraron sentido, ella siempre había sabido que algún día nos perdería.

Quise ladrar fuerte para que mi madre me escuchara, pero todavía no sabía cómo hacerlo. Empecé a llorar quedito, la señora se apresuró a sacarnos de su casa pero el movimiento de la caja hizo que mis hermanos se despertaran. Empezaron a llorar muy asustados, llamando a gritos a nuestra madre.

Yo era el que lloraba más fuerte, porque la imaginaba buscando a sus hijos, porque pensaba en lo triste que estaría, porque sabía que ya no nos tendría nunca más a su lado y ese pensamiento me rompía el corazón.

¿Por qué esta persona nos alejaba de nuestra madre?

¿Qué habíamos hecho para no poder estar con ella?

¿Volveríamos a verla alguna vez?

¿A dónde nos llevaban?

Todas esas preguntas pasaban por mi mente, mientras rebotaba de aquí para allá en esa enorme caja, quería ladrar con fuerza para que mi mamá nos escuchara, pero no pude. Tan solo era un cachorro de tres meses de edad. Me arrepentí de todas las veces que mi mamá me quería hacer cariños y yo prefería estar jugando con mis hermanos; en este momento solo quería estar acurrucado y sentir su pelo suavecito y su cuerpo calientito junto a mí.

Apenas había pasado un minuto separado de ella y ya la extrañaba.

Aun a mi corta edad comprendí que jamás volvería a verla y eso me puso histérico, mis aullidos se intensificaron. Mis hermanos me imitaron y al poco rato entre todos hacíamos un gran escándalo.

La dueña de mi mamá abrió la caja y nos empezó a pegar.

— ¡Malditos animales ya me tienen harta con sus aullidos! Intenté venderlos pero nadie los quiere porque no tienen pedigrí, solo sirven para comer y cagar. Si no se callan los botaré a la basura.

Nos asustó y nos quedamos calladitos, todos amontonados en el fondo.

—Así está mejor— Escuchamos que decía la señora.

Después de caminar un rato, ella se detuvo y dejó la caja en la acera de una calle transcurrida, la abrió. Todos nos intentamos salir, pero era demasiado alta, no pudimos.




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