La mañana del lunes, Elisa se presentó puntual para cubrir su primer día como niñera de los hijos de Richard Donoso.
— Buenos días, señor Richard. — Lo saludó Elisa adelantándose a Felipe, quien se quedó con el saludo en la boca.
— No sabía que ya estabas aquí. — Dijo Richard, acercándose hasta la mesa y frotando el cabello de Dani cuando el niño lo miró con la boca llena de cereales. — Me gusta la gente que es puntual. — Le sonrió a la chica.
Elisa sonrió y acarició el cabello de Zoe, echándoselo por detrás de los hombros.
— Puede irse tranquilo, cuidaré muy bien de sus hijos y lo pasaremos genial, ¿verdad, niños?
Dani asintió con entusiasmo y Zoe se bajó rápidamente de la mesa, abrazando a su padre.
— ¿Puedo ir contigo? — Pidió la niña.
— Voy a trabajar, Zoe. — Le respondió Richard.
Izan se dio la vuelta en la silla, apoyándose en el respaldo para ver a su padre y a su hermana.
— Me quedaré quieta y sin hablar. — Suplicó Zoe, pegando su cara a Richard y echándose a llorar.
— Zoe. — La llamó Elisa que se acercó y al agarrarla de los hombros, Zoe se retorció y chilló. — Lo siento. — Se disculpó apenada y Felipe se acercó.
— Deja que el señor Donoso se ocupe. — Le dijo Felipe.
Elisa asintió, regresando junto a la mesa y viendo como Richard se agachó frente a Zoe.
La cara de la niña estaba roja y humedecida por las lágrimas.
— Zoe… — La llamó Richard, sosteniéndola de los brazos e Izan se adelantó a su padre.
— Papá solamente irá a trabajar y regresará a la tarde. — Le explicó Izan y Zoe miró a su hermano mayor.
— ¿De verdad? — Preguntó Zoe mirando luego a su padre.
— Claro que sí. — Afirmó Richard que sonrió a su hija y cuando levantó una mano, Felipe se apresuró a poner en ella un pañuelo de papel. — Tienes que dejar de llorar por todo. — Le limpió las lágrimas y la besó en la mejilla.
Zoe sonrió y miró a Felipe que se inclinó para hablarle también.
— Cuando papá, digo, cuando el señor Donoso regrese a casa jugará contigo.
— ¿Lo hará? — Se burló Izan.
— Por supuesto que sí, lo anotaré en mi agenda para que no se le olvide. — Contestó Felipe que se enderezó sacando su teléfono, pero Richard se lo arrebató.
— Ya veremos, Zoe. Papá va a trabajar mucho y seguramente estará cansado cuando vuelva. — Habló Richard a su hija y se levantó advirtiendo a Izan. — Y tú, pórtate bien.
— Ya veremos. — Copió Izan la respuesta de su padre a su hermana y se giró después en la silla para seguir desayunando.
— Hola, papá. — Dani se abrazó a las piernas de su padre y Richard lo miró.
— Se dice adiós, Dani. — Lo corrigió Richard dándole una caricia en la cabeza. — Cuando alguien se va se le dice adiós. — Le explicó a su hijo pequeño y ordenó luego a Elisa. — Ven un momento a la puerta conmigo.
Elisa asintió y siguió a Richard y Felipe hasta la puerta de la casa.
— ¿Sí? — Preguntó la chica.
— Zoe es alérgica al cacahuate, en la casa no encontrarás nada con ese fruto, pero ten cuidado si sales con ella a algún lado. — La informó Richard.
— Lo sé, el señor Felipe me ha puesto al tanto. — Respondió Elisa y Felipe asintió.
— También le he dicho que no le dé demasiado chocolate a Dani porque lo pone nervioso y que tenga en cuenta que Izan es un preadolescente. — Sonrió Felipe satisfecho de su trabajo.
— Entonces eso es todo. Tenga paciencia con ellos… — Richard miró a los tres niños desayunando y luego a Elisa que se acercó hasta quedar justo frente a él.
Felipe se inclinó adelante para observar lo que pasaba entre ellos y vio como Elisa colocó recta la corbata de su jefe.
— La llevaba un poco torcida. — Se excusó Elisa por el atrevimiento cuando Felipe ejecutó una tos a propósito, luego le dedicó una sonrisa. — Vaya a ocuparse de su trabajo, señor Richard, yo cuidaré de sus hijos.
— Puedes llamarme solamente Richard. No hay necesidad de formalidades.
— ¿Está seguro?
— Sí.
— ¿Por qué no me has dicho que llevaba la corbata mal puesta? — Preguntó Richard a su asistente.
— No me he percatado, señor Donoso. Me disculpo por eso. — Respondió Felipe, conduciendo y mirándolo a través del retrovisor. — Por cierto, señor, Ofelia me ayudó anoche a conseguir la información que me pidió a las doce de la noche.
— ¿Y?
— Está enterrada en el cementerio de la ciudad, ¿va a llevar a Zoe allí?
— Estefanía dice que debería hacerlo para ayudarla a superar el duelo, pero la verdad es que no recuerdo bien la relación que mantuve con su madre y no sé cómo tratar el asunto. Enciende el aire.
Felipe obedeció y prendió el aire acondicionado, después preguntó por la vida amorosa y privada de su jefe.
— ¿Con tantas mujeres estuvo en esa época? Yo recuerdo a todas mis novias, por eso lo digo, señor Donoso.
— Soy un hombre libre con ansias de experimentar y disfrutar, y lo más probable es que haya conocido a más mujeres que tú.
— Era, señor Donoso, era un hombre libre. Ahora es padre de tres niños y aunque la señora Estefanía se lleve al mayor, eso todavía lo dejará a cargo de dos. Tendrá que reorganizar sus prioridades en adelante.
— No había pensado en eso, gracias por la aclaración.
Felipe sonrió orgulloso.
— Un placer, señor… — Se quedó callado al percatarse de que era sarcasmo y Richard sonrió.
— ¿Cuál era su apellido?
Editado: 27.03.2023