Ana
Justo cuando Ana se sentía más relajada y la conversación fluía con una nueva naturalidad, el teléfono de Santiago vibró sobre la mesa. Él lo tomó y frunció el ceño ligeramente al ver el remitente.
-"Discúlpame un segundo", dijo, levantándose para alejarse un poco y contestar la llamada.
Ana observó su espalda mientras hablaba en voz baja, su expresión ahora seria y preocupada. No pudo escuchar las palabras, pero el tono de Santiago sugería que no era una llamada casual. Había una urgencia en su voz, un matiz de inquietud que contrastaba fuertemente con la serenidad de hace unos instantes. La atmósfera de calidez y conexión se había roto, reemplazada por una tensión palpable que se extendía por el pequeño rincón de la cafetería. Ana sintió una punzada de incertidumbre, preguntándose quién estaría llamando y qué podría ser tan importante como para interrumpir su encuentro.
Santiago terminó la llamada con un suspiro apenas audible y regresó a la mesa. Su sonrisa había desaparecido, reemplazada por una expresión tensa y una mirada que evitaba brevemente la de Ana.
-"Lo siento", dijo, dejando el teléfono sobre la mesa con un ligero golpe. "Era un asunto familiar. Necesito irme."
La repentina declaración tomó a Ana por sorpresa. La calidez del momento anterior se sintió distante, casi irreal. Una oleada de decepción la invadió, aunque trató de ocultarla tras una máscara de comprensión.
-"Oh ...claro. ¿Todo bien?", preguntó Ana, tratando de que su voz sonara casual, aunque la preocupación era evidente en su tono.
Santiago dudó por un instante, como si estuviera sopesando cuánto compartir. "No... no realmente. Nada grave, espero, pero necesito atenderlo." Se pasó una mano por el cabello, un gesto que Ana no había visto antes y que denotaba cierta agitación.
Un silencio incómodo se instaló entre ellos. Ana no quería presionar, pero la abrupta conclusión de su encuentro la dejó con una sensación de vacío y una pregunta silenciosa flotando en el aire: ¿qué había pasado? ¿Y cómo afectaría esto a lo que estaba empezando a surgir entre ellos? ¿Era este el universo diciéndole que no se permitiera ilusionarse demasiado?
Santiago finalmente rompió el silencio, aunque su voz aún conservaba un tono de preocupación. "Realmente lo siento, Ana. Estaba disfrutando mucho de nuestra conversación... y de conocerte." Su mirada se encontró brevemente con la de ella, y Ana percibió un atisbo de genuino pesar. -"Me gustaría mucho que pudiéramos vernos de nuevo... cuando esto se solucione."
La vacilación en sus palabras no pasó desapercibida para Ana. ¿Era una simple cortesía o un deseo sincero? Su inseguridad amenazaba con tomar el control de sus pensamientos una vez más.
-"Claro, Santiago", respondió Ana, tratando de sonar comprensiva. "No te preocupes. La familia es lo primero."
Mientras Santiago se ponía de pie y se despedía con una sonrisa forzada, Ana se quedó sentada, observándolo alejarse entre las estanterías. El aroma a café y libros, que antes le había parecido tan acogedor, ahora tenía un matiz melancólico. La magia del momento se había desvanecido, dejando tras de sí una incertidumbre punzante.