Durante la tarde del día viernes, Evonne e Ivana se encontraban atendiendo las mesas y, a pesar de que la música sonaba alta, podían escuchar las risas de Loamy, Romeo y Adrián provenientes de la sala de empleados. Ellas se observaron entre sí, con ganas de reírse, pero decidieron reprimirse mientras atendían a los clientes.
Al principio, los tres jóvenes estaban angustiados cuando se dieron cuenta de que tendrían que llevar a la niña al restaurante, temían la reacción de Adrián; pero, para sorpresa de todos, el hombre se mostró muy amable con la pequeña, y se dirigió a ella con simpatía, aquella simpatía que ellos nunca habían recibido por parte de él.
—Ya, ya —Romeo salió, riendo. —. De verdad amo a esa niña.
—Adrián está de buen humor. —comentó Evonne, al escucharlo reír nuevamente.
—Sí, Loamy le ha sacado un par de carcajadas. Esa niña es única.
—Dímelo a mí. —suspiró.
—La esposa de Adrián vino con las niñas y preguntó si Loamy podía acompañarlas a la plaza a comer helado, le dije que sí, espero no te moleste —le informó Romeo. —. ¿Todavía no te habla?
—Está bien —alzó su hombro derecho. —. Y, sí me habla, pero es muy distante conmigo.
—Es una niña, pronto se le pasará. —dijo Ivana, caminando hacia la cocina con algunos platos sucios.
—Pues, ojalá. —esbozó una pequeña sonrisa.
El no ir a la academia de baile, sorpresivamente para Evonne, había logrado relajar a la niña, parecía que realmente estaba cansada de la rutina. Tres días habían pasado, y Loamy estaba más que feliz por quedarse toda la tarde con su padre e ir de paseo. Era una pena que el contacto con ella fuese tan poco, ya que para cuando volvía a casa la menor ya se encontraba dormida. Pero, ese día, su padre debía ir al hospital por algunos medicamentos, por lo que era su deber cuidarla en la tarde, hasta que él volviera para llevarla a casa.
El hecho de que ambos estuvieran tan felices juntos le afectaba un poco, se sentía excluida, y temía que en cualquier momento ellos dejarían de necesitarla; porque, de ser así, no sabía qué haría con su vida, ya que, ellos eran su razón de vivir.
—Tengo que decirte algo que comentarte. —Arthur abordó a Romeo cuando éste pasaba por su lado.
Evonne e Ivana detuvieron sus quehaceres para prestarles total atención a los chicos.
—Claro, ¿qué ocurre?
—¿Recuerdas que me corregiste el ejercicio de matemáticas? —le preguntó, ya que, aunque al principio el pelirrojo se negó, en los días siguientes solía instruirlo para hacer bien los ejercicios. —. Tengo los resultados del examen de admisión —dijo emocionado, mostrándole al pelirrojo la pantalla de su teléfono. —. No salí alto en matemáticas, pero, lo que tengo es gracias a ti.
—¡No puede ser! —exclamó Romeo, sintiéndose realmente orgulloso de que sus lecciones le hubieran servido de algo. —. Arthur, esto es genial.
—Sí que lo es —se puso de pie frente a él. —Y-Yo quería invitarte a salir para celebrarlo.
La sonrisa en el rostro de Romeo desapareció de golpe tras oír sus últimas palabras. Ivana y Evonne cruzaron miradas por cuestión de segundos, un tanto tristes, ya que sabían que el chico lo rechazaría nuevamente.
—B-Bueno —comenzó a hablar, y, para sorpresa de todos no usaba un tono brusco en su voz, como lo hacía cada vez que recibía alguna insinuación del rubio platinado —. Creo que sí, deberíamos celebrarlo un poco.
El rostro de Arthur se iluminó, producto de la emoción que lo invadió, y no disimuló aquello cuando alzó una mano hecha puño y exclamó un fuerte; ¡sí!
Las chicas estaban realmente sorprendidas, ya que no esperaban que el pelirrojo aceptara.
—Solo iremos a tomar algo, no te emociones tanto. —bufó, mientras le daba la espalda y avanzaba en dirección a la cocina.
—¡Romeo tiene una cita, Romeo tiene una cita! —entonó Ivana, mientras ambas lo seguían.
—¡Silencio Ivana! —exclamó, exaltado. —. ¿Acaso yo te molesté cuando volviste corriendo a los brazos de Elías, a pesar de lo mucho que lloraste por él?
—¡¿Disculpa?! —cuestionó, ofendida.
Ambos comenzaron una fuerte discusión. Evonne posó la mano sobre su frente, observándolos con ojos amplios; sus amigos eran personas muy amables y carismáticas, pero, también eran demasiado explosivos, y justo en ese momento, cada uno de ellos se había dado donde más les dolía.
“Bueno, no soy un cantante profesional, pero espero que les guste”.
Los tres guardaron silencio al escuchar una voz desconocida resonar en las bocinas del local, se observaron entre ellos y fruncieron el ceño. No recordaban que ese día se hubiera organizado un karaoke en el restaurante.
La pista comenzó a sonar, y el corazón de Evonne se encogió en su pecho al darse cuenta de que se trataba de la canción Chivalry Is Dead (la caballerosidad ha muerto), de Trevor Wesley, ya que ella la amaba.
—¿Eso es en vivo? —cuestionó Ivana, mientras dirigía su mirada hacia la puerta cerrada.
—Parece que sí —respondió Romeo. —. ¿Evonne…?
“Chica, solamente deja tu cabello suelto
Vamos a pintar toda la ciudad
La vida es nuestro patio de recreo.
Pero ahora ya no soy un niño
Así que tengo que abrir puertas y tratarte como la dama que eres”.
—¿Qué significa esto? —preguntó Evonne con voz temblorosa, al creer reconocer aquella voz. —. ¿Ese es… Caleb? —cuestionó mientras avanzaba hacia la puerta, perdida en sus pensamientos.
—¡¿Caleb?! —repitieron sus amigos, confundidos, mientras la seguían con la intención de ir a ver qué ocurría afuera.
—¿Ese tremendo hombrón fue el que salvó a Loamy? —cuestionó Ivana al divisarlo. —. ¡Guau!
La pista sonaba de manera regular, y la masculina, y melodiosa, voz del joven entonaba las frases de aquella canción de una manera tan embelesadora, que hacía que todos los presentes suspiraran y tomaran los celulares para comenzar a gravar su presentación. Evonne y sus amigos llegaron hasta el mostrador, y su corazón dejó de latir por un segundo cuando confirmó sus sospechas, se trataba de él, y no estaba solo, Noah Simmons se encontraba a su lado.
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Editado: 05.12.2023