Evonne y Loamy iban de camino a la escuela de Danza a la que la menor asistía. Iban con mucha prisa, ya que el tiempo estaba en su contra, porque ella llegó tarde a traerla del jardín de niños. Solo esperaba que la maestra no estuviera de malas, y peor aún, que Adrián tampoco lo estuviera cuando ella regresara tarde a su turno en el trabajo.
—Evonne, ¿te quedas a ver mi ensayo hoy? —pidió la menor alzando la mirada hacia ella, mientras subían las gradas del local.
—Sabes que no puedo, amor —torció un poco la boca. —. Pero cuando volvamos a casa me puedes enseñar tus nuevos pasos de baile.
—Está bien —suspiró profundo, un poco agotada. —. Te quiero mucho —la abrazó una vez que se encontraban frente a la puerta del salón. —. ¿Quieres saludar a la Miss?
—Oh, no, no. No tengo tiempo, bebé —se separó de ella. —. La saludaré otro día.
Evonne se apresuró hacia las gradas, intentando pasar desapercibida entre las profesoras y algunas madres que se encontraban en el local. Pero, al llegar al último escalón, y estar a punto de encaminarse a la puerta principal, una elegante mujer que utilizaba mayas de bailarina se posó frente a ella.
—Oh, Miss Angélica. ¿Cómo está? —preguntó, nerviosa.
—Evonne —la mujer suspiró. —. Estás retrasada en los pagos. —dijo con su característico acento francés.
—Lo sé, y de verdad lo lamento. Prometo que este mes intentaré pagarle.
—Lo mismo has dicho los últimos dos meses, y he sido muy condescendiente contigo. Pero cielo, este no es un lugar de beneficencia.
—Lo sé, Miss Angélica. Pero de verdad todo se ha complicado mucho y no he querido retirarla de aquí porque ella adora bailar. Justo ahora creo que es lo único que la hace feliz.
—Aunque adore en gran manera a Loamy, este lugar tiene reglas, niña —dijo la mujer con tristeza. —. Si no cancelas estos tres meses, ella no podrá participar en la presentación que hemos planificado.
—Pero… tiene un solo. —expresó con tristeza.
—Sí, y nosotros un edificio que pagar. Evonne lo siento, pero ya no seremos tolerantes.
Al volver al restaurante, Ella intentaba controlarse, tratando de mantenerse serena para no caer en la locura, y no estallar en llanto en ese momento. Entró a la sala de empleados para ponerse el delantal, mientras mil y un cosas pasaban por su cabeza. ¿De dónde sacaría el dinero? Aún debía lo de la hipoteca, y se estaban quedando sin comida.
—¿Está todo bien? —cuestionó Ivana, al encontrarla en el lugar, y ver lo pálida que estaba.
—Lo intento, juro que lo intento —murmuró Evonne, mientras giraba sobre su talón para encarar a su amiga. —. Y a pesar de ello, no lo consigo. Creo que Loa está a punto de perder lo que más ama, y todo porque soy una inútil, e incapaz de pagar una maldita clase de baile.
—Evonne, no eres eso —Ivana avanzó hacia ella y la abrazó con fuerza. —. No te preocupes, buscaremos la manera de resolverlo. No quiero que llores por eso.
—Estará destrozada si no hace ese solo, se ha esforzado mucho para aprenderlo —suspiró profundo. —. Todo era más fácil cuando mamá estaba con vida.
—Lo sé, Evonne. Lo sé.
Afuera de aquella habitación, Romeo se encontraba solo, tomando las ordenes de las pocas personas que se encontraban en el restaurante. Avanzó hacia la mesa en la que se encontraba el rubio platinado y suspiró profundo antes de preguntarle que deseaba para comer.
—¿Si te digo que, a ti, te ofenderías? —bromeó el chico. Observándolo de manera coqueta. Romeo rodó los ojos, irritado. —. Sí, lo sé, fue muy tonto. De verdad lo siento, Ivana me sugirió decir eso y…
—Olvídalo —fijó su mirada en la mesa. —. Ese ejercicio de matemáticas está mal resuelto. Si quieres aprobar ese examen, tienes que esforzarte más.
—Oh, gracias —miró su cuaderno. —. Sería grandioso si pudieras ayudarme a estudiar para aprobar este examen.
—Claro que no —forzó una enorme sonrisa. —. Ahora, dame tu orden.
Luego de un rato y debido a lo lento de la tarde, Evonne e Ivana podían seguir descansando en la sala. Ambas se encontraban en el sofá, observando cada una las pantallas de sus celulares para distraerse un poco de todo lo malo que pasaba.
—¿Has hablado con Elías? —le preguntó a su amiga.
—No, no hemos hablado —suspiró. —. Cualquier deseo de hablarle desapareció luego de verlo con esa engreída y vanidosa pelirroja.
—Oye… Natasha es todo, menos engreída y vanidosa —la defendió. —. La conozco. Bueno, nos conocemos, y sé que no tiene una vida fácil, pero aun así es una gran mujer.
—¡Gracias! —bufó —. Me has confirmado que estás a favor de esa relación.
—No he dicho eso —rio. —. Además, no estoy segura de que haya algo serio entre ellos, los he visto en el trabajo luego de ese día y la relación entre ambos es tan amistosa como siempre lo ha sido. Te lo aseguro, no son pareja, aún.
—¿Aún? ¿A qué te refieres con aún?
—Bueno, ambos están tristes y solitarios. Las personas así siempre terminan emparejándose.
—No puedo dejar que me lo quite, es mío.
—Ivana, no es un objeto —se carcajeó. —. Pero estoy segura de que él está enamorado de ti, te ama. Así que deja tu orgullo y habla con él.
Ella torció un poco la boca, mientras observaba detenidamente la pantalla de su teléfono. Mordió su labio inferior y comenzó a teclear rápidamente en la pantalla.
—¿Qué haces? —cuestionó Evonne, soltando una media risa.
—Lo invito a una cita, le escribo que soy consciente de que no puede vivir sin mí y que por ello le daré una segunda oportunidad.
—¡Ivana, por Dios! —exclamó Evonne, cubriendo su boca. —. Tienes que ser más humilde. Lo amas, no lo olvides.
—Bien —rodó los ojos. —. Solo lo invitaré a salir.
—Chicas, ya es hora de que vuelvan al trabajo —Romeo ingresó en la sala. —. Están llegando varias personas. Y no tardado, volverá Adrián con su amargura.
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Editado: 05.12.2023