ESCRIBE VÍCTOR
EXTRACTO DE LA LIBRETA: Cementerio
Una espesa niebla deambulaba alzándose un par de palmos sobre el suelo del cementerio.
Estaba construido en la cima de un promontorio a las afueras de la localidad donde él vivía.
Con las manos en los bolsillos, Tylerskar sentía el castañear de su dentadura mientras el vaho que emergía de su boca le indicaba que la temperatura de ese otoño había iniciado un descenso en picado. Precisamente esa noche.
Como si de una macabra casualidad se tratase, el frío se había aliado con el primer aniversario de esa misteriosa fecha que tanta pena le reportaba. Aunque no sabía por qué.
La causa de ese dolor le resultaba esquiva, pues al parecer algún tipo de amnesia había hecho mella en él, deshilachando sus recuerdos y perdiéndolos en el oscuro pozo de la ausencia.
– Joder, ¡Vaya sitio! – La voz de resolución fue acompañada por un sonido de chasquido de ramas secas. Cuando Tylerskar se giró, vio a su compañero maldiciendo en voz alta mientras pateaba la leña que se arremolinaba a cada paso que trataba de dar en dirección a él.
– Deja de quejarte. – Una segunda voz, más aguda, se podría decir que afilada, cortó la gélida brisa de la noche al dirigirse a Resolución. Tylerskar sonrió. La presencia de Rectitud le reconfortaba.
Quizá no lograse recordar nada, pero de algún modo sus compañeros de viaje no le resultaban extraños, y parecía que le iban a acompañar en la tesitura en la que se encontraba.
– ¿Dónde diablos se ha metido Experiencia? – Bufó Resolución, al tiempo que palmeaba el hombro derecho de Tylerskar al llegar a su altura, desde la cual se hubiese podido contemplar una vista panorámica del poblado cercano al cementerio, de no ser por la niebla que esa noche parecía inundarlo todo.
A lo lejos, tenue y difuminada, una luz parecía iluminar las oscuras calles de la población vecina.
Sin embargo Tylerskar no sentía la necesidad de buscar cobijo para resguardarse de las inclemencias de esa noche en la que una inmensa luna llena presidía un tétrico espectáculo de negros nubarrones cruzando los cielos.
Se sentía triste, y el cementerio le despertaba la sensación de que se encontraba allí para despedirse... Aunque él más bien estuviese esperando algo. Buscando a alguien.
Cuando Joel cerró su libreta, quedó sorprendido de cómo el ambiente había cambiado desde que tiempo atrás se había lanzado a una concentrada escritura.
En una esquina de la barra de madera, el camarero acababa de colgar una especie de guirnalda festiva en la cual docenas de calabazas, de pérfida sonrisa y mirada encendida, ondeaban mientras el último de los extremos era atado.
Joel necesitó algo de tiempo para emitir un suspiro y dejar atrapada en su libreta aquello que tanto le inquietaba.
Había perdido la memoria.
Al menos, todo lo referente a entorno familiar y social.
Sabía que estaba en la taberna, que a juzgar por el ambiente festivo y la decoración se iba a celebrar Halloween... Y poco más.
Se levantó del taburete y ayudó a bajar al camarero de encima de la barra cuando éste hubo acabado su tarea.
Entonces se giró para ver como el considerable gentío se repartía por la docena de mesas del local. Considerable para lo que estaba acostumbrado.
Unas diez personas, de lo más variopinto, se daban cita allí en ese momento.
Perdidos en diferentes conversaciones y lanzados a las carcajadas y el buen humor, el ambiente que se estaba gestando resultaba agradable.
Sin embargo, algo ensombrecía el interior de Joel.
Había tratado de captarlo en su libreta en el escenario del cementerio, y meditó dando una vuelta de tuerca más a la sensación que le embargaba de encontrarse a la espera de algo.
Fue entonces cuando esa chica entró en la taberna.
ESCRIBE R. CRESPO
Había pasado poco tiempo desde aquel suceso innombrable y, por supuesto, salir a la calle para mí suponía ser valiente y enfrentarme a mis propios sentimientos. Y no, no lo era. No en ese momento. La única opción era escapar de mis propias emociones hacia algún lugar remoto, pero ¿cómo hacerlo si salir de mi refugio era una odisea?