Una y treinta de la madrugada y Evonne sentía que el corazón se saldría de su pecho si no lograba controlar su pulso. En ese momento habría dado cualquier cosa por estar en otro lugar, en cambio, ahí estaba, sentada al borde de la cama de aquel cuarto de hotel; con él frente a ella, como si fuera un verdugo. Odiaba encontrarse en aquella situación, y cuando él comenzó a desabrochar su camisa, desvío su mirada hacia la pared para evitar verlo.
—¿Por qué lo haces? — se giró, dándole la espalda para buscar algo. —. No es como si fuera la primera vez.
Aquellas palabras lograron llamar su atención, y no pudo evitar observarlo de reojo, notando así un tatuaje, no tan grande, pero sí notorio, en su costado. No lograba descifrar lo que era, tenía una imagen muy extraña. Él se incorporó nuevamente, y ella, sobresaltada, volvió la mirada hacia la pared.
—Te traje algo —dijo, alzando una bolsita de tienda. —. Tal vez este sí te guste.
—¿Es necesario? —preguntó, frunciendo el entrecejo, mientras observaba con disgusto el paquete en sus manos.
¿Acaso no era suficiente el maltrato físico, también tenía que hacerla sentir humillada con esas vestimentas?
—Me haría muy feliz que lo uses —él torció una pequeña sonrisa, una tan inocente y dulce, que logró hacerla sentir desconcertada.
¿Qué representaba aquello? No estaba segura, y eso la angustiaba. De igual manera, no se encontraba en posición de opinar, lo mejor era terminar con aquello pronto y marcharse de ahí.
Al salir nuevamente, vistiendo un baby doll de color rojo vino, se encontró con la mirada lasciva de aquel hombre, quien la observaba de pies a cabeza, sin pudor alguno. Le hizo un gesto con la cabeza, pidiéndole que se acercara, y una vez frente a él, estiró sus manos hacia ella y las posó en su cintura, presionándola con fuerza, y enterrando sus uñas en ella.
Evonne mordió su labio inferior y desvió la mirada, cerrando los ojos, y conteniendo un quejido de dolor; esta vez, no cometería el mismo error de la última vez, no quería hacerlo enojar. Él se puso de pie, y ella dio un paso atrás, con su corazón latiendo fuerte, tan fuerte, que sentía que se saldría de su garganta.
—No te haré daño, esta vez no. —dijo, mientras se inclinaba hacia ella y hundía la nariz en su cuello, inhalando el aroma de su perfume.
Evonne permaneció quieta, como una piedra, y contuvo su respiración cuando sintió los labios de aquel hombre dejando besos sobre la piel de esa zona, mientras sus manos recorrían su cuerpo con descaro.
Él se incorporó nuevamente, guio la mano hacia su nuca y acercó el rostro con la intención de besarla. Evonne se negó, e intentó evitarlo, poniendo las manos sobre su pecho y empujándolo con fuerza, soltando un quejido de disgusto; eso nunca fue parte del trato y, honestamente, en ese momento, prefería que volviera a ser la bestia idiota de antes, para terminar aquello de una vez y largarse lo más pronto posible.
—Bien —él exhaló, riendo. —. Si no quieres que te bese, no lo haré, vamos a la cama. —concluyó, y esbozó una sonrisa, un tanto burlona.
Todo se repetía; un nuevo conjunto de lencería, ella aferrándose a las sábanas mientras intentaba con todas sus fuerzas ausentarse de su cuerpo, perdiéndose en sus pensamientos, mientras observaba el respaldar, con la pintura de la mujer desnuda sobre ella y las paredes blancas; sintiendo el olor a lavanda, todo era casi similar.
Excepto, la actitud de aquel hombre.
Él se detuvo de pronto, soltó un suspiro profundo y se bajó de la cama para dirigirse hacia el baño. ¿La pesadilla había terminado? No lo sabía, quizás ese día estaba de suerte. Con sumo cuidado se incorporó en la cama hasta quedar sentada, su mirada viajó en derredor, en busca de su ropa, tenía la intención de huir del aquél lugar como siempre hacía, pero entonces, escuchó su voz.
—Pediré servicio a la habitación, ¿hay algo que quisieras comer? —cuestionó.
Ella frunció el ceño en su dirección, un tanto confundida.
—¿Qué ocurre? No me digas que pensabas marcharte ya, apenas han pasado treinta minutos desde que llegaste.
—Y-Yo no quiero comida.
—¿Quizás algo de beber? —insistió. —. No importa, beberás y comerás lo mismo que yo. —sentenció.
Él volvió a encerrarse en el baño, dejándola sola nuevamente. Evonne permaneció sentada en la cama, cubriendo su cuerpo con la sábana blanca mientras pensaba en la cantidad de cosas perversas que ese hombre estaría planeando hacer con ella, seguro e intentaba distraerla para luego arremeter en su contra con todo el enojo del mundo, como la última vez.
No podía evitar desear estar en su habitación, recostada en su cama, descansando. En situaciones así era cuando las personas comenzaban a pensar en lo privilegiadas que habían sido, y como no lo supieron apreciar, hasta que de la nada la vida les arrebató todo.
Antes de la muerte de su madre, tenía una vida aceptable, e incluso el estar con su novio era placentero. Ojalá hubiera podido regresar el tiempo y disfrutar más de esos pequeños momentos… quizás fue egocéntrico de su parte creer en aquel entonces que tendría todo aquello por el resto de su vida; a su madre y a su novio.
La puerta sonó, haciendo que se sobresaltara; y la persona del otro lado anunció que era servicio a la habitación. Ella tenía la esperanza de que el hombre saliera a atender, para no ser vista, pero en su lugar dio luz verde para que aquel entrara.
Sintiéndose un tanto cohibida ante la idea de encontrarse con la mirada juzgadora de algún extraño, decidió recostarse sobre la cama y cubrirse de pies a cabeza.
—Bien —él salió del baño y se dirigió al hombre del personal del hotel. —. Aquí tienes, y también tu… propina. —murmuró lo último al darse cuenta de que ella estaba escondida bajo las sábanas.
—Muchas gracias, señor. ¿Desea algo más?
Aquel se encontraba distraído, con una sonrisa burlona pintada en sus labios. Alzó la mano y le hizo un gesto al hombre del personal para que se marchara, y una vez que éste se fue, caminó hacia la cama y se subió sobre ella, aprisionándola bajo su cuerpo.
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Editado: 05.12.2023