-Leah-
—¿Te gusta Alex? —suelta tan de repente que me descoloca por completo
Lo volteo a ver aun confundida y sigo sin poder articular palabra. Supongo que él lo nota porque de inmediato agrega
—Olvídalo. No importa —se acomoda en su asiento aun sin arrancar el auto
—No voy a olvidarlo —me doy vuelta en el asiento para verlo por completo y agrego— ¿a qué viene la pregunta?
—No viene a nada. No tiene importancia —acerca su mano a las llaves para arrancar el auto, pero lo impido interponiendo mi mano— quítala
—La quitare cuando me expliques el porqué de tu pregunta —digo aun con mi palma en el mismo lugar
—Solo pregunto por la forma en que lo ves siempre, ¿Te gusta, cierto?
—¿Según tú de qué forma lo veo? —cuestiono confundida
—Sonriente
—Miro a todo el mundo así, me gusta sonreír y eso no significa que cada persona a la que le dedico una sonrisa me guste
—A mí no me miras así —dice en un tono apenas audible y hace que me quede sin palabras—. Como sea, solo vámonos
Quito mi mano lentamente y la junto con la otra comenzando a mover mis dedos de forma nerviosa. De inmediato Max arranca el auto y no volvemos a dirigirnos ni una palabra en todo el trayecto.
Luego de alrededor de quince minutos llegamos a mi casa y ambos bajamos del auto. Al entrar a la casa le pido que deje sus zapatos en la entrada y se ponga alguno de los pares de pantuflas que hay en el estante cerca de la puerta.
Se pone unas pantuflas que le van diminutas considerando que deben ser al menos tres tallas más pequeñas que su calzado. Se ve bastante gracioso por lo que no puedo evitar soltar una risa
—¿Qué te divierte tanto? —pregunta molesto
—Nada, no es nada —intento ocultar mi sonrisa, pero sé que es imposible
—Leah, basta —demanda con diversión en su voz
—Es que no puedo, te ves muy chistoso —entonces no puedo evitarlo y suelto una carcajada, es extraño verlo con esas pantuflas diminutas que hacen que pierda toda su esencia de chico malo.
Al contrario de lo que espero, él también empieza a reír y por un momento no estamos como un perro y un gato, solo somos dos personas compartiendo un momento divertido. Me doy cuenta como su risa es igual de grave que su voz al hablar, su sonrisa luce linda y su cabello negro se mueve de arriba abajo cada vez que suelta otra risa.
Entonces es cuando caigo en cuenta que lo he estado detallando mucho, haciendo que las risas paren. Ambos nos miramos con pequeñas sonrisas sin apartar la mirada el uno del otro, pero entonces nuestras sonrisas desaparecen cuando escucho el timbre de la casa sonar
—Deben ser los chicos —menciono sin moverme de mi lugar
—Entonces será mejor que les abras —me dice sin apartar la mirada de mis ojos
De inmediato vuelve a sonar el timbre y entonces reacciono moviéndome hacia la puerta para abrir
—Llegamos —exclama Alexa emocionada
—Pasen —me hago a un lado para que puedan entrar—. Dejen sus zapatos en esa esquina y tomen unas pantuflas de ahí —les señalo el mismo lugar que a Max
—¿No podemos estar descalzos como Max? —me pregunta Alex
Confundida volteo a ver los pies de Max y me doy cuenta de que realmente esta descalzo. No entiendo en qué momento se quitó las pantuflas y en donde las dejo, pero decido ignorar eso por un momento
—Claro. Las pantuflas solo son para que no sientan lo fresco del piso
Alexa decide ponerse una de las pantuflas mientras su hermano pasa descalzo
—Muy bien, ¿Qué quieren hacer? Tengo algunas cosas en la cocina para hacer pastel o podemos ordenar comida —sugiero caminando hacia la sala para que nos sentemos mientras organizamos lo que podemos hacer
—A mí me parece bien hacer el pastel. Creo que sería entretenido —menciona Alexa con una sonrisa
—Haremos pastel entonces —dice Alex dirigiéndose a la cocina
Los tres lo seguimos y cuando llegamos comienzo a sacar todos los ingredientes necesarios.
Nuestra tarde entera se va en hacer un pastel de caja. Es de las tardes más interesantes y divertidas que he tenido en mucho tiempo por lo que disfruto cada momento con los mejores amigos que cualquier persona podría desear.
Nos encontramos charlando cuando escuchamos que la puerta de la casa se abre, todos nos paramos y yo me dirijo hacia allí puesto que sé que la persona que debe estar por entrar es mi madre.
—Hola, hola —saluda mi mamá alegre a todos en la cocina
—Buenas tardes, señora —responden al mismo tiempo los tres que da incluso miedo
—Díganme María, por favor —les sonríe y luego de cambiarse sus zapatos entra a la sala—. Huele delicioso, ¿Qué hicieron?
—Un pastel, se está horneando —le dice mi amiga acercándose hasta nosotras—. Un gusto, soy Alexandra Ferrer y el chico moreno de por allá es mi hermano Alexander.
De repente sucede algo de lo más extraño, luego de escuchar a mi amiga, mi madre palidece como si hubiera visto a un fantasma
—¿Tu... dijiste Ferrer? ¿Cómo los de automotrices Ferrer? —cuestiona mi madre
—Justamente, mi padre es dueño de la empresa —anuncia mi amiga aun con una sonrisa
Mi madre sigue sin moverse de su lugar por lo que me acerco a ella para ver si se encuentra bien
—¿Qué pasa? —pregunto preocupada en un volumen apenas audible para que solo ella me escuche
—No pasa nada, estaré en mi habitación para que estes cómoda con tus amigos
—Nos molesta para nada, puede quedarse aquí con nosotros, al fin y al cabo, es su casa —intenta bromear un poco Alex, pero el ambiente se ha puesto demasiado tenso como para tomar en cuenta su broma
—No, no se preocupen, estaré arriba —corta mi madre—. Que se lo pasen bien
Mi madre sube por las escaleras y todos nos quedamos un poco confundidos por lo que acaba de pasar, ni siquiera yo que vivo con ella estoy segura del porqué de su reacción.
Los cuatro salimos del trance cuando escuchamos la alarma de que es hora de sacar el pastel del horno.