Un Reino en Ruinas: torneo de dragones.

Doce

Los jardines sur habían sido construidos en 1580 d.p.S. por orden de la reina Vaelithia por amor a su amante Lyon, quien luego se convertiría en el rey consorte. Estaban rodeados de pinos y árboles de limones, dentro estaban colocados rosales blancos en forma de corazón, más allá se podían ver los arbustos de metro y medio. En esta época del año los jardines se veían muy hermosos. Estábamos finalizando el verano para entrar en el otoño. Oliver había tomado la delantera y paseaba con Cori, yo por el contrario iba sola con Rylan y un par de guardias más. Luego de un par de vueltas por los arbustos, los perdí de vista.

Me encantaba la forma en que se miraban, ella no veía al príncipe y él no veía a la dama, juntos eran dos personas totalmente diferentes, ella reía muchísimo más y Oliver se demostraba más tranquilo. El mundo se detenía para él cuando la miraba, ella era la mariposa que calmaba el huracán. La única vez que la hizo llorar, le dejó en la puerta dos tulipanes por día con cartas suplicándole que lo perdonaste y así hasta que ella tuvo dieciséis cartas con tulipanes en las manos. La ha subido en Ignis Cealer más veces de lo que puedo recordar, el dragón la adora casi tanto como él. Ha rechazado varias propuestas de matrimonio sólo por el simple hecho de no querer estar con alguien que no fuese ella. Cuando él se iba de mensajero ella se internaba por las tardes en los templos de los dioses, suplicando que regresase a salvo.
Dioses. Quisiera que algún día me amen de esa forma.

Cuando menos me lo espero el teniente Veyron se posiciona a mí lado en silencio.

—El verano terminará pronto, alteza. —pronunció en voz baja al punto en que solo yo lo escuchaba—Si todas las flores de este mundo se marchitasen, no sentiría tanta tristeza como la que siento ahora sólo porque no me habla. ¿Me dirigirá la palabra mí dulce princesa, o me atormentará con su silencio?

Se me escapó una risita al escuchar sus palabras en un tono dramático y me reí aún más cuando vi su expresión exagerada.

—Al parecer —me miró —, me deleitará con su hermosa risa. ¿Dígame —inquirió— será quizás el día de mí juicio final? Veo el cielo pasar por sus ojos y creo que en ellos me he vuelto…. Rotundamente loco.

—¡Ay, teniente! —exclamé divertida —Me parece a mí, ¿o acaso usted se ha tomado todo el hidromiel anoche y por eso dice tonteras?

Me examinó seriamente durante unos instantes y luego volteó hasta estar de frente con los otros guardias, les hizo un gesto con la cabeza y aquellos retrocedieron unos cuantos pasos. Luego se puso a lado y me susurró al oído.

—He pasado mí noche contigo, ma’love. La razón de mis boberías es que me vuelves loco con solo mirarme.
Luego de que se me pusieran los vellos en punta él se rio. Me alejé unos centímetros, sin separarnos del todo.

—El verano acabará pronto —observé detalladamente los jardines. —, me temo que no estoy preparada para ver este lugar marchitarse. ¿ Pero no es eso algo también bello? Ver algo estar en lo más alto de su vida y luego morir tan repentinamente, para luego verlo renacer es sumamente fantástico, ¿no lo cree?

Sol brillaba con mucha fuerza, dándole brillo al cabello rojizo del teniente, el traje negro y la capa relucían. Quizás Nyxir brillaba también.

—¿Cómo sigue su dragón, alteza? Su cola estaba muy fea ayer…

Según un informe del médico de la guardia, Ecliptharion no había perdido la cola, sin embargo no podría volar durante unas semanas. Perdió como cincuenta escamas que tardarán aún más regenerarse y endurecerse. Lamentablemente sin su cola los dragones se desorientan, además de que es parte de su autodefensa además del fuego… ¡Fuego! El fuego de Ecliptharion es violeta, ¡mis ojos son violetas!

—Thar estará bien según los médicos de la guardia, solo que no podrá volar durante unas semanas.

—Una lástima —murmuró—… pero quizá sea lo mejor.
Fruncí el ceño.

—¿Lo mejor?

No me respondió enseguida, sus ojos se clavaron en los míos y por un instante pareció debatirse entre el deber y la sinceridad.

—Recibimos órdenes esta mañana —pronunció. —. Su majestad el rey ha decidido que usted no podrá participar en el torneo y por consiguiente, tendrá guardias asignados a su protección personal.

Para la sorpresa de Rylan, no me estaba diciendo nada nuevo.

—El rey me lo comunicó durante el desayuno.
Mientras el teniente se mantenía en silencio, yo me quedé observando los rosales, tan blancos. ¿Quién diría que, si los tomas sin cuidado, te harían sangrar?

—¿Y qué harás alteza?

¿Qué hacer?¿Qué me queda por hacer?

—¿A qué se refiere, teniente? —consulté mientras arrancaba una rosa y la acerqué a mí nariz para olerla. Rylan se acercó otro paso.

—Me refiero a qué harás. ¿Opondrás resistencia? —negué. Me miró aún más sorprendido. —La Sapphire que yo conozco hubiera resistido hasta conseguirlo, se hubiera enfrentado a duelo si fuera necesario.

—¿Y cómo me resultó eso la última vez, Ry? — La última vez, perdí como en la guerra, me enviaron lejos, sola, sin compañía y con todos los demás prohibidos a hablarme, casi me vuelvo loca, entonces, ¿para qué esforzarme y terminar peor que aquella vez? Rylan se dedicó a mirarme con tristeza. —¿Debo acaso, esforzarme en suplicarle a su majestad que me autorice a seguir jugando y como resultado este me dé una bofetada o me vuelva a aislar? Habéis visto el rostro de mí hermano, ¿qué me esperaría a mí?

Rylan bajó la mirada por un segundo, como si buscara las palabras en la tierra misma. Luego volvió a alzar los ojos y habló con suavidad, pero con firmeza:
—No, no debéis suplicarle nada, alteza. Su majestad no os ha hecho justicia… y lo sabéis. Pero tampoco debéis rendiros. No por él. No por Oliver.

Dio un paso hacia mí, sin invadirme, pero lo suficientemente cerca como para que lo oyera solo yo:

—Esforzaros por vos. Por la niña que una vez soñó con volar junto a su dragón y no tuvo miedo de quemarse con su fuego. Porque esa niña sigue aquí, aunque el mundo haya intentado borrarla. Y si os rendís ahora, le dais la razón a todos los que alguna vez quisieron apagarla.
Me sostuvo la mirada por un instante más. No con pena, sino con una determinación quieta que me hirió más que cualquier palabra.




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