Miedo…
Esa palabra era la única capaz de definir lo que sentía, mientras observaba con pavor cómo aquel hombre se alejaba de la puerta, para acercarse a ella. Tragó saliva, sonoramente, en tanto intentaba retroceder un par de pasos, recordando con terror cómo había sido su último encuentro.
—Tranquila, no te haré daño —alzó ambas manos en señal de paz, aunque por el tono en su voz, y por haberlo visto beber como si no hubiese un mañana, ella sabía que estaba ebrio. —. Así que, resultaste ser la novia de mi amigo, qué irónica es la vida.
—P-Por favor, no…
—¿No qué? ¿Que no le diga? Claro que no lo haré, no soy tan idiota como para provocar a Caleb Dumont, tiene un temperamento de mierda cuando se enoja —bufó. —. Sé lo que digo, lo conozco desde que él tenía quince años. Es que, luego de la muerte de su hermanita, sus padres lo enviaron a un instituto de internado, el más costoso, en donde nos hicimos buenos amigos. Prefería pasar las vacaciones con su familia, antes que con la mía… eran buenos tiempos.
—Se preguntará porqué me tardo tanto, será mejor que regrese —dijo, con un hilo de voz, mientras intentaba pasarlo de lado.
Su cuerpo entero se estremeció, cuando él la detuvo sujetándola con brusquedad del brazo. Lo miró con miedo, notando como apuñaba la mano en su frente y se daba un par de suaves golpes, pareciendo tener una lucha mental.
—No eras su novia la primera vez que nos vimos, ¿cierto? No quiero pensar en que he estado teniendo sexo con la novia de mi mejor amigo.
—No, no lo era. —respondió, con un hilo de voz.
—¿Y aun así lo escogiste a él? —su semblante cambió, desconcertándola con poco. —. Lo aceptaste, sabiendo que tenías un compromiso conmigo.
—Entre nosotros no hay nada más que un trato, para que usted no le cobrara a Jeremy —se atrevió a responderle, tirando de su brazo, para intentar librarse de él. —. Aquí no hay sentimientos, eres una bestia que me hizo pasar el peor día de mi vida, creí que moriría.
—Y yo creí que te gustaba rudo —respondió, presionando un poco más su agarre, haciéndola chillar de dolor. —. Y, luego de darme cuenta de que no, fui más gentil contigo.
—Suéltame, ahora —exigió, armándose de valor. —. Debo volver a la fiesta, con mi novio.
Él soltó un gruñido de furia, antes de empujarla contra la pared y acorralarla.
—Solo quiero hablar contigo, no me lo pongas difícil —gruñó, viendo su cuerpo con deseo. —. Se suponía que esto duraría más tiempo, siento que aún no obtengo suficiente de ti, y ahora tengo que verte con él, imaginando como te hace el amor, cuando yo fui antes.
—Por favor, tengo que irme. —suplicó.
—Quiero tenerte, una última vez —jadeó, hundiendo el rostro en su cuello para inhalar su aroma, mientras guiaba la mano hacia el borde de su vestido. —. Déjame tenerte.
—No soy un objeto. —gruñó, alzando la rodilla hasta darle en la entrepierna.
Él se encorvó, intentando evadir el golpe, y eso le dio tiempo para pasarlo de lado e intentar llegar hasta la puerta. Tenía que salir de ahí, y no solo del baño, sino del local.
—No debiste hacer eso —escuchó su voz, justo cuando estaba por tomar la perilla de la puerta, y luego sintió como la sujetaba del cabello. —. ¡No debiste hacerlo!
Un escalofrió recorrió su cuerpo, y un creciente temor la invadió cuando él enroscó la otra mano alrededor de su cintura para alzarla del suelo y comenzar a retroceder, alejándose de la puerta.
—¡Suéltame! —suplicó, sollozando.
El agarre era tan fuerte, que sentía que le arrancaría el cabello, y su brazo le presionaba el estómago, dejándola sin aire. Soltó un grito, y comenzó a patear al aire, tratando de hacer que la soltara.
—Tenemos un trato Evonne, no se terminará solo porque tú lo digas. —la dejó caer bruscamente contra el suelo, causando un sonido hueco.
Se quejó de dolor, mientras intentaba inútilmente incorporarse; sus rebeldes rizos caían por su frente, obstruyéndole una visión clara del hombre que se encontraba de pie frente a ella, como un verdugo, quitándose el cinturón.
Al percibir cuales eran sus intenciones, negó frenéticamente, y se arrastró en aquel suelo para alejarse de él, ensuciando su vestido blanco. Pero todo aquello fue inútil, la tenía atrapada en aquel lugar, y no había escapatoria.
Podía jurar que sentía el corazón latiendo en su garganta, mientras luchaba con todas sus fuerzas por apartarlo de encima, lanzando patadas al aire, y dándole fuertes golpes a puños cerrados, hasta que la sujetó por las muñecas y la obligó a alzarlas por sobre su cabeza, inmovilizándola con su cuerpo.
—¡Por favor, suéltame! —gritó, sollozando.
Bellamy presionó los dientes con fuerza, viéndola con ojos de furia, antes de sujetarle las muñecas con una sola mano, para guiar la otra hacia su rostro y presionarle las mejillas, utilizando su dedo incide y pulgar.
—¿Por eso no querías que te besara? —inquirió, viendo sus labios. —. ¿Por él?
—S-Suéltame. —era lo único que podía formular en ese momento.
Él se inclinó para intentar besarla, pero ella presionó los labios con fuerza y desvió el rostro para evitarlo, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, debido al dolor que le provocaba en sus muñecas, y porque su peso comenzaba a hacerla sentir asfixiada.
Sus alarmas se encendieron cuando comenzó a besarle el cuello, mordiendo su piel, y marcándola, en tanto levantaba el borde de su vestido. Comenzó a patalear nuevamente, gritando por ayuda, ya poco le importaba que la descubrieran, solo quería salir de ahí, e irse a casa.
Solo quería irse a casa.
—¡Santos cielos, Bellamy!
Escuchó una voz, y la persona menos esperada ingresó en el cuarto de baño, dejando caer la llave que había utilizado para abrir la puerta.
—¡Basta, suéltala! —exigió aquella mujer, yendo hacia ellos para empujarlo y apartárselo de encima. —. Dios, Evonne, ¿estás bien? —le preguntó, tomándola del rostro para examinarla.
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Editado: 05.12.2023