El universo estaba lleno de luces, Lyzeth estaba rodeada de ellas.
Las estrellas brillaban pero la negrura predominaba, señoreando el basto espacio vacío. La soledad era un pulso de temor irregular, una sensación que le recordaba la vida. Era el precio a pagar por está hermoso vista.
Nunca le había gustado el enlace. Quién quiera que hubiera hecho la transición era un idiota.
—Jajajaja. —Se burló de su propio chiste. Sí, en aquel tiempo era muy idiota. Los diez mil años que llevaba en ese lugar no habían abonado nada para mejorar eso. Mientras pensaba en ésas cosas sin sentido a lo lejos vio un acontecimiento inaudito. No sabía que le llamó la atención pero agradeció estar en ese momento, en ese lugar. Era una de las pocas cosas buenas que le hacían pensar que no todo era basura. Una estrella, una de las más grandes, titiló.
Sabía lo que venía y lo esperó pacientemente. Lo había estudiado muchas veces en la memoria común pero todo eran especulaciones. Nunca nadie había presenciado el evento realmente.
Al cabo de unos momentos la estrella se apagó por completo. De repente había un agujero negro ahí donde la estrella había brillado intensamente. El momento fue eterno como el mismo universo, pero al mismo tiempo tan efímero como una vida humana. Apenas un instante que duró una eternidad. Enseguida hubo una gran explosión.
Una ola de luz recorrió todo su campo visual. Fue apenas un destello. Los restos de la estrella se quedaron flotando como una capa de oro pulverizado.
«Polvo de estrellas» Pensó con su atención absorbida por el evento.
La ola de escombros se fue expandiendo lentamente, perdiendose en la obscuridad. Era una vista intrigante. Podría haber estado un milenio viendo ese evento, quizá lo estuvo. Al final tuvo que parar, a pesar de no quería hacerlo. Hasta a los seres inmortales se les acaba el tiempo. Tenía que volver a la realidad, a su realidad.
Pensó en la conexión. Antes de reiniciar dio una mirada más a la estrella que acababa de morir... Las estrellas se apagaron y el espacio negro fue cediendo terreno. En un instante estaba de vuelta en su mundo. El blanco la rodeaba casi exclusivamente.
Estaba en el medio de un pasillo largo y ancho. Las esquinas entre piso, paredes y techo eran apenas visibles. Había tenido infinidad de años para decorar ese lugar y a pesar de que lo había hecho muchas veces, al final su falta de creatividad ganó y dejó en base el diseño de su espacio. A lo largo del pasillo había varías puerta metálicas. Ninguna tenía pestillos o siquiera manijas, prácticamente eran pura decoración. Básica, pero decoración al fin y al cabo.
No había pasado mucho cuando una parvada de avisos atacaron. Eran como aves molestas, revoloteando a su alrededor con sus alas de papel. Eso acabó con toda la paz que había conseguido en su visita al universo. Tenía su mente ocupada por la marea de notitas, y pensó que debería haber elegido otra manera de recibirlas. Frustrada, hizo un comando mental.
«Orden»
En un momento todos los mensajes dejaron de revolotear y se agruparon en tres listas. Una tenía un solitario mensaje. "Tú recuerdas que tienes responsabilidades. ¿No?" Lo desechó sin siquiera ver el remitente. Tenía toda la eternidad para acudir a ese tipo de llamados.
En la segunda lista había tres mensajes. Todos eran comentarios triviales sobre eventos al azar. Había participado en algunos durante su existencia. De la mayoría se arrepentía. También descartó esa lista sin leer demasiado a fondo. La tercera era mucho más larga. Sintió que se derretía como cera solo de pensar en leer todo eso. Por un momento pensó en destruir esa lista igual que las otras pero algo llamó su atención. "¡Lo lamento mucho!" Seleccionó la nota y está ocupo gran parte de su campo visual. "Acabo de enterarme. Se supone que somos inmortales. ¿Cómo pudo haber pasado esto? Ten por seguro que me quejaré con las luces. Esto no se puede quedar así... Soy un insensible. Eso puede esperar. Espero que mejores... Tómate tu tiempo pero no te desconectes para siempre. Todos te queremos."
—¿Qué está pasando? —Se preguntó. La confusión reinaba en su mente. Miró el resto de notas. Las palabras pasaban por su mirada como bólidos. Era veloz leyendo. Al menos eso le dejaron tantos años estudiando cuánto escrito llegaba a sus manos.
Todas eran pésames y demás frases parecidas. En ninguna encontró la razón de todo ese lamento. Al terminar sin verdadera información se frustró. Soltó un grito que destrozó todo a su alrededor. El paisaje había cambiado en un momento a una tierra muerta repleta de fuego.
Volvió a leer cada nota, con más calma ésta vez. Las descartaba al terminar. Ninguna le dio algo diferente. No por separado al menos. En cambio, en conjunto eran otra cosa.
Había un mensaje de cada conocido que recordaba. mil quinientas notas, más o menos, y en todas hecho en falta un nombre. No, un nombre no, un remitente. Todos en su especie habían usado un sin número de nombres diferentes durante su existencia.
Medio loca de desesperación busco en su memoria por ese remitente. Al encontrarle, llamó. Mejor dicho, intentó hacer contacto directo, pero no obtuvo respuesta. Lo intentó varias veces, todas infructuosas.
Volvió a gritar. Nunca había gritado con tanto dolor, rabia, impotencia, tantas emociones. En algún punto de su existir había dicho que era una señal de que estabas con vida. Ahora le parecía la marca inequívoca de la muerte. A pesar de que era un ser inmortal...
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Editado: 26.07.2021