Un Papá Rebelde.

Capítulo 1.

Es el último cigarrillo de tres cajetillas, al terminar de darle la última jalada lo apago en el cenicero y abro la ventana para que el olor se vaya. Lo bueno de vivir sin mis padres es que ya no existen las reglas, sus estúpidas reglas.

Y claro, una de sus reglas fue que estaba prohibido fumar dentro de la casa aunque estuviera en mi propia habitación. A mis padres no les gustaba que fumara, tampoco que bebiera y saliera cada sábado a fiestas llevando distintas mujeres a casa después de pasarla bien.

Mi padre quería que me convirtiera en un gran abogado como lo fue mi difunto abuelo y siguiera sus pasos, pero yo no estaba interesado en seguir ese camino y dejarme manipular por él. Yo quiero vivir y disfrutar mi juventud como se es debido, pasar en fiesta en fiesta, alcohol, mujeres y más mujeres que me volvían loco.

Cuando les dije que había tomado la decisión de querer irme a vivir solo se negaron rotundamente al principio, hasta que logre convencerlos pero no aceptaron así de fácil no, tuve que aceptar la condición de seguir estudiando en la universidad y que no desperdiciara toda mi mesada en fiestas.

Fue un poco difícil la segunda condición pero me acostumbre a medir mis gastos en mis salidas con mis amigos, mis padres aun me mantienen soy hijo único y todos estos años mi madre me ha dado en el gusto en todo, no me considero hijo de "mami" y "papi". Cuando cumplí los once años me volví todo un caos y dolor de cabeza para mis padres. Tal vez me faltaba compañía porque la mayoría del tiempo estaba solo mientras ellos se iban de viaje de negocios.

No suelo hablar mucho de mi  infancia, jamás la considere especial.

Salí del instituto con la mejor calificación de mi clase, pero en mis planes no estaba en ir a la universidad o al menos no todavía. Tampoco ser un vagabundo por la vida claro que no, lo menos que quiero es seguir dependiendo de mis padres y seguir siendo una carga para ellos, sobre todo para mi padre, pero por el momento si necesito de su ayuda hasta que encuentre algún trabajo de medio tiempo y poder ahorrar o que se yo.

Tal vez no sea malo terminar la carrera de Mecánico automotriz.

No me considero el mejor hijo y no tomo enserio los estudios ahora. La mayor parte del tiempo falto a las clases para salir con mis amigos o a ligar con alguna chica por ahí, yo solo me dedico a divertirme porque no toda la vida tendré diecinueve años, tengo que disfrutarlo porque no quiero crecer y saber que no viví al máximo esta etapa de mi vida.

Y hoy no sería la excepción, busque en mi lista de contactos en favorito a una chica en espacial y al encontrarla la llamo de inmediato.

Ella siempre quiere verme y yo hoy no me resisto, es muy guapa.

--Susan.―Dije apenas oí su voz.--Te espero en mi departamento en una hora, no olvides lo de siempre.

Antes de cortar la llamada alcance a oír su risita, con todas las chicas con las que he estado saben que mis motivos de llamadas son solo para una cosa y me gusta saber que entienden a la perfección sin hacer preguntas estúpidas o pidiendo ser algo mas.

Comienzo a ordenar un poco para recibir a mi invitada, tocan la puerta y a regañadientes voy a ver quién es la persona que molesta. Al abrir la puerta reconozco aquel olor tan peculiar perfume dulce.

Mierda.

Me había olvidado por completo de Valentina, no la he visto hace dos semanas con la excusa de que tenía que estudiar para mis próximos exámenes en la universidad. Pero creo que llego el momento de terminar esta estúpida relación, después de todo conseguí lo que quería de ella.

<<Su virginidad.>>

Exacto.

--Te extrañe.―Dice, deposita un corto beso en mis labios y entra a mi departamento. Cerré la puerta y la sigo con la mirada, deja su bolso sobre el sofá y vuelve a mirarme con una sonrisa.

--Te dije que estaba ocupado, Valentina.―Resople.--Lo menos que necesito ahora es distracción.

--No creí que te molestaría verme.―Me respondió.―¿Te das cuenta que no nos vemos hace dos semanas? Apenas contestas mis mensajes, es racional que quiera saber si está todo bien.

Es tan ilusa, no quiero seguir desperdiciando mi tiempo estando a su lado.

--Ya te dije que he estado ocupado, se me viene una semana difícil.―Miento, ella baja la mirada decepcionada por mi respuesta.

Camino hasta la cocina y abro la nevera, saco una lata de cerveza y bebo un poco; esta chica de verdad es una molestia.

Cuando la vi por primera vez, me cautivo su belleza, su sonrisa, su mirada y que decir de cuerpo que volvería loco a cualquiera. Al principio ella me ignoraba y el deseo de hacerla mía comenzó a crecer y no tuve otra opción que jugármela para poder enamorarla hasta el punto de que se convirtiera en mi novia y para ella se diera cuenta que iba en serio, le presente a mis padres. No la quiero, nunca la quise, más bien siempre fue atracción sexual lo que sentía por ella.

Pero ya me cansé, me aburrí de este juego estúpido de estar en una relación y fingir amor. Esta situación me causa bastante gracia y todos sus estúpidos regalos los he tirado a la basura.

--Déjame prepararte algo de comer y me voy.―Sonríe y camina hasta donde yo me encuentro.―Al parecer en estos días solo has logrado comer comida instantánea.―Señala los envases vacíos que están sobre el mesón de la cocina.―Me iré tranquila sabiendo que comerás por lo menos comida casera.




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