Los rayos del sol brillaron a través de la ventana, la cual había quedado abierta la noche anterior con la esperanza de que la brisa fresca ingresara en aquella habitación. Estaba comenzando el verano y el calor era muy fuerte en esas temporadas, a pesar de ello, Evonne ya se encontraba activa con los quehaceres, y preparando el desayuno para su familia con lo poco que quedaba en la despensa.
Cuando estaba en la cocina, comenzó a escuchar sonidos en las gradas, y por la ligereza de las pisadas supo que se trataba de su hermana menor. Por lo que se apresuró a colocar un plato sobre la mesa para que ella desayunara.
—Hola, Evon. —saludó, su voz reflejaba mucha melancolía.
—Pequeña, no estés triste —dijo su hermana mientras la ayudaba a sentarse en la mesa. —. Te preparé panqueques.
—Los panqueques no son capaces de sanar un corazón roto, Evon. —comentó su padre al aparecer en la cocina. Besó el cabello de la menor y la frente de la mayor, antes de sentarse a la mesa con el periódico en sus manos.
—Cariño…
—Prometió que volvería —masculló Loamy, viendo su plato con tristeza.
Evonne suspiró profundo. La niña llevaba días así, debido a que habían pasado tres semanas y Caleb no la visitó como había prometido. Ella no podía hacer nada, no conocía al joven ni entendía el lazo que había formado con su hermana en unas pocas horas. Eso era tan irrazonable.
—Seguro algo se presentó, cariño. No puedes estar triste todo el tiempo, recuerda que en septiembre será la presentación de baile y tienes que concentrarte en aprender la coreografía. —dijo antes de darle un toquecito en su nariz, lo cual la hizo sonreír.
—Ya quiero que me vean bailar… bailaré Jazz, y lo haré solita.
—¿Tienes un solo? —cuestionó su padre impresionado.
—Ajá, y me gusta bastante. Ya quiero que lo vean.
—Estaremos felices de verlo, cielo, sé que lo harás genial —la apoyó Evonne. —. Ahora, termina de comer para que nos vayamos. Se hace tarde.
***
La canción Blurred Lines de Robin Thicke, T.I. y Pharrell sonaba alto en las bocinas del restaurante. Ese día se celebraban los quince años de apertura del local y la comida estaba a mitad de precio. El lugar estaba por reventar, y las personas ya no cabían en el pequeño espacio.
Adrián se encontraba en la sala de empleados, con una botella de champaña en sus manos, mientras revisaba una de sus redes sociales desde el teléfono, dejando todo lo que ocurría afuera en las manos de tres jóvenes y las cocineras.
La verdad, ellos ya estaban acostumbrados a ello, Adrián lo venía haciendo desde hace ya un tiempo atrás, ¿Qué mejor fecha para deshacerse de todos los productos a punto de expirar que esa?
—Odio cuando Adrián hace estas cosas, y luego se desaparece. —bufó Romeo, mientras limpiaba el sudor de su frente con una toalla que recién había mojado en el lavaplatos.
—Solo respira, esto terminará pronto, y tendremos muy buenas propinas. —intentó animarlo Ivana.
—Es como si quisiera castigarnos por algo. —continuó quejándose el pelirrojo.
—Chicos, no quiero empeorar las cosas, pero creo que es tiempo de irme.
—¡¿Qué?! —se escuchó la voz de Adrián a sus espaldas. —. No, nadie se va. ¿Acaso no ven el gentío?
—Pero, debo ir por mi hermana al jardín de niños. ¿Olvidas lo que pasó la última vez?
—Se fue a buscarle un novio. —dijo Romeo.
—Y consiguió a un apuesto chico. —continuó Ivana.
—Que prometió que volvería a ver a Loa y no lo cumplió. —concluyó el pelirrojo.
—Suficiente información —musitó Evonne, posando la mano sobre su frente con irritación. —. Adrián, tengo que ir…
—¡Llama a tu padre, Evonne! —respondió, fastidiado. —. ¡Que ese ebrio sirva de algo!
Sus grotescas palabras sorprendieron al trio. Una punzada de dolor atravesó el pecho de Evonne, y se sintió realmente afectada por aquel comentario. ¿Qué ocurría con Adrián? Él conocía la situación del señor Simmons a la perfección y nunca antes lo había ofendido de alguna manera.
—Idiota —masculló Ivana mirándolo de mala manera. —. Eso era innecesario.
—El restaurante está lleno, el que se vaya lo despido —concluyó empinándose la botella para luego girar sobre su talón. —. Y el próximo que me critique también será despedido.
—¿Cuál es tu problema, Adrián? —preguntó Romeo, gritando a sus espaldas, y extendiendo sus brazos hacia los lados, de forma cuestionadora.
Pero el hombre no le respondió, al contrario, solamente alzó su mano derecha y le mostró su dedo del medio al chico.
—Algo le ocurre —opinó Ivana. —. Parece que estuviera sufriendo.
—Quizás su mujer le pidió el divorcio, y con justa causa. —continuó Romeo.
—Tengo que llamar a papá —Evonne mordió su labio tan fuerte, que comenzó a sentir el sabor a hierro en su boca. Se sentía nerviosa. —. Yo…
—Creo que lo hará bien, Evon. Solo tiene que traerla de la escuela y llevarla a la clase de baile. Le irá perfecto. —la animó Ivana.
—Hola, vaya, está muy lleno hoy. —comentó el rubio platinado acercándose a ellos.
Ambas chicas sonrieron en su dirección, al mismo tiempo en que Romeo se cruzaba de brazos y mantenía una expresión nula en su rostro. Evonne se excusó y rápidamente se retiró hacia la parte trasera del restaurante para poder llamar a su padre.
—¿Todo está bien? Ella parece algo angustiada.
—Ella está bien —se adelantó a hablar Romeo. —. No te preocupes. Mejor dime que quieres para llevar.
—¿Para llevar? —preguntó, confuso.
—Sí, no puedes quedarte, el lugar está lleno, tú mismo lo dijiste.
—¿Yo lo dije?
—Olvídalo, Romeo, mejor lo atiendo yo. —intervino Ivana, al ver la hostilidad que mostraba el pelirrojo, quien al parecer siempre estaba a la defensiva cuando del rubio se trataba.
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Editado: 05.12.2023