"Te quiero no por quién eres, sino por quien soy cuando estoy contigo".
Gabriel García Márquez.
Santa Fe, Ciudad de México, México.
Los tacones resonaron con un rugir metálico que aumentó de decibel con cada paso trazado. Regina apretó su mano en un puño apretado, con tal magnitud de fuerza que sus nudillos se tornaron de un intenso blanco.
¿Acaso todos los imbéciles peces gordos de la compañía estaban ciegos? ¿Por qué razón no tomaban en cuenta sus propuestas?
Ya era la segunda vez en lo que iba del mes, que rechazaban su propuesta de plan de negocios, enrostrándole que la estrategia de Charlotte demostraba ser más innovadora y visionaria.
Ese plan de gestión si era digno de ser exaltado por todo lo alto, en cambio sus ideas propias siempre eran tildadas de simples e incluso insignificantes.
—¡Maldita sea! —Regina presionó el puño contra su escritorio nada más ingresó por pies a su pequeño despacho— Siempre me robas toda la atención, Charlotte, aun estando ausente te las arreglas para destacarte y opacarme pero ya verás, llegará el día en que te veré caer y disfrutaré como nadie al verte humillada, zorra.
La ira destelló con furia a través de su mirada.
La guerra apenas iniciaba.
Mazunte, Oaxaca, México.
Mateo barrió con la mirada toda la extensión del recinto, para dar con el paradero de su chica, que se había apartado de su lado hace ya unos veinte minutos. Si bien ambos eran lo suficientemente independientes entre sí para compartir socialmente sin estar pegados todo el tiempo, era consciente que su cercanía le hizo falta con apremio durante el tiempo que llevaba con Ana María en algún recoveco del lugar.
Sonrió enternecido al constatar cuan unido estaba a su chica.
Estuvieron apartados tantos años, que ahora lo que más deseaba era recuperar el tiempo perdido que se había privado de su compañía.
Su corazón comenzó un galope frenético en cuanto la vio aparecer por pies, meciendo su suave melena y contoneando sus caderas en un vaivén exquisito a cada paso que lo acercaba a él. A su costado, Ana María se carcajeaba de forma tan contagiosa que hasta él sintió la necesidad de sonreír.
Experimentó una felicidad que acarició con calidez su interior al ver lo feliz que se veía Charlotte, de estar rodeada de su gente. Y la sensación de calidez que abrazó su corazón se amplió aún más al ver el destello de felicidad que irradiaron sus ojos azules, en cuánto se toparon con los suyos.
Mateo se sintió irremediablemente cautivo ante la belleza y autoridad de sus preciosos ojos, que tenían la facultad de detener sus latidos con solo una mirada.
El ambiente, las personas y los sonidos que les rodeaban se detuvieron durante un momento, lapso en el que el tiempo pareció congelarse.
Ella tenía la potestad de gobernar el universo y detener el tiempo, solo con su presencia.
Él, solo pudo admirarla durante el resto de su recorrido, ajeno a todo lo que no fuera ella.
Finalmente ellas llegaron a la mesa y retornaron a sus asientos. Solo entonces Mateo reparó en lo atiborrada de la mesa, y la expresión expectante en el rostro de su compañero de asiento, quien le había estado conversando sin que él fuese capaz de seguir la conversación con atención, distraído en su chica.
Depositó un beso en los labios de Charlotte, entrelazando sus manos, antes de volver su atención a su amigo de infancia que aún le conversaba. La rubia apoyó su brazo con delicadeza sobre él de Mateo y se dispuso a poner atención al relato que narraba Ernesto.
—Y bueno ahora que por fin Mateo volvió de la luna, prosigo —sonrió burlonamente dando un cariñoso palmoteo en el hombro del moreno y guiñando de manera cómplice a Charlotte— Entonces ese día armamos el plan para evitar que nos aplicaran ese odioso examen, recuerdo que entre todos dimos ideas y listo, en cuanto tuvimos la oportunidad, boicoteamos a la maestra.
—¿¡Cómo olvidarlo!? El olor a huevo podrido se mantuvo durante varios días en el interior del aula. Solo a ustedes se les podía ocurrir ingresar comida descompuesta a la sala la tarde anterior al examen, ¡bandidos! —Ana María frunció el ceño fingiendo enfado, aunque su amplia sonrisa revelaba lo graciosa que le había parecido la situación, pese al trauma del olor nauseabundo.
Las carcajadas estallaron en el lugar, todos recordaban el suceso y su participación en ese momento.
Una tras otra se desempolvaron aquellas anécdotas y recuerdos de vivencias que habían compartido hace tantos años.
Con el transcurso de la velada desfilaron los platillos y bebestibles, las risas inundaban el local de manera constante y tanto Mateo como Charlotte disfrutaron cada instante de ese reencuentro entre amigos, aún más por el hecho de disfrutarlo entre ambos, pues su mutua compañía era verdadera felicidad para sus corazones.