Un papá desastroso

10. El íntimo amigo.

La mañana del lunes, Elisa se presentó puntual para cubrir su primer día como niñera de los hijos de Richard Donoso. 

 

— Buenos días, señor Richard. — Lo saludó Elisa adelantándose a Felipe, quien se quedó con el saludo en la boca. 

 

— No sabía que ya estabas aquí. — Dijo Richard, acercándose hasta la mesa y frotando el cabello de Dani cuando el niño lo miró con la boca llena de cereales. — Me gusta la gente que es puntual. — Le sonrió a la chica. 

Elisa sonrió y acarició el cabello de Zoe, echándoselo por detrás de los hombros. 

 

— Puede irse tranquilo, cuidaré muy bien de sus hijos y lo pasaremos genial, ¿verdad, niños? 

Dani asintió con entusiasmo y Zoe se bajó rápidamente de la mesa, abrazando a su padre. 

 

— ¿Puedo ir contigo? — Pidió la niña. 

 

— Voy a trabajar, Zoe. — Le respondió Richard. 

Izan se dio la vuelta en la silla, apoyándose en el respaldo para ver a su padre y a su hermana.

 

— Me quedaré quieta y sin hablar. — Suplicó Zoe, pegando su cara a Richard y echándose a llorar.  

 

— Zoe. — La llamó Elisa que se acercó y al agarrarla de los hombros, Zoe se retorció y chilló. — Lo siento. — Se disculpó apenada y Felipe se acercó. 

 

— Deja que el señor Donoso se ocupe. — Le dijo Felipe. 

Elisa asintió, regresando junto a la mesa y viendo como Richard se agachó frente a Zoe. 

La cara de la niña estaba roja y humedecida por las lágrimas. 

 

— Zoe… — La llamó Richard, sosteniéndola de los brazos e Izan se adelantó a su padre. 

 

— Papá solamente irá a trabajar y regresará a la tarde. — Le explicó Izan y Zoe miró a su hermano mayor. 

 

— ¿De verdad? — Preguntó Zoe mirando luego a su padre. 

 

— Claro que sí. — Afirmó Richard que sonrió a su hija y cuando levantó una mano, Felipe se apresuró a poner en ella un pañuelo de papel. — Tienes que dejar de llorar por todo. — Le limpió las lágrimas y la besó en la mejilla. 

Zoe sonrió y miró a Felipe que se inclinó para hablarle también. 

 

— Cuando papá, digo, cuando el señor Donoso regrese a casa jugará contigo. 

 

— ¿Lo hará? — Se burló Izan. 

 

— Por supuesto que sí, lo anotaré en mi agenda para que no se le olvide. — Contestó Felipe que se enderezó sacando su teléfono, pero Richard se lo arrebató. 

 

— Ya veremos, Zoe. Papá va a trabajar mucho y seguramente estará cansado cuando vuelva. — Habló Richard a su hija y se levantó advirtiendo a Izan. — Y tú, pórtate bien. 

 

— Ya veremos. — Copió Izan la respuesta de su padre a su hermana y se giró después en la silla para seguir desayunando. 

 

— Hola, papá. — Dani se abrazó a las piernas de su padre y Richard lo miró. 

 

— Se dice adiós, Dani. — Lo corrigió Richard dándole una caricia en la cabeza. — Cuando alguien se va se le dice adiós. — Le explicó a su hijo pequeño y ordenó luego a Elisa. — Ven un momento a la puerta conmigo. 

Elisa asintió y siguió a Richard y Felipe hasta la puerta de la casa.

 

— ¿Sí? — Preguntó la chica. 

 

— Zoe es alérgica al cacahuate, en la casa no encontrarás nada con ese fruto, pero ten cuidado si sales con ella a algún lado. — La informó Richard.

 

— Lo sé, el señor Felipe me ha puesto al tanto. — Respondió Elisa y Felipe asintió. 

 

— También le he dicho que no le dé demasiado chocolate a Dani porque lo pone nervioso y que tenga en cuenta que Izan es un preadolescente. — Sonrió Felipe satisfecho de su trabajo.

 

— Entonces eso es todo. Tenga paciencia con ellos… — Richard miró a los tres niños desayunando y luego a Elisa que se acercó hasta quedar justo frente a él. 

Felipe se inclinó adelante para observar lo que pasaba entre ellos y vio como Elisa colocó recta la corbata de su jefe. 

 

— La llevaba un poco torcida. — Se excusó Elisa por el atrevimiento cuando Felipe ejecutó una tos a propósito, luego le dedicó una sonrisa. — Vaya a ocuparse de su trabajo, señor Richard, yo cuidaré de sus hijos. 

 

— Puedes llamarme solamente Richard. No hay necesidad de formalidades. 

 

— ¿Está seguro? 

 

— Sí.

 

 

— ¿Por qué no me has dicho que llevaba la corbata mal puesta? — Preguntó Richard a su asistente. 

 

— No me he percatado, señor Donoso. Me disculpo por eso. — Respondió Felipe, conduciendo y mirándolo a través del retrovisor. — Por cierto, señor, Ofelia me ayudó anoche a conseguir la información que me pidió a las doce de la noche. 

 

— ¿Y? 

 

— Está enterrada en el cementerio de la ciudad, ¿va a llevar a Zoe allí? 

 

— Estefanía dice que debería hacerlo para ayudarla a superar el duelo, pero la verdad es que no recuerdo bien la relación que mantuve con su madre y no sé cómo tratar el asunto. Enciende el aire. 

Felipe obedeció y prendió el aire acondicionado, después preguntó por la vida amorosa y privada de su jefe. 

 

— ¿Con tantas mujeres estuvo en esa época? Yo recuerdo a todas mis novias, por eso lo digo, señor Donoso. 

 

— Soy un hombre libre con ansias de experimentar y disfrutar, y lo más probable es que haya conocido a más mujeres que tú. 

 

— Era, señor Donoso, era un hombre libre. Ahora es padre de tres niños y aunque la señora Estefanía se lleve al mayor, eso todavía lo dejará a cargo de dos. Tendrá que reorganizar sus prioridades en adelante. 

 

— No había pensado en eso, gracias por la aclaración. 

Felipe sonrió orgulloso. 

 

— Un placer, señor… — Se quedó callado al percatarse de que era sarcasmo y Richard sonrió. 

 

— ¿Cuál era su apellido? 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 27.03.2023

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